Descripción
Dispuesto en tres dimensiones, conforme a otros esquemas compositivos del mismo pintor, san Buenaventura se encuentra en su lecho de muerte al centro del primer plano. El tercer definidor de los franciscanos parece incorporarse, con las manos en oración, para corresponder, así, a la llegada de la Sagrada Forma. Un dosel resguarda la cama tras de la cual asoman tres de sus correligionarios que, con velas en las manos, asisten a su superior en este trance. Las sandalias al lado de la cama subrayan el carácter doliente de la escena. También en el primer plano, a la izquierda y bañados por una fuente de luz lateral, dos individuos hincados, con traje talar, gesticulan en actitud sorpresiva (uno de ellos, con esclavina roja y roquete, es Pierre de Tarentaise, cardenal de Ostia y arzobispo de Lyón); en el lado derecho, también de rodillas, se encuentra otro grupo de espectadores: el rey don Jaime I de Aragón y Cataluña eleva la vista, ataviado con coraza militar, capa y gorguera. A sus espaldas aparecen cuatro frailes más de rostro triste o azorado y que también portan sus candelas.
San Buenaventura es con todo el rostro más vigoroso y expresivo, amén de una aureola dorada de forma radial que lo destaca en forma aún más luminosa. El pontífice Gregorio X, tonsurado y con hábito, le procura el viático y es el único personaje que permanece de pie. Sostiene en sus manos un gran copón, al tiempo que eleva la hostia y luce la riqueza y textura de sus ornamentos.
También se ve otra escena eucarística en menor escala en un recuadro, que hace las veces de una ventana lateral, fugada a la derecha: un sacerdote oficia ante la mesa del altar al tiempo que contempla un crucifijo colgado bajo un dosel. A su lado, un ángel, con los paños en vuelo, proporciona la comunión al mismo san Buenaventura, que la recibe de rodillas.
En las alturas y al centro se enseñorea una gran paloma, la del Espíritu Santo manifestado, que llena de luz el espacio y despeja en forma circular los bancos de nubes antes oscuros y cerrados. Allí toman asiento cuatro "ángeles músicos", dos a cada lado, que tañen una viola, un arpa, una vihuela y un violín. Visten elegantes brocados y lucen sus cabelleras rizadas y esponjadas, uno de ellos se muestra particularmente sonriente y mofletudo.
Comentario
Conforme al esquema narrativo de una escena de "buena muerte" o "muerte ejemplar", Xuárez introduce un tema eminentemente sacramental y contrarreformista: el que exalta los beneficios espirituales de recibir el viático con oportunidad y decoro. En este cuadro se recoge un pasaje portentoso, ocurrido durante los últimos momentos de la vida de san Buenaventura (1221 - 1274). Postrado por la excesiva carga de trabajo que le acarreó la celebración del concilio ecuménico de Lyón (Francia), el "seráfico doctor" quedó impedido de recibir oralmente la comunión debido a que la garganta se le había ocluido de tanto hablar en público. Ante ese impedimento, se obró el siguiente prodigio en el cuerpo del agonizante: la hostia saltó del copón, se elevó al centro y por último se le incrustó en el pecho ante la mirada atónita de los allí presentes. Entre los asistentes más notables destacaban el rey Jaime I, el papa Gregorio X (de quien no queda claro si fue quien le administró el viático y el sacramento de la extremaunción), Pierre deTarentaise, cardenal de Ostia y arzobispo de Lyón, cuyas jerarquías se pueden reconocer en el lienzo según cada atuendo. La misión más delicada de san Buenaventura fue persuadir a los nuncios de la Iglesia griega para que se plegasen de nuevo al mando de Roma y, llevada a buen término esta encomienda, predicó en la misa pontificia el sermón que celebraba ese pacto de concordia. Acto seguido cayó enfermo quien, además, era considerado el "alma" de aquel concilio.
El recuadro del fondo alude a otro pasaje eucarístico significativo en la trayectoria de su vida: el fraile se consideraba indigno de recibir la comunión por lo que Cristo, para manifestarle su confianza, envió a un ángel que se la llevó a hurtadillas del hermano oficiante. Se dice que este ángel "robó" un trozo de hostia de la mesa de consagración ante el desconcierto y admiración del sacerdote. Este pasaje puede tenerse como una metáfora premonitoria del asunto central, que también destaca las virtudes, llevadas a la práctica y en momentos decisivos, del más grande de los misterios sacramentales.
