Descripción
Cristo de pie y santo Domingo de Guzmán arrodillado se encuentran en el primer plano de la composición, en cuyo fondo se dibuja un paisaje esquemático y convencional.
El santo lleva el hábito blanco y negro de la orden de Predicadores, sus brazos se abren a la altura del pecho y el rostro y la mirada se levantan hacia un plano superior. En la frente se ve la estrella que surgió cuando lo bautizaron y se golpeó con la pila, como franca metáfora de su destino. A su lado, vestido de blanco, cubierto con una capa roja cuya tela se mueve en profundos pliegues, Jesucristo eleva uno de sus brazos para señalar a su madre. En sus manos se ven los estigmas. La cabeza de Cristo está rodeada por una intensa aureola y el pelo y la barba castaños sombrean el rostro sagrado, una de tantas convenciones usadas por Cabrera en su práctica de la pintura. Una nube enmarca su cuerpo, lo que explicaría el movimiento de la capa, pues pone énfasis en un sentido de aparición milagrosa.
En el registro superior de la obra, todo el grupo, formado por María y diez personajes, está asentado sobre un gran banco de nubes. Una enorme capa azul, con forro rojo, se abre bajo el impulso de dos angelitos que la sostienen, con ayuda de los brazos de la Virgen, que también se abren sobre las cabezas de los personajes arrodillados bajo el manto. María está parada sobre una media luna, sus pies se apoyan sobre las cabecitas de cinco tronos. Va vestida con una larga túnica rosa sobre la que se dibujan granadas que dan la apariencia de una tela rica. La cabeza esta coronada, y por detrás de la misma resplandecen las estrellas que la enmarcan. Cinco monjas profesas de la orden aparecen del lado derecho, de rodillas, con las manos unidas o cruzadas frente al pecho, todas ven hacia la Virgen, al igual que tres de los frailes dominicos arrodillados del lado izquierdo, con excepción del último, que mira hacia el espectador y que quizá se trate del patrono de la obra: fray Vicente Castrejón. A su lado, arrodillado y de perfil, en una actitud que parece un poco forzada en relación con el resto, se ve otro hombre vestido con una sotana secular, trazado con dibujo duro y cerrado.
Comentario
Miguel Cabrera pintó otras obras con el mismo tema, como el Patrocinio de san José (colección Bello de Puebla), donde puso especial atención en los retratos, y el Patrocinio de la Virgen sobre la Compañía de Jesús (en la iglesia de Tepotzotlán). Aunque el motivo del patrocinio sea el mismo, la intencionalidad en las obras es totalmente diferente, tal como puede verse en la jesuítica, donde la Virgen lleva a Jesús en sus brazos y Dios Padre y el Espíritu Santo completan la presencia de la Trinidad.
San Gabriel y san Miguel son quienes sostienen el manto de la Virgen que cobija a los miembros de la orden. Estos aparecen arrodillados pero distantes, en cambio los dominicos parecen estar en una cálida cueva formada por la Virgen y su manto. La cercanía no se debe solamente a un mayor despliegue compositivo o al tamaño de la obra, sino a la necesidad de buscar el divino cobijo en un momento de profunda crisis, cuando la orden y el convento de Tenango, que habían fundado en el siglo XVI, enfrentaban violentos embates secularizadores.
Así debió sentirlo el patrono de la obra, el fraile dominico Vicente Castrejón, quien en ese momento era vicario, cura y predicador general de Tenango, según dice la inscripción que se encuentra en el borde inferior de la tela. Este fraile criollo6 en 1737 fue asignado al convento de San Juan Bautista Tenango, donde permaneció durante 34 años. Primero fue presidente ¿es decir estuvo a cargo del gobierno de la casa¿ y ministro ¿ a las órdenes de un vicario¿, cargos que ocupó hasta 1749. En el Capítulo de la orden de Predicadores de 1752 ya aparece como párroco y predicador general, cargos que mantuvo hasta su muerte, acaecida alrededor de 1771. Como era frecuente en ese periodo de intensa campaña para la secularización de las parroquias en la arquidiócesis de México, después de la muerte del fraile, el convento de Tenango fue secularizado el 15 de noviembre de 1771.
El proceso de secularización se inició con una real cédula de 1749, que recordaba que las parroquias habían sido asignadas a los frailes solamente hasta que hubiera un clero diocesano calificado disponible. Con la conducción del virrey y del arzobispo Manuel Rubio y Salinas (1749-1765) comenzó un proceso de identificación de las parroquias vacantes o asignadas "sin la debida formalidad", y en segundo lugar de aquéllas donde había fallecido el cura. En algunos casos se concedieron plazos de veinte años y con frecuencia se pospuso la acción hasta cuando el cura doctrinero abandonaba su cargo o moría, que considero es lo sucedido con San Juan Bautista Tenango. Ante lo que consideraron un ataque, los frailes se defendieron y se declararon "mártires de la envidia". El virrey Revillagigedo y el arzobispo Francisco Antonio de Lorenzana (1766-1772) coincidieron en la aplicación de un intenso programa secularizador. Aunque muchas parroquias fueron transferidas a la administración diocesana sin mayores incidentes, en ocasiones algunos frailes "promovieron intencionalmente la protesta política entre la feligresía" y "ciertos feligreses indios ansiaban decididamente a su doctrinero y reaccionaron ante su posible salida con conmovedoras peticiones que reafirmaron la retórica mendicante de una edad de oro que se desvanecía". Una similar actitud podría haber conducido al fraile y a la comunidad de Tenango a financiar el pago de la pintura encargada al pintor más famoso de la época. Si se toman en cuenta las asignaciones y cargos del fraile dominico mencionadas en la inscripción de la obra, que comenzaron en 1752, y la muerte de Miguel Cabrera, que tuvo lugar en México el 16 de mayo de 1768, antes de la secularización del convento, las fechas de ejecución de la pintura oscilan entre
1752 y 1768. Por lo tanto, ¿quién es el sacerdote secular que se encuentra en el lado izquierdo de la obra? Hipotéticamente, se puede proponer que se trata del primer cura secular de Tenango, quien se hizo "agregar" a la obra por otro pintor, ya que Cabrera había muerto unos años antes. Trató de asegurar así, por medio de la fuerza de la imagen, la legitimidad del proceso de secularización y la continuidad de las actividades parroquiales bajo la nueva administración diocesana. Es posible que, mal identificada, se trate de la pintura que ya aparece en los inventarios de las Galerías de la Academia en 1879, donde la relacionan con La Virgen de la Merced.
En cambio, en el inventario de las Galerías de Pintura realizado en 1916, aparece en la lista de las obras que estaban destinadas a los estados, pero, como es sabido, algunas fueron intercambiadas, como los óvalos de Miguel Cabrera que fueron a la catedral de México. La pintura tiene el número 188 y lleva por título "Advocación del predicador Fr Vicente Castrejón, Cura de Tenango". En el inventario de 1917, bajo el número 870, la obra se registra enrollada en un cilindro de madera.
Inscripciones
[En el margen inferior:]
A dev". di R P Predicador Gen1. Fr. Vicente Castrejón Vic°. y Cura de Tenango.