Las ciencias naturales se consolidaron como disciplinas científicas en el siglo XIX, teniendo un auge inusitado durante el periodo positivista, a finales de la centuria. Los conponentes del planeta se clasificaron en los reinos mineral, vegetal y animal. Los científicos estudiaron el reino mineral a partir de la morfología y conformación de terrenos y subsuelos: la geología y la mineralogía estudiaron y clasificaron las características de estos materiales en diversas localidades, siendo registrados por artistas como José María Velasco.
El altiplano del Anáhuac o del Valle de México se conformó a partir de las dinámicas tectónicas que recrearon la Sierra Madre Oriental, la Occidental y el Eje Neovolcánico con el Popocatépetl, el Iztaccíhuatl y el Ajusco. Las peñas de cantera, los pedruscos de tepetate y los pedregales de basalto y tezontle, así como sus cordilleras interiores, como la de Guadalupe, y cerros como el de Chapultepec, el Tepeyac, el de la Estrella y el Peñón de los Baños fueron motivo de inspiración para el paisajista italiano Eugenio Landesio y su generación de discípulos – entre quienes el más destacado fue Velasco – en la antigua Academia de San Carlos. Las expediciones al campo permitieron a estos pintores entender y representar la naturaleza rocosa en su constante dinámica.
El concepto y proceso de invención en el trabajo de Bosco Sodi, mediante de la naturalización de rocas, empata con la concepción geológica en la que el tiempo y transformación, por diferentes agentes, modelan las formas. El sentido místico del monolito es entendido simbólica y estéticamente Sodi. El hombre interviene la materia pétrea al igual que los agentes de la tierra, dejando una huella.