Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 62-63
Descripción:
"… una buena parte de la producción artística del periodo posrevolucionario, y particularmente la pintura de caballete, privilegia –a diferencia de Revueltas- una visión idealizada del campo, sin la presencia de indicadores de la tecnología moderna. De un lado, esta postura –enfocada a la representación de escenas y actividades del ámbito rural que remiten a un entorno agrícola premoderna – busca fomentar una iconografía tendiente a zurcir las heridas sociales y promover una integración de clases alrededor de una ideología incluyente de "lo mexicano"; así, busca apaciguar las tensiones de la burguesía con el campesinado, que se había asociado con una imagen amenazante de insurgente. Por otro lado, esta iconografía remite a una creciente nostalgia por la sencillez de la vida rural y la seguridad de los espacios y tiempos tradicionales frente a la acelerada transformación de la cultura material, el crecimiento de la población urbana y la consecuente transformación de la naturaleza del trabajo y la vida cotidiana, a la par de las divisiones políticas e ideológicas que fueron surgiendo a lo largo de la primera mitad del siglo XX.
En la creación y difusión de estas imágenes, tuvieron un papel primordial las Escuelas de Pintura al Aire Libre, que –como ya se ha mencionado- se establecieron primero entre 1913 y 1914 en Santa Anita como una alternativa de enseñanza extramuros dentro del programa de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Resucitaron en 1920 después de la Revolución con una nueva generación de artistas en formación, e impulsaron el desarrollo de una iconografía que resaltaba temas rurales y la revaloración de la arquitectura virreinal. Hacia 1925, varios de los jóvenes artistas entrenados en la segunda etapa de las Escuelas se ocuparon de la dirección de sus diversos planteles, que se fueron estableciendo en diferentes zonas alejadas del centro de la ciudad; se dio un giro en la orientación de las escuelas hacia la enseñanza de niños jóvenes para promover una valoración estética de su entorno, con un énfasis en la expresión más que en valores formales. La obra generada en este periodo es diversa en estilo, pero en general con una característica más naïf y a menudo burda. A través de su difusión a nivel nacional e internacional en la segunda mitad de los años veinte, las Escuelas de Pintura al Aire Libre se convirtieron en uno de los mayores emblemas de la política educativa y artística del México posrevolucionario.
Ramón Cano Manilla y Ezequiel Negrete encontraron sus vocaciones artísticas en el contexto de estas escuelas después de un breve paso por los métodos tradicionales. Cano, quien se integró al ámbito de la plástica ya como adulto, fue alumno de la Escuela de Chimalistac y luego de la de Coyoacán bajo Alfredo Ramos Martínez, mientras que Negrete ingresó a la Escuela de Xochimilco dirigida por Rafael Vera de Córdova. Arrieros (1923) de Cano Manilla refleja un acercamiento a la vida rural que en su temática costumbrista y pintoresca recuerda la obra de Chapman, pero cuyo tratamiento formal le imprime un cargo afectivo muy diverso. El tamaño más reducido del lienzo, el manejo de colores saturados y la perspectiva poco profunda, así como la escala más imponente delas figuras en primer plano, producen una relación de mayor intimidad con lo representado. Asimismo, la descripción detallada de la pequeña caravana de campesinos subraya que el campo, además de su belleza física, constituye un ámbito de trabajo. La factura deliberadamente más burda y los colores enaltecidos recrean no una ilusión naturalista sino el aspecto decorativo de la cotidianidad rural. Aquí, al igual que en la sombras de Negrete como Al amanecer labores (1955), La cosecha de maíz (1958) y Labores en el campo (1958), la descripción detalla da de la naturaleza revela la compenetración y conocimiento de lo propio, y el trabajo en el campo se presenta como una actividad placentera en un entorno familiar y apreciado."
(Cordero Reiman, Karen, 2003, p. 56-57, 60)
Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 62-63
Descripción:
"… una buena parte de la producción artística del periodo posrevolucionario, y particularmente la pintura de caballete, privilegia –a diferencia de Revueltas- una visión idealizada del campo, sin la presencia de indicadores de la tecnología moderna. De un lado, esta postura –enfocada a la representación de escenas y actividades del ámbito rural que remiten a un entorno agrícola premoderna – busca fomentar una iconografía tendiente a zurcir las heridas sociales y promover una integración de clases alrededor de una ideología incluyente de "lo mexicano"; así, busca apaciguar las tensiones de la burguesía con el campesinado, que se había asociado con una imagen amenazante de insurgente. Por otro lado, esta iconografía remite a una creciente nostalgia por la sencillez de la vida rural y la seguridad de los espacios y tiempos tradicionales frente a la acelerada transformación de la cultura material, el crecimiento de la población urbana y la consecuente transformación de la naturaleza del trabajo y la vida cotidiana, a la par de las divisiones políticas e ideológicas que fueron surgiendo a lo largo de la primera mitad del siglo XX.
En la creación y difusión de estas imágenes, tuvieron un papel primordial las Escuelas de Pintura al Aire Libre, que –como ya se ha mencionado- se establecieron primero entre 1913 y 1914 en Santa Anita como una alternativa de enseñanza extramuros dentro del programa de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Resucitaron en 1920 después de la Revolución con una nueva generación de artistas en formación, e impulsaron el desarrollo de una iconografía que resaltaba temas rurales y la revaloración de la arquitectura virreinal. Hacia 1925, varios de los jóvenes artistas entrenados en la segunda etapa de las Escuelas se ocuparon de la dirección de sus diversos planteles, que se fueron estableciendo en diferentes zonas alejadas del centro de la ciudad; se dio un giro en la orientación de las escuelas hacia la enseñanza de niños jóvenes para promover una valoración estética de su entorno, con un énfasis en la expresión más que en valores formales. La obra generada en este periodo es diversa en estilo, pero en general con una característica más naïf y a menudo burda. A través de su difusión a nivel nacional e internacional en la segunda mitad de los años veinte, las Escuelas de Pintura al Aire Libre se convirtieron en uno de los mayores emblemas de la política educativa y artística del México posrevolucionario.
Ramón Cano Manilla y Ezequiel Negrete encontraron sus vocaciones artísticas en el contexto de estas escuelas después de un breve paso por los métodos tradicionales. Cano, quien se integró al ámbito de la plástica ya como adulto, fue alumno de la Escuela de Chimalistac y luego de la de Coyoacán bajo Alfredo Ramos Martínez, mientras que Negrete ingresó a la Escuela de Xochimilco dirigida por Rafael Vera de Córdova. Arrieros (1923) de Cano Manilla refleja un acercamiento a la vida rural que en su temática costumbrista y pintoresca recuerda la obra de Chapman, pero cuyo tratamiento formal le imprime un cargo afectivo muy diverso. El tamaño más reducido del lienzo, el manejo de colores saturados y la perspectiva poco profunda, así como la escala más imponente delas figuras en primer plano, producen una relación de mayor intimidad con lo representado. Asimismo, la descripción detallada de la pequeña caravana de campesinos subraya que el campo, además de su belleza física, constituye un ámbito de trabajo. La factura deliberadamente más burda y los colores enaltecidos recrean no una ilusión naturalista sino el aspecto decorativo de la cotidianidad rural. Aquí, al igual que en la sombras de Negrete como Al amanecer labores (1955), La cosecha de maíz (1958) y Labores en el campo (1958), la descripción detalla da de la naturaleza revela la compenetración y conocimiento de lo propio, y el trabajo en el campo se presenta como una actividad placentera en un entorno familiar y apreciado."
(Cordero Reiman, Karen, 2003, p. 56-57, 60)