Museo Nacional de Arte

Francisco Goitia




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Francisco Goitia

David Álvarez Lopezlena

Francisco Goitia

Artista: IGNACIO ASÚNSOLO   (1890 - 1965)

Fecha: s/f
Técnica: Yeso patinado
Tipo de objeto: Escultura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Donación Mireille Asúnsolo de Rojo, 1990
Descripción

Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 65

Descripción:

"A veinte años de su muerte, y a la luz caleidoscópica de la gran antología de su obra organizada en 1985 por el Museo Nacional de Arte, un párrafo que Jorge Juan Crespo de la Serna había escrito en 1960, señalaba con sabiduría los atributos más resaltantes y perdurables de su larga entrega:

"Asúnsolo es un ejemplo elocuente de lo que puede llevar a cabo una voluntad firme al cabo del tiempo, si tras ella existe una vocación y el gusto certero, como se encuentran en su haber. Asúnsolo domina el metier, no hay de ello duda alguna. Y, conste que no ha guardado para sí mismo esa maestría, sino que ha sabido adiestrar en sus principales directrices a varias generaciones, en su puesto de profesor de escultura en nuestra Escuela Nacional de Arte Plásticas (San Carlos). Es un clásico, pero no frío ni estático. Imprime a sus creaciones un positivo soplo de vida. Sus bustos –retratos en su mayor parte- no pueden ser más justos y a la vez más sobrios en su expresión. Es elegante y tiene, asimismo, gracia. Ha sabido aprovechar muy bien simpatías y afinidades de temperamento y de estilo con conocidos maestros europeos, sobre todo franceses. Pero en algunos ejemplos como El cuenta estrellas, (FIG. 52) Hablará a los siglos (FIG. 51) y hasta en su estupendo retrato de Goitia, (FIG. 35) el carácter y las texturas pétreas de estas obras le verterán el arte precolombino y quizá al egipcio y al helénico. Asúnsolo es un valor positivo de nuestra cultura moderna. No hay duda de ello".

(Tibol, Raquel, 2013, p. 33)

"Al regresar a México, aunque su proceso se bifurca al integrarse a los trabajos de encargo de obra pública que empezarían a fluir y que su economía requería, su actitud formal no se modifica. Justino Fernández señalaba por ejemplo: "A nuestro modo de ver, a Asúnsolo, cuando hace su escultura realista, le falta emoción y sus estilizaciones no puede decirse que acusen originalidad", a pesar de que años más tarde modificó su postura y fue más elogioso, el crítico no pareció considerar en ese momento que el proyecto escultórico a que se refería no se sustentaba en la emoción ni en la originalidad, que para decir lo menos no son necesariamente virtudes. Ese desprendimiento propio de su quehacer como escultor es una de las virtudes que le otorga definición local antes que sus temas y que acelera su integración al arte del siglo XX. Por alguna razón se tiende a creer que la importancia, la fuerza o la calidad de una escultura está vinculada a su potencial para mostrar emoción, cuando es justamente lo contrario; es en su desprendimiento del aspecto emotivo que se transmite emoción. La escultura no deja de ser un objeto inerte: piedra, madera, bronce –con toda la vida interior, real o metafórica-, que dichos materiales puedan encerrar-, la emoción está ligada al observador. En el caso de los retratos, la semejanza no basta para que implique emoción "que es ante todo y por principio un accidente", y si emoción hay, se encuentra en la presencia del observador que la percibe. Nada más fácil en escultura que confundir un efecto emocional con la emoción misma. Es en la materia y en aquello que el escultor añade a través del modelado o sustrae a través de la talla, donde la escultura encuentra su razón de ser.

En Ignacio Asúnsolo la intención no es ideológica: tiene que resolver formalmente cuestiones de ideología, desde luego, pero no procede desde ella. Si observamos con detenimiento la forma en Asúnsolo, el modelado de una mano o un rostro, la cantidad de detalles a menudo literales que se expresan a través de menor textura por oposición a multiplicidad de superficies lisas, la acción sobre la materia remite primero al relieve, más tarde a dos dimensiones para posteriormente acceder al volumen. No se trata de subrayar modelado sobre talla, sino entender que su proceso, que parte del relieve, manifiesta un desprendimiento notable en un tiempo histórico tan agitado y cargado de tendencias fuertemente ideologizadas.

"Por supuesto, la mitología no se constituye con formas puras al contrario, da pie a combinatorias múltiples, a hibridaciones; aunque en muchos casos, las presenta como naturaleza pese a ser sólo imaginario edificado". En ese sentido la obra de Ignacio Asúnsolo, incluso en aquellas figuras sometidas a necesidades alegóricas, es inequívoca porque se sustenta en una coherencia formal interior que remite a la escultura como tal, precede al tema y no se deja dominar por él. Asúnsolo no era un teórico, dependía de una intuición marcada en primer lugar por el placer táctil, y eso puede verse sistemáticamente en casi cualquiera de sus obras. Puede permitirse e incluso requerir de una fuerte carga de hibridación que no debería prestarse a confusión porque es componente de su desapego."

(Zuñiga Laborde, Ariel, 2013, p. 46, 48)