Se trata de un
tomo de medio pliego que mide 3 2 X 2 2 cm, empastado en piel y en el lomo
grabada la palabra OCIOS. Consta de 147 fojas numeradas por el mismo autor, de
las cuales sólo 107 están escritas por ambas caras. Como bien se aclara en la
portada, los textos se acompañan de docena y media de viñetas de muy distinto formato,
hechas a la acuarela y tinta, y distribuidas conforme los temas de que se ocupa
el autor. En la última de forros está adherido un impreso a plana entera. Todo
en perfecto estado de conservación.
En 1796 el
artista celayense Francisco Eduardo Tresguerras, residente entonces en la ciudad
de Querétaro, comenzó a escribir una suerte de autobiografía, colección de
poemas y crítica de arte que llamó: Ocios literarios y otras piezas
apologéticas (hoy en el Fondo Reservado de la Biblioteca Nacional). Se trata
de un manuscrito misceláneo de 200 fojas en un cuarto donde refundió poesías y
prosas varias que, en distintos borradores, venía mostrando a sus contertulios
desde años atrás. En 1962 fue publicado íntegramente por el Instituto de Investigaciones
Estéticas de la UNAM con prólogo, transcripción y notas del historiador
Francisco de la Maza.1 En realidad, las
tres cuartas partes de este documento están redactadas en forma de autodefensa profesional,
en tono jocoserio, y responden a los libelos difamantes de sus adversarios y
colegas.
Quizá agotado el primer cuaderno justo al
finalizar el siglo XVIII, Tresguerras inició en 1801 la escritura del presente
tomo, ahora con formato de medio pliego, y lo tituló de un modo similar, aunque
por su carácter y contenido difiere en mucho del sentido apologético y
beligerante del primero; sin olvidarse, claro está, del carácter memorioso del
género autobiográfico: el uso de la primera persona.
Ambos están
escritos en letra muy menuda, casi siempre de molde, formando gruesos párrafos
interrumpidos por notas eruditas y múltiples llamadas cómplices que, por
entonces, tan sólo entendían sus amigos y conocidos.
Para hacer más enfático este registro de su
vida y de sus desvelos poéticos solía aliñar el texto con hermosas viñetas,
realizadas con soltura y gracia: primero hacía los trazos abocetando con lápiz
o tinta, enseguida aplicaba más tinta con una pluma de canutillo y luego, con
pinceles muy finos, en algunos casos "iluminaba" a la acuarela; es
decir, coloreaba pacientemente figuras y fondo usando con destreza esta técnica
que no admite correcciones. Aparte de mostrar virtud e ingenio, algunas viñetas
pueden tenerse como composiciones temáticas con valor plástico por sí mismas y
otras como autorretratos que ilustran algunos episodios, reales o ficticios, en
los que el artista se halló involucrado. La afición por la escritura la
conservó hasta su muerte, ocurrida a causa de la primera epidemia de colera
morbus, que asoló al país en 1833; y hasta donde se tiene noticia se trata
del primer artista mexicano que narró en forma directa o alegórica "su
vida" y que, como puede constatarse, es tanto una confesión de su amor por
las artes como un desahogo personal. La autobiografía es un género que se
constituye y populariza como tal en el Siglo de las Luces y obedecía
paradójicamente al espíritu crítico y racional de entonces, pero también a
motivaciones meramente pasionales.
Es evidente que Tresguerras estaba muy
consciente del valor literario y documental de sus textos. En su testamento fue
muy cuidadoso al encomendar a sus herederos su custodia y conservación:
"Los escritos por mí ya un por mi mano, jamás se vendan sino que por mi
memoria guárdense por mi familia y descendientes." Y a continuación pasaba
a describirlos: "Un tomo de cuarto titulado Ocios de Tresguerras y algunas
piezas apologéticas, otro con el mismo título en pasta y medio pliego, con
muchas arregladas pinturas y en lo más verso." Ambos manuscritos son,
pues, complementarios, aunque no puede decirse propiamente que el segundo se
trate de la continuación de un proyecto unitario o narrativo, menos aún dado el
contenido mucho más diverso de sus materias.
Al dar a las prensas el primer manuscrito, el
doctor De la Maza se había percatado antes que nadie de la intrincada cultura
literaria de Tresguerras, así como de su personalidad artística tan compleja y
señera, y es por eso que lo consideraba tan importante tanto para la historia
de las letras mexicanas como para la del arte. La reciente aparición de esta
parte inédita, pues, debe celebrarse como un hecho afortunado ¿e insólito¿ para
la historiografía de ambas ramas de las humanidades.Es, además, un producto
caligráfico muy pulcro, con muy pocas enmendaduras o autocensura; y lo mismo
puede decirse de la cuidada ortografía y la abrumadora cantidad de notas y
apostillas que salpican los párrafos.
En comparación con el tratamiento monocromático
del primer volumen, es sorprendente la calidad y precisión que Tresguerras ha
alcanzado en el dominio del dibujo y el colorido. No pueden equipararse en
viveza y variedad: este tomo es la mejor prueba para confirmar su fama de
dibujante que, pese a sus críticos, siempre le había acompañado y que él mismo
se encargaba de pregonar. La diferencia entre el número de fojas escritas y
vacías se explica por la inesperada muerte de su autor quien, al parecer,
escribió la totalidad de este libro a lo largo de tres decenios y ya
reinstalado en la ciudad de Celaya.