La composición de la escena parece derivar de un grabado de Adriaen Collaert. Este recurso pictórico que juega con dos dimensiones en el tiempo y en el espacio
¿ m u y del gusto zurbaranesco pero sobre todo introducido en la pintura de Juan de las Roelas¿ también lo emplea el artista en dos de sus famosos cuadros, que al parecer hacían pareja según me lo ha referido Rogelio Ruiz Gomar: los Santos Justo y Pastor y San Alexo, de 1653, procedentes de la Profesa y hoy en la Pinacoteca Virreinal de San Diego. En realidad estas descripciones bidimensionales recuerdan las famosas estampas del padre jesuita Jerónimo Nadal.
La presencia central de la paloma del Espíritu Santo constituye también un atributo tradicional de san Buenaventura vinculado con el trabajo de su pluma, ya que sus escritos eran considerados ¿ lo mismo que los de santo Tomás de Aquino ¿ como inspirados por la sabiduría de esta manifestación divina. Los coros angélicos subrayan la acción litúrgica que Xuárez vuelve a repetir en El martirio de san Lorenzo, y guardan enorme semejanza con dos célebres pinturas andaluzas: La circuncisión de Juan de las Roelas de 1604 en la iglesia de la Anunciación de Sevilla y el Martirio de san Andrés del Museo de Bellas Artes de la misma ciudad, también de Roelas. El zurbaranismo de José Xuárez no ha dejado de llamar la atención de críticos y estudiosos, no tanto en sus aspectos compositivos como en el tratamiento realista de los paños y sus reflejos lumínicos; ello abre una gran incógnita acerca de la formación profesional del artista. Aunque influido por su padre y por el sevillano Sebastián López de Arteaga, no hay duda que Xuárez logró adueñarse de un dibujo preciso y personal, una pincelada vigorosa y algunos efectos de luz sorprendentes.
San Buenaventura, llamado "el seráfico doctor", era egresado de la Universidad de París y fue el personaje de mayor estatura intelectual de esta orden, en sus inicios mendicante, concebida por su fundador como alejada de los estudios universitarios o la especulación teológica. No obstante, el santo fue el creador de los colegios de estudios franciscanos y compartía, desde su tiempo, el mismo prestigio que tuvo su amigo y coetáneo Tomás de Aquino: "doctor seráfico y doctor angélico" les llamará Roma en la segunda mitad del siglo XVI cuando, en plena Contrarreforma, sus respectivos escritos serán nuevamente valorados y esgrimidos como apología. Su influencia entre los religiosos misioneros de la Nueva España fue muy amplia dada la gran difusión de su pensamiento cristocéntrico, de espiritualidad mística y estrechamente vinculado a la difusión evangélica. Traigamos a cuento que el mismo colegio de San Buenaventura de Sevilla no sólo era el centro máximo de estudios teológicos en la península, sino que fue allí precisamente donde Zurbarán y Francisco Herrera el Viejo participaron en un gran proyecto de mecenazgo decorativo que llevaba por tema principal la vida del santo titular (1628-1629).2 Valga añadir que la iconografía buenaventuriana es muy abundante a partir de su canonización en 1482, aunque casi siempre se le encuentra de forma individualizada o intemporal, revestido como doctor y/o cardenal de la Iglesia. Las series narrativas, salvo la mencionada, tenida como la primera y más importante, son del todo excepcionales. Incluso en el arte novohispano las escenas del "doctor seráfico" también son escasas, por ahora tan sólo podemos referirnos a un par en donde aparece nuevamente en el momento de recibir la Eucaristía por mano angélica, y a la que ya habíamos aludido en forma secundaria: Juan Correa firmó una semejante para la sacristía del templo de Santa Clara de Querétaro y Miguel Cabrera para la sacristía de San Francisco de San Luis Potosí (mal identificada como san Bernardo). También en 1722 Antonio de Torres ejecutó una versión más para la sacristía de la iglesia de San Francisco del Colegio de Guadalupe en Zacatecas (dato que agradezco al maestro Rogelio Ruiz Gomar). En este contexto, pues, debe valorarse nuevamente la calidad plástica, ambición histórica y singularidad iconográfica de la obra que custodia el Museo Nacional de Arte.
