Descripción
Un águila real está posada sobre una plataforma rectangular, compuesta de prismas desiguales que simulan un roquedal. El ave sujeta, con sus grandes y poderosas garras, una serpiente que repta entre las rocas y cuya cabeza, que estaba unida como pieza aplicada o ensamblada, hoy se ha perido. El pecho erecto y las alas semidesplegadas permiten aprecial el tupido y vigoroso plumaje, cuidadosamente deslineado en cada una de sus partes. El brusco giro de la cabeza le imprime un efecto de movimiento y vigor, al colocar su mirada en las alturas, en un ángulo de 45 grados y en el momento en que abre su pico en acitutd de graznar.
Merced a esta posición triunfante, es posible que el artista trate de representar un tipo heráldico y emblemático llamado aguila rapiante, es decir, que está a punto de emprender el vuelo, para retornar a su camino al sol, luego de agarrar a su presa y celebrar así, la superioridad y victoria de su instinto rapaz. Virgilio describía este tipo, y la eterna enemistad del águila y la serpiente, del siguiente modo que , por su plasticidad,mucho recuerda la articulación del emblema mexicano con el forcejeo simbólico que se establece entre sus dos cuerpos En la parte del dorso posterior, las plumas de las alas y la cola también están trabajadas en forma de bajorrelieve con sorprendente minucia y precisión. Lo cual acusa la habilidad del artista para deliniar y dar textura a su obra, mediante el paciente y meticuloso repaso de la escofina.
Comentario
Esta obra fue ejecutada entre 1833 y 1834 mientras su autor estuvo en Roma gozando de una pensión de perfeccionamiento. El encargado de llevar los negocios e intereses del gobierno mexicano en aquella ciudad, don Ignacio Texada, se refería a esta pieza en una comunicación epistolar con Lorenzo de Zavala. Pese a todo, es posible imaginarnos que está Aguila mexicana, dispuesta para ser apeciada desde un punto de vista bajo, estaría destinada a ornar las alturas del gran salón de sesiones construido por el arquitecto y legislador de origen indígena, íntimamente vinculado a la Academia, José Agustín Paz. En verdad, la desporporción de las garras hace pensar que su autor concibió la pieza con ese efecto visual y und estino preciso, quizó par aoclocarse en un sitio elevado, formando parte de un programa artístico de mayor envergadura. En la litografía de Pedro Gualdi de 1841 se púede advertir, sobre el pabellón del estado central, un altorrelieve con el escudo nacional a manera de punto focal, que impone su presidencia simbólica en medio del gran hemeciclo que daba asiento y cobijo a los representantes de la nación. Recuérdese, además que ese mismo congreso había sancionado mediante un decreto respectivo al antiguo jeroglífico fundacionald e México como las nuevas armas o escudo oficial de la federación que se llamaba, así misma, Estados Unidos Mexicanos. De esta suerte se pretendía, sobre todo en la ideología radical de la facción yorkina, restituir la legitimidad y soberanía del antiguo imperio mexicano derrocado por los españoles, en un intento más simbólico que jurídico de darle continuidaed histórica. Sin mebargo, desde las banderas del grito de Dolores de 1810, la primera Junta Gubernativa de Zitácuaro de 1811.
Dada la calidad del material y elcuidado acabado de la textura y delineación así como la propia iconografía nacionalista, aparte de la referencia documental antes citada de 1833, es indudable que se trata de un obra original, del autor y por entonces sin parangón en el medio artístico mexicano. En efecto, la estancia de Labastida en el taller parisino de su maestro italiano bernanrd Nicolo Raggi, oriundo de Carrara y la estadía del mismo artista en esas antiguas canteras italianas, le dieron al discíopulo la habilidad necesaria paropia de un oficio de tan larga tradición y tan cargado de requerimientos técnicos para sonseguir el desbaste del mármol blanco. Así tambien, el forzoso contacto que tuvo con los ecor de toda la parafernalia napoleónica e sposible que haya dejado huella en este trabajo alegórico, muy apropiado par ala conmmeoración partriótica de aquellos años y la dignificación de las armas nacionales. Estás han sido siemrpe la figura representativa y convocante del Estado-nación mexicano, pero que entonces, en aras de cosneguir la integración nacional, era menester potenciar.
Ésta es la única obra de labastida que no aparece tasada en el avalúo de 1867. De una manera que no deja de ser confusa, poir negarle originalidad, Manuel G. Revilla consignó esta obra en el número 90 de su catálogo y sobre todo por que entonces la daba por faltante en las galerías de la Academia. Desde 1970 pasó a ser acervo del Instituto Nacional de Bellas Artes. En 1986 raiz de la exposición La lotería de la Academia fue rescatada de las bodegas en INBA donde se encontraba almacenada y al año siguiente, ingresó a la exhibición permanente del Museo Nacional de Arte
Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 121