También contrasta el contenido mucho más diverso
e informal de este tomo, es, propiamente, más una "libreta" artística
y miscelánea. No obstante su carácter vario, es indudable que todo el trabajo
responde a la máxima horaciana que seguía cualquier artista culto del
Renacimiento y del barroco: Ut pictura poesis, erit (Que la pintura sea
poesía), tal como señala el epígrafe de la portada. En este contexto, no es
casual que aquí aparezcan, en los flancos, presidiendo la carátula, las
personificaciones iconológicas de la Pintura y la Poesía con sus atributos en
mano y señaladas, además, por los trofeos respectivos que descansan en unas
ménsulas, mismas que hacen marco a un mascarón que es, sin duda, la manifestación
solar de un Apolo musageta y radiante.2 Con ello quiere decir que sus trabajos
plásticos y poéticos constituyen un solo universo artístico. Otras viñetas intentan
denotar ¿casi siempre mediante la interrelación emblemática de un mote, una
figura y un comentario¿, todo el mensaje ejemplar, amoroso o religioso de los Ocios.
A lo largo de sus apretadas fojas, se pueden
enumerar alrededor de sesenta "entradas" o cambios de asunto, mismos
que guardan generalmente un orden cronológico, por lo que, en contraste con el
tomo primero, aquí se diluye el sentido convencional de una organización
capitular o episódica. Es imposible hacer aquí un listado o descripción pormenorizado
de cada parte, pero sí conviene reseñar brevemente algunos temas, motivos y
asuntos allí referidos. No se trata de un índice con pretensión de organizar
"su materia" sino tan sólo de una pauta informativa: prólogo y tres
epígrafes; una colección de siete emblemas de asunto fúnebre, amoroso, sacro y
moral; una serie de poemas pastoriles y eróticos; los correspondientes "envíos"
o respuestas de los amigos poetas que celebran sus creaciones; varias décimas y
sonetos para acompañar imágenes de devoción y una pira funeraria; décimas para
un vi a crucis; un discurso fúnebre y el proyecto de un cenotafio con el
retrato de su joven amigo, el poeta fray Manuel de Navarrete; unos comentarios eruditos
sobre la lengua y la historia; poemas que celebran el estreno de templos, capillas
y retablos; oraciones piadosas a la Dolorosa y santa Margarita; un obituario de
celayenses ejemplares y famosos; una relación histórica y crítica de la guerra de
Independencia; una colección de 3 2 proverbios o refranes con sus equivalentes emblemas
a modo de "programa" pictórico; letra y música para tres salves y un
motete; una memoria de la Jura de Independencia en Celaya; una narración ejemplar
llamada "pasaje verdadero y horroroso sobre la muerte improvisa de un hombre
descuidado"; cinco "pitipiezas" o cuadros históricos sobre las
atrocidades cometidas por los sanguinarios insurgentes y realistas, una sátira
contra la "madrastra doña España"; el epitafio de Albino García, y la
apología del padre Morelos. En la obra en verso pueden encontrarse romances,
silvas, sonetos, décimas y odas.
Confiado en "la estimación que pide el
agradecimiento paternal", Tresguerras creía conveniente preservar sus
escritos de la dispersión y el olvido. Todavía en 1842 don Manuel Payno, de
paso por Celaya, hizo una visita a casa del artista y por cortesía de sus hijas
revisó algunos escritos que allí se encontraban. Es posible suponer que para
hacer el esbozo biográfico que publicó en el tomo II del Museo mexicano
(donde también dio a conocer la llamada "Carta autobiográfica")
tuvo en sus manos este documento. De la Maza tuvo noticia de este tomo y otros
papeles tresguerrianos gracias a un informe escrito por el arquitecto Federico
Mariscal en 1931, entonces su propietario, y que dice a la letra: "El libro
manuscrito que también luce viñetas, las mejores y más bien dibujadas, revela
el entusiasmo de Tresguerras por el movimiento de la Independencia de la N. E.
, pues en él defiende con gran ardor a los que abrazaron esa causa. Contiene
este libro además, muchas composiciones religiosas u oraciones en verso, dos
salves y un motete al Niño Jesús, con la música también compuesta por
Tresguerras y 33 proverbios comentados en verso.
Entre las notas
hay una última relativa al insurgente Albino García, en que hace referencia a
las autoridades que había en Celaya en 1831; por tanto este libro fue de lo
último que escribió este notable artista." Nunca más el arquitecto
Mariscal se ocupó de estos asuntos así como de facilitar su consulta.
Informes recabados del último propietario de
los Ocios señalan que pasó a poder del doctor Efrén Núñez Mata como un
obsequio del coleccionista Salomón Hale. Luego de ser puesto a la venta, el
Museo Nacional de Arte emprendió las gestiones necesarias para adquirirlo, lo
que se consiguió en 1993, mediante la ayuda del Fondo Nacional para la Cultura
y las Artes.3
NOTAS
1 Francisco
Eduardo Tresguerras, Ocios literarios, edición, prólogo y notas de
Francisco de la Maza, México, IIE-UNAM, 1962.
2 Este mismo
elemento lo usará en el pórtico del teatro Alarcón de San Luis Potosí,
construido el año de 1826.
3 Los dos
manuscritos tresguerrianos fueron reunidos en la exposición Juegos de
ingenio y agudeza: La pintura emblemática de la Nueva España, México, Museo
Nacional de Arte, INBA, noviembre de 1994- marzo de 1995.