Se sabe por una referencia de don Bernardo Couto que este enorme lienzo era parte de una trilogía de frailes "ministros" que vestía el cubo de la escalera principal del convento grande de San Francisco de México: "Tengo también por de José Juárez, aunque no están firmados, los tres grandes lienzos que hay en San Francisco en la escalera que sube de la sala De Profundis y representan milagros del santo fundador y del beato Salvador de Orta. El estilo me parece todo de este pintor. Aquellos cuadros son de bastante mérito."3 Ha corrido con suerte esta identificación, que sólo estaba circunscrita a estos dos personajes y donde no se menciona a san Buenaventura, como si hoy constituyeran una serie de tres episodios en el que quedara incluido el cuadro de marras. Sin embargo, si se lee con cuidado una noticia de fray Agustín de Vetancurt en su crónica provincial del Santo Evangelio de México de 1698 (reproducida por Ramírez Aparicio en 1862) se advierte que la serie ocupaba dos de las cuatro escaleras que, en distintos lugares del convento, llevaban el nombre del mismo titular del lienzo; es decir, esta obra de Xuárez se alojaba en un cubo distinto, aislada del resto y rodeada de un programa escultórico e iconográfico muy complejo: "Tiene quatro escaleras principales: al entrar de la Portería esta una con tres ramales de escalones a S. Buenaventura dedicada, con tres lienzos de su vida que la adornan, el techo de artezon dorado con las ocho Virtudes de reliebe y el Espíritu Santo en medio pendiente q las corona; en los quatro ángulos los quatro Pontífices de la Religión, de Talla entera con las Tiaras en las manos como que al Santo las ofrecen; en las quatro pechinas los quatro más célebres Authores de la Orden: Scoto, Lyra, Alexandro de Ales, y S. Antonio, de pinzel todo, cubierto de plomada, obra que hizo y dedicó el M. R. P. Fr. Buenaventura de Salinas a expensas de Bienechores, con una Missa dorada de cinquenta pesos cada año que en la misma escalera el día de San Buenaventura se canta con su responso; en el primer descanso está una puerta grande, y dos pequeñas por donde se entra a una Capilla de doce varas en quadro a Nuestra Señora de Aranzazu dedicada, tiene dos Altares a los lados; uno de N. P. S. Francisco, y otro de S. Buenaventura, de talla entera con sus retablos, en las repizas de los quatro ángulos quatro lienzos: de N. P. Santo Domingo, S. Francisco, S. Agustín, y S. Ignacio, el techo de lazos dorados con los ocho atributos de la Virgen de medio reliebe por artezon, y en medio un lienzo de la Assumpcion de N. Señora, q a la perspectiva parece que va penetrando las nubes para el Cielo, todo cubierto de plomada, con una tribuna, y su organo en ella, donde se entra por la sala de ordenación, y con otra puerta baja que va al Noviciado, y por ella salen los Novicios a rezar el Officio de Nuestra Señora en alabanza. Oy pertenece al Capitan Antonio Calderón."4 Como se aprecia, la escalera "de la portería" dedicada a san Buenaventura era el sitio donde se alojaba este lienzo que, además, estaba acompañado de otros dos ahora extraviados. La escalera de la sala De Profundis que desembocaba a la sacristía y a la que se refería Couto era el lugar donde colgaba otra de las tres grandes obras de Xuárez que han llegado hasta nosotros: "Las otras tres escaleras no son de menos arquitectura, y adorno; una q vaja a la de Profundis, cuyo espacio ocupa un lienzo grande del tránsito de N. P. S. Francisco, y al otro lado de su tamaño en proporción otro lienzo de los milagros del B. Fr. Salvador de Orta."
San Salvador de Horta curando a los eirfermos y San Francisco de Asís resucita al niño de la manzana (de la que no hay mención) pertenecen a la Pinacoteca de San Diego y fueron restaurados en fecha reciente. De su emplazamiento original salieron a ocupar el cubo de la Academia de San Carlos (allí sí estuvieron reunidas las tres) y de ahí pasaron al acervo del Instituto Nacional de Bellas Artes. El lienzo de La última comunión de san Buenaventura estuvo mal identificado desde que Diego Angulo lo titulara en su libro sobre el Arte hispanoamericano como La comunión Je san Salvador de Horta. Debido a su delicado estado de conservación fue intervenido en abril de 1980 en los talleres del INBA.5 Ingresó al Museo Nacional de Arte procedente de la Pinacoteca Virreinal de San Diego en 1982.
Jaime Cuadriello.
Inscripciones
Acabado el Concilio. Adolecio de muerte,y no pudiendo recebir el Viatico por su gran flaquera, se le Va la hostia al coraron y Comulga por el pecho.
Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 132, 134, 137 y 301
Descripción:
"El cuadro está dividido en dos niveles: en el inferior, un grupo de hombres – arrodillados unos, de pie otros, asombrados todos – es testigo de un milagro: una hostia sale del cáliz que sostiene uno de quienes asisten a san Buenaventura, enfermo durante la celebración del Concilio de Lyón. Ante la mirada atenta del grupo, la hostia se desplaza hasta entrar por el pecho del santo, pues éste, débil por la enfermedad, no podía recibirla de otro modo. En la hostia se dibuja con caridad la imagen del cuerpo de Cristo en la cruz. Mientras esto sucede, en la parte superior del cuadro irrumpe en la luminosidad dorada del cielo la paloma que representa al Espíritu Santo, rodeada por cuatro ángeles músicos que tocan diversos instrumentos, los de la izquierda llevan guitarra y arpa, mientras los de la derecha, mandolina y violín. El dosel de la cama de san Buenaventura divide ambos mundos.
Es notoria la organización en registros. El eje vertical pasa por el Espíritu Santo, que es el centro y coincide con la cara atónita del franciscano que ve pasar la hostia en su recorrido hacia el pecho del santo.
En el fondo, en el lado derecho de la parte media, una escena perfora el espacio plástico proponiendo otra narración: como la humildad de Buenaventura no le permitía comulgar porque se consideraba indigno, Cristo envió a un ángel, quien robó un trozo de hostia para dárselo al franciscano. San Buenaventura, de rodillas, recibe la hostia de la mano del ángel, mientras un sacerdote eleva los ojos hacia la cruz, admirado por el milagro del que es testigo. Así, nuevamente aparece el recurso del cuadro dentro del cuadro para narrar otro paisaje milagroso.
Frente a la presencia de tantos personajes importantes y la trascendencia de lo que está ocurriendo, la humildad de las sandalias de Buenaventura, a un lado de la cama, reclama mayor atención, pues se convierten en otro atributo del santo franciscano." p. 131
"Además de la escena milagrosa, en esta obra está presente la profunda discusión sobre la transubstanciación. El concepto de unión mística, la verdadera presencia de Dios en el pan y en el vino de la Eucaristía, provocó la dogmática polémica entre católicos y protestantes." p. 133
"Debido a la infinidad de zonas con faltantes, se decidió devolverle a la obra su unidad plástica, reintegrando color primero con acuarela y luego con óleo.
Los restauradores consideraron que el soporte era una tela muy especial, de tejido muy cerrado con 34 hilos de trama y seis de urdimbre únicamente.
La obra se encuentra colocada en la sala de pintura novohispana del siglo XVII del Museo Nacional de Arte y si bien en la ficha técnica ya se ha corregido su identificación, en la guía que publicó ese museo (ca. 1986) aparece la fotografía con el nombre de "La comunión de San Salvador de Horta" y en el texto se hace referencia a aquellas obras en las que se pretende exaltar la incuestionabilidad [sic] de los sacramentos y se pone como ejemplo esta pintura "donde el fraile se encuentra en el supremo trance de la muerte, uniéndose a Dios por última vez gracias a la Eucaristía (el Viático)". En cambio, en el catálogo publicado por el mismo museo en 1999, Jaime Cuadriello insiste en la plena identificación del tema como La última comunión de san Buenaventura, en profunda relación con las escenas de "buena muerte" o "muerte ejemplar". p. 135-136