Museo Nacional de Arte

San Juan Evangelista




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San Juan Evangelista

San Juan Evangelista

Artista: AGUSTÍN BARRAGÁN   (1833 - 1903)

Fecha: 1857
Técnica: Yeso patinado
Tipo de objeto: Escultura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripcion

 

San  Juan aparece representado como un joven de larga cabellera ondulada, dividida en dos mitades simétricas. Está de pie, con la cabeza ligeramente girada a la izquierda y vuelta hacia arriba. Viste una túnica ligera, con un manto terciado sobre hombro y cayéndole en pliegues diagonales y verticales, que le confieren volumen a la par que un solemne aliento clásico. En la mano izquierda sostiene una tableta, sobre la que se dispone a escribir con un estilo que porta en la mano derecha; su actitud sugiere la de un iluminado que está cumpliendo con una orden superior. A sus pies, sobre su flanco izquierdo, se halla posada un águila, con la mirada hacia arriba, dirigida en apariencia al rostro del evangelista.


 

Comentario

 

En el  catálogo correspondiente a la décima exposición (diciembre de 1857) se consigna esta composición original de Barragán, "pensionista en esta Academia", de la manera que sigue:

 

Desterrado S. Juan a la isla de Patmos, recibe orden de escribir las cosas que había visto. Esta estatua lo representa en pie en el momento de ser inspirado; se prepara a consignar en el escrito los prodigios que se le han manifestado, a su lado está el águila, símbolo de sus elevadas producciones, altura 1 vara 22 pulgadas.

 

Llama desde luego la atención el hecho de que san Juan esté representado en edad juvenil, no obstante que se supone haber emprendido la redacción tanto del cuarto de los Evangelios como del Apocalipsis a una edad muy avanzada. Por eso, Francisco