Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 132
Descripción:
"El último intento de los intelectuales conservadores por levantar estatuas a los padres fundadores de la Nueva España quedó truncado en 1856, cuando Manuel Vilar tuvo que embodegar sus cuatro yesos concebidos un lustro antes y que eran una saga, entonces bien meditada y hoy impensable, compuesta por Moctezuma, Cortés, la Malinche (vista como representación de la Patria) e Iturbide. Bien se ve que en agrupamiento todavía un eco del programa del encuentro y la fundación del reino; y así Iturbide, en un tono conciliatorio, haría las veces de un epílogo llamado a la integración de un pasado de raigambre hispanista y sin escisiones culturales, pese a las transformaciones políticas. En este programa, desde luego, la escultura de Iturbide seguía siendo un avatar del emperador prehispánico (con la cual de hecho estaba pareada). (FIG. 21) El empaque señorial de Moctezuma no deja lugar a dudas del espíritu de restauración de esta galería: erguido, retador, un brazo en jarras en señal de dominio y el otro apoyando "la vara que acostumbraba llevar cuando se presentaba al pueblo". Pese al eclecticismo del atavío (no precisamente un decoro de corrección), como bien ha señalado Fausto Ramírez, es una imagen "que afirma su señorío en grado superlativo, un gobernante altivo que se goza en su poderío y lo muestra sin recato". En efecto, no se mira más su abatimiento y perplejidad, la mirada está dirigida a sus súbditos y parece crecerse merced al porte airoso de la corona, el penacho y el tilmatli que cae con la majestad de un paludamento antiguo. Todo esto, sin duda, para no desmerecer junto a Iturbide y su bandera proclamando ante sus conciudadanos la Independencia. No cabe duda que Moctezuma está representando en sus días de gloria como héroe y pontífice, sometimiento y veneración."
(Cuadriello, Jaime, 2010, p. 131-132)