Museo Nacional de Arte

Exvoto del alférez Diego de la Parra




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Exvoto del alférez Diego de la Parra

David Álvarez Lopezlena

Exvoto del alférez Diego de la Parra

Artista: AUTOR QUERETANO SIN IDENTIFICAR (siglo XVIII)   ((activo en el siglo XVIII))

Fecha: ca. 1711
Técnica: Óleo sobre tela pegado en masonite
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA
Descripción

Descripción

Frente a la reja del coro bajo de las monjas clarisas de Querétaro, desfallece el alférez real de la ciudad don Diego de la Parra, quien era, además, administrador de las crecidas rentas de esta clausura femenina. Colocado en un sillón frailuno de cuero y clavazón, ha sido víctima de una suerte de apoplejía, seguida de un vómito de sangre. Cosa que se hace muy evidente al espectador por el "fluxo" que escurre por las ropas y el charco rojo y viscoso que se ha formado en el suelo tablerado; además, un paño manchado de sangre cuelga de una banca frontera. Viste todavía a la moda austríaca, de negro, medias del mismo color, zapatos de hebilla y moño y puños de encaje blanco. El pelo largo y partido en dos es también una nota de los usos de la antigua dinastía. El sombrero de ala ancha y copa baja permanece en el suelo. Tras de él, un hombre joven sostiene su cabeza abatida, de rostro ceroso y mortecino y párpados semicerrados. Este ayuda viste de forma menos elegante, usa el pelo largo y no oculta su expresión de tristeza; su sombrero está tirado en el ángulo inferior izquierdo. Una mujer de rasgos e indumentaria mestiza con las manos crispadas y el rostro acongojado se integra a este grupo.

  En estos tres personajes se hace evidente el esfuerzo del pintor, no sólo por caracterizar el estado de ánimo sino de retratar tipos específicos y diferenciados. Cosa que no sucede en el grupo de religiosas franciscanas, todas profesas, con velo y toca y cuyas fisionomías son uniformes. Para contrarrestar los efectos de este percance, las clarisas del Destierro. Lo que ha tenido buen efecto, pues, luego de su ataque, el alférez se incorporó y recuperó la salud en tan sólo un par de horas, tal como reza el rótulo puesto al calce. 

Comentario

Mientras cumplía con sus oficios de mayordomo del acaudalado y ¿real¿ convento de Santa Clara  --haciendo del coro un locutorio improvisado--, el alferéz sufrió este percance, brusco y repentino, que lo puso al borde de una ¿muerte súbita¿, algo muy temido en el mundo colonial ya que sus víctimas no alcanzaban el beneficio de los sacramentos, como la confesión y la extremaunción.

  El pintor suprimió, contraviniendo la clausura que imponía la regla, el velo negro que impedía mirar en ambas direcciones a través de la regla, el velo negro que impedía mirar en ambas direcciones a través de la reja, pero sin duda fue una licencia pictórica para mostrar al espectador cómo obró la portentosa intervención de la imagen de la Virgen del Destierro. Se trata de un grupo que remite a un pasaje de la huida a Egipto, en donde la Virgen, coronada, y su Niño en el regazo montada en una mula. San José, apoyado en su vara florecida y cubierto por un regazo montan en una mula. San José, apoyado en su vara florecinda y cubierto por un siombrero peregrino, conduce al grupo. Merced a un grabado dieciochesco publicado por Rodolfo Anaya Larios, ahora se sabe que esta imagen gozó de veneración y fama no sólo entre las monjas sino entre el pueblo queretano en general.1 Pese a su origen desconocido, tal parece que desde 1689 era una imagen eficaz para la sanación de ¿energúmenos y endemoniados¿ y que, además de salir en procesión, llegó a tener una capilla particular en los patios interiores del monasterio.2 No es remoto, entonces, suponer que este testimonio de agradecimiento fuese destinado para lucir en un muro interior del templo o la clausura conventual. Ya en el siglo XIX el título de esta devoción se había corrompido, y se le llamaba simplemente Los Desterrados de Santa Clara, y en nuestros días no ha quedado rastro de ella.

  Los exvotos piadosos y narrativos, entonces encargados en lienzos de grandes dimensiones, tomaron carta de popularidad novohispana en los albores del propio siglo XVII, asociados a las muchas devociones locales y a la creciente religiosidad corporativa, cosa que dio sustento a los talleres pictóricos de todo nivel y los arraigó al sitio. El alférez, pues debió llamar a uno de los escasos maestros queretanos activos por entonces, quizá Miguel Martínez Pocasangre, quién sería muy conocido en la región por sus grandes murales para la contemplación de penitentes asilados en el Santuario de Atotonilco. Una comapración estilística así nos lo parece. Este ejemplo es quizá el más antiguo en su contexto regional y también es precursor de los muy afamados e interesantes exvotos que ya en los años cuarenta de este siglo pintara Tomás Xavier de Peralta para los benefactores y colegialas del beaterio de Santa Rosa de Viterbo de la misma ciudad (uno los cuales también ofrece una curiosa escena de la comunidad reunida en el coro bajo).

  Considerando, pues, un ejemplo temprano en su género, el Exvoto del alférez Diego de la Parra  también debe tenerse como una obra excepcional en la misma gestuación de la importante escuela queretana del siglo XVII, que hasta hoy comienza a su valorada y estudiada. Pese a su carácter vernáculo e improvisado, también admite algunos refinamientos pictóricos, patentes en la ambientación de la escena, el efectismo de los hilos de sangre y en las diversas expresiones de dolor y compunción que lo animan.

  La obra formó parte de un lote de obras queretanas extraídas de su lugar en forma ilegal y enviadas a California, Estados Unidos. Durante el sexenio de Miguel Alemán fueron restituidas a México en virtud de un convenio y las gestiones de Fernando Gamboa. Procedente de la Oficina de Registro de Obras del Instituto Nacional de Bellas Artes, ingresó al Museo Nacional de Arte en 1986.

Inscripciones

El Aljez Diego de la Parra. Admin0r., / de el R1. Convento de N. M. Sta. Cía / ra de Jesús de Que., en 24 de Sepe. / de 1J11 a. estando en Rexa le Sovre / bino Repentinamce, unjluxo

de San / gre por la Voca de que Dudaron 0 / learlo por thenerlo por muerto y, / al Patrosinio de la Virgen SSma, de el / Destierro, que Ynvocaron las Reli / giosas Volvio en si dentro de Dos ho / quedando Sano.