Museo Nacional de Arte

El buen pastor




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El buen pastor

Fotografía: David Álvarez Lopezlena Retoque fotográfico: Perla Godinez Castillo

El buen pastor

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

En medio de un paraje arbolado y tras el remanso de un río, Jesús carga sobre los hombros una oveja sujeta por las patas, al tiempo que eleva la vista a los cielos en actitud de dar gracias. Va descalzo y viste con túnica, un gran manto azul y sombrero de ala. Un numeroso rebaño se coloca atrás de su figura; algunas ovejas, muy pachonas y mansas, parecen reconocer a su guía y otras se encaminan en sentido contrario dándole la espalda. Al fondo a la izquierda se distinguen una cabaña, una cascada y un hombre rústico que sostiene y contempla una piel de oveja.

Comentario

Por voluntad expresa de Jesús recogida en el Evangelio según san Juan (10, 1-21), la parábola del Buen Pastor se convertía en retrato del Mesías: "Yo soy el buen pastor; el buen pastor que da la vida por sus ovejas. Pero el mercenario, y el que no es el propio pastor, de quien no son propias sus ovejas, en viendo venir al lobo, desampara a las ovejas, y huye." De ahí la popularidad de esta metáfora didáctica y salvífica y la preferencia que muestra el

Redentor por la oveja perdida y descarriada, pero sin dejar de poner en resguardo al resto. En fin, una metáfora de la misericordia que Dios reserva para el hombre pecador. A diferencia del hombre "mercenario" que las descuida (en esta obra aludido en la figura masculina de la cabaña), y que se percata, al ver la piel de cordero entre sus manos, de los estragos que causa el lobo pero también de su propia cobardía. El tema fue muy apto para proclamar la filosofía del "libre albedrío" y la misericordia conforme al didactismo del barroco. A ello dieron pábulo dos célebres composiciones de Martín de Vos, grabadas por Raphael Sadeler, una de las cuales parece ser el motivo inspirador de la presente obra (compárese la solución de manos y pies). Una de las primeras representaciones novohispanas de este tema, que es muy propio del discurso moralizante, redentorista y cristocéntrico de la Contrarreforma,1 es la tela que José Rogelio Ruiz Gomar atribuyó a Luis Xuárez y que se encuentra en el Museo de Churubusco.2 Sin embargo, no parecen ser muy abundantes otros ejemplos análogos en la pintura del siglo XVII, a diferencia de la centuria siguiente, en la que Miguel Cabrera y su generación harán todo un estereotipo de esta parábola, muy gustada entonces por el ambiente bucolista en que se desarrolla y porque, además, hacía pareja a la nueva devoción mariana de la Divina Pastora.

  Por una lamentable confusión en los pies de ilustraciones de La pintura en México de Manuel Toussaint, El Buen Pastor fue adjudicada a Juan Nepomuceno de Sáenz (discípulo de Ximeno y Planes activo entre 1790 y 1818). En realidad, este cuadro anónimo de dibujo cuidado y cromatismo opaco, es un buen ejemplo de la pintura novohispana de los albores del siglo XVIII y, por lo tanto, resulta imposible reconocerla como propia del más aventajado seguidor del academicismo del maestro valenciano. Sáenz realizó en 1818 una obra similar, pero a una escala mucho mayor, para la capilla del Rosario en la parroquia de Zacualpan de Amilpas, Morelos, de ahí la probable confusión. Esta hace pareja con la imagen de san Juan Nepomuceno y pueden calificarse entre lo mejor de su producción.

  Procede de las antiguas colecciones de la Academia y forma parte del acervo constitutivo del Museo Nacional de Arte desde su fundación en 1982.