Una familia indígena surca un canal de aguas verdosas en una trajinera, por el noreste del Valle de México. Traen gruesos ramos de zempasúchil, la tradicional flor de los muertos en el 2 de noviembre. La embarcación parece moverse por su propio impulso, nadie boga, y todas las figuras adoptan una actitud meditabunda y pasiva.
De derecha a izquierda, se acomodan una mujer sentada, vista de tres cuartos por la espalda, quien en su rebozo trae liada a una criatura dormida; una niña, también sentada en el piso de la trajinera, mira de frente hacia fuera del cuadro; un joven de camisa y calzón de manta blanca, de pie y cargado con un gran ramo de flores; un anciano de pie, con el remo sobre el hombro; y un segundo anciano sentado en la popa con la cabeza gacha y los ojos cerrados.
Detrás de esta embarcación serpentea un tren de canoas colmadas de flores, al frente de las cuales va un joven indio accionando una pértiga impulsora.
El agua del canal inunda toda la superficie del cuadro y sólo se abre en el ángulo superior derecho, para mostrar la ribera coronada a lo lejos por un cerro, acaso el de la Estrella.
En el Día de Difuntos, una familia lleva una ofrenda de flores a sus muertos. Se hallan todos presentes en la trajinera, desde el recién nacido hasta el anciano. Se trata de una variante del motivo de "las tres edades" (niñez, juventud, ancianidad), muy frecuente en la iconografía finisecular, del que Herrán tiene un dibujo acuarelado con el mismo tema y título.
El horizonte cerrado por las aguas verdosas torna la experiencia inescapable: todos rinden tributo a la muerte. Así, un tema costumbrista, que en las representaciones del siglo XIX era sólo "pintoresco", se potencia de hondas resonancias alegóricas y subjetivas, tal como lo prescribía la estética simbolista imperante en la vuelta del siglo.
Las obsesiones y los temas cosmopolitas del modernismo en su primera fase (aquél que protagonizaran escultores como Jesús Contreras, Enrique Guerra o Fidencio Nava y pintores como Julio Ruelas y Roberto Montenegro), han quedado completamente naturalizados. Esta es una de las obras ejemplares del nacionalismo modernista.
Procede del Museo de Arte Moderno, INBA de donde ingresó al Museo Nacional de Arte en 1982 como parte de su acervo constitutivo.
Fausto Ramírez
BIBLIOGRAFIA FUNDAMENTAL
Ramírez, Fausto. "Notas para una nueva lectura de la obra de Saturnino Herrán", en Saturnino Herrán. 1887-1987. Catálogo de la exposición en el Museo Nacional de Arte, INBA, 1987/1988.
Ramírez, Fausto. "El modernismo, estilo cosmopolita (1890-1914): La expresión de una profunda crisis cultural", en Salas de la colección permanente, siglos XVII al XX. Museo Nacional de Arte, INBA, México.
Ramírez, Fausto. "El nacionalismo modernista (1906-1920): En busca del alma nacional", en Salas de la colección permanente, siglos XVII al XX. Museo Nacional de Arte, INBA, México.
En 1904 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Fue un alumno destacado y recibió menciones honoríficas en diversos cursos. En 1910 rechazó una beca para estudiar en Europa y ocupó un puesto de dibujante en la Inspección de Monumentos Arqueológicos, al tiempo que aceptó el nombramiento de profesor de dibujo en la Escuela Normal para Maestros, así como posteriores cargos en la Escuela Nacional de Bellas Artes, mismos que desempeñó hasta que enfermó y falleció. La ofrenda es una obra representativa del nacionalismo modernista, en la que está presente la estética del simbolismo cargada de alegorías.
El autor, mediante un tema costumbrista, presenta un asunto universal, es decir, una metáfora del devenir de la vida. Una trajinera surca las aguas de un canal, cuyo destino final es ofrendar flores a los muertos. Tres personajes son relevantes para el significado inmerso en el lienzo: un pequeño, un joven -figura central y protagonista- y un anciano, quienes transitan por la vida, cada uno en su diferentes etapas pero todos con el mismo destino: la muerte. Los personajes están ensimismados y pasivos, lo cual podría traducirse como la actitud resignada del indígena mexicano de otras épocas. El zempasúchitl, la colorida ofrenda, así como la camisa y el calzón blanco del joven dan luz y vitalidad a la pieza, elementos compositivos que a su vez guardan un significado alegórico. La ofrenda está firmada y fechada: "S. Herrán 913" en el ángulo inferior izquierdo; fue comprada en 1910 por el gobierno e ingresó a la ENBA en 1914 como préstamo, con la intención de sustituir el cuadro El trabajo, pieza con la cual Herrán se sentía mal representado, debido al poco mérito que para él tenía esa pintura. A la muerte del autor, su viuda solicitó la devolución de La ofrenda; después de una valuación, la pieza fue comprada mediante autorización presidencial y se integró de manera oficial al INBA. Proviene del Museo de Arte Moderno y forma parte del acervo constitutivo del MUNAL desde 1982.
Ana Celia Villagómez
Una familia indígena surca un canal de aguas verdosas en una trajinera, por el noreste del Valle de México. Traen gruesos ramos de zempasúchil, la tradicional flor de los muertos en el 2 de noviembre. La embarcación parece moverse por su propio impulso, nadie boga, y todas las figuras adoptan una actitud meditabunda y pasiva.
De derecha a izquierda, se acomodan una mujer sentada, vista de tres cuartos por la espalda, quien en su rebozo trae liada a una criatura dormida; una niña, también sentada en el piso de la trajinera, mira de frente hacia fuera del cuadro; un joven de camisa y calzón de manta blanca, de pie y cargado con un gran ramo de flores; un anciano de pie, con el remo sobre el hombro; y un segundo anciano sentado en la popa con la cabeza gacha y los ojos cerrados.
Detrás de esta embarcación serpentea un tren de canoas colmadas de flores, al frente de las cuales va un joven indio accionando una pértiga impulsora.
El agua del canal inunda toda la superficie del cuadro y sólo se abre en el ángulo superior derecho, para mostrar la ribera coronada a lo lejos por un cerro, acaso el de la Estrella.
En el Día de Difuntos, una familia lleva una ofrenda de flores a sus muertos. Se hallan todos presentes en la trajinera, desde el recién nacido hasta el anciano. Se trata de una variante del motivo de "las tres edades" (niñez, juventud, ancianidad), muy frecuente en la iconografía finisecular, del que Herrán tiene un dibujo acuarelado con el mismo tema y título.
El horizonte cerrado por las aguas verdosas torna la experiencia inescapable: todos rinden tributo a la muerte. Así, un tema costumbrista, que en las representaciones del siglo XIX era sólo "pintoresco", se potencia de hondas resonancias alegóricas y subjetivas, tal como lo prescribía la estética simbolista imperante en la vuelta del siglo.
Las obsesiones y los temas cosmopolitas del modernismo en su primera fase (aquél que protagonizaran escultores como Jesús Contreras, Enrique Guerra o Fidencio Nava y pintores como Julio Ruelas y Roberto Montenegro), han quedado completamente naturalizados. Esta es una de las obras ejemplares del nacionalismo modernista.
Procede del Museo de Arte Moderno, INBA de donde ingresó al Museo Nacional de Arte en 1982 como parte de su acervo constitutivo.
Fausto Ramírez
BIBLIOGRAFIA FUNDAMENTAL
Ramírez, Fausto. "Notas para una nueva lectura de la obra de Saturnino Herrán", en Saturnino Herrán. 1887-1987. Catálogo de la exposición en el Museo Nacional de Arte, INBA, 1987/1988.
Ramírez, Fausto. "El modernismo, estilo cosmopolita (1890-1914): La expresión de una profunda crisis cultural", en Salas de la colección permanente, siglos XVII al XX. Museo Nacional de Arte, INBA, México.
Ramírez, Fausto. "El nacionalismo modernista (1906-1920): En busca del alma nacional", en Salas de la colección permanente, siglos XVII al XX. Museo Nacional de Arte, INBA, México.
En 1904 ingresó a la Escuela Nacional de Bellas Artes. Fue un alumno destacado y recibió menciones honoríficas en diversos cursos. En 1910 rechazó una beca para estudiar en Europa y ocupó un puesto de dibujante en la Inspección de Monumentos Arqueológicos, al tiempo que aceptó el nombramiento de profesor de dibujo en la Escuela Normal para Maestros, así como posteriores cargos en la Escuela Nacional de Bellas Artes, mismos que desempeñó hasta que enfermó y falleció. La ofrenda es una obra representativa del nacionalismo modernista, en la que está presente la estética del simbolismo cargada de alegorías.
El autor, mediante un tema costumbrista, presenta un asunto universal, es decir, una metáfora del devenir de la vida. Una trajinera surca las aguas de un canal, cuyo destino final es ofrendar flores a los muertos. Tres personajes son relevantes para el significado inmerso en el lienzo: un pequeño, un joven -figura central y protagonista- y un anciano, quienes transitan por la vida, cada uno en su diferentes etapas pero todos con el mismo destino: la muerte. Los personajes están ensimismados y pasivos, lo cual podría traducirse como la actitud resignada del indígena mexicano de otras épocas. El zempasúchitl, la colorida ofrenda, así como la camisa y el calzón blanco del joven dan luz y vitalidad a la pieza, elementos compositivos que a su vez guardan un significado alegórico. La ofrenda está firmada y fechada: "S. Herrán 913" en el ángulo inferior izquierdo; fue comprada en 1910 por el gobierno e ingresó a la ENBA en 1914 como préstamo, con la intención de sustituir el cuadro El trabajo, pieza con la cual Herrán se sentía mal representado, debido al poco mérito que para él tenía esa pintura. A la muerte del autor, su viuda solicitó la devolución de La ofrenda; después de una valuación, la pieza fue comprada mediante autorización presidencial y se integró de manera oficial al INBA. Proviene del Museo de Arte Moderno y forma parte del acervo constitutivo del MUNAL desde 1982.
Ana Celia Villagómez