Descripción
Con los ojos cerrados y empuñando una rosa entre sus manos, el niño Eustaquio Martínez Negrete aparece en este retrato de medio cuerpo. La expresión de reposo está enmarcada por el cuidadoso peinado y las cejas bien delineadas. Está vestido con una camisa color azul de finos pliegues al centro del pecho y en la parte superior de las mangas; un cuello blanco de puntas largas y amplias, y pantalones blancos con botones laterales negros.
Comentario
El retrato funerario infantil en México está relacionado con la iconografía del tránsito al cielo de la Virgen María y los niños santos. Gutierre Aceves ha identificado dos modelos dentro de la producción pictórica de la época colonial: en uno los niños aparecen como vivos y su muerte está indicada por la flor en la mano y por la inscripción; en el otro aparecen dispuestos para su velación con el traje que identifica a algún santo, a la Virgen de la Inmaculada Concepción o bien alguna orden religiosa.
En el retrato de Eustaquio Martínez Negrete, el pintor se aleja del modelo rococó intentado en la imagen de la niña Gutiérrez y utiliza el esquema de la figura recortada sobre un fondo neutro; la atención está concentrada en el dibujo del rostro. Los ojos cerrados, las manos entrelazadas y la rosa del jardín doméstico, que se interpreta como silencio, así como la ausencia de referentes espaciales, lo elevan a un plano entre la tierra y el cielo, como corresponde, según el rito católico, a los niños que por morir antes de los doce años son llamados angelitos.
Eustaquio Martínez Negrete fue el tercer hijo del matrimonio integrado por Francisco Martínez Negrete y María Josefa Alva Ortiz de Rosas. Su padre, originario de Vizcaya, fue uno de los empresarios más influyentes de Guadalajara entre 1840 y 1870, participando en actividades comerciales, industriales y financieras. Fue accionista importante en la fundación de la fábrica textil La Prosperidad Jalisciense y en la de papel de El Batán en 1840. Fue propietario de las haciendas de Cuisillos y Buenavista, y un activo agente social del grupo oligárquico al que perteneció; siempre supo acomodarse a las circunstancias políticas prevalecientes, por lo que fue tesorero de la Compañía Lancasteriana en 1842 y miembro de la asamblea departamental en 1846, en este último cargo renunció a su dieta para que fuera empleada en obras de beneficencia.5
Eustaquio fue el varón primogénito del segundo matrimonio de don Francisco Martínez Negrete. Tal vez esta circunstancia explique por qué, además de este retrato, sus padres solicitaron al pintor otra versión en la que el niño aparece como si estuviera vivo: de pie, con los ojos abiertos, viste el mismo traje, en la mano izquierda lleva un juguete de madera conocido como balero o capirucho y en la derecha un bonete rojo. El juguete es el atributo infantil por excelencia, de modo que el pintor cumplió con el encargo de realizar una imagen para la celebración de sus días felices y otra como recuerdo de su muerte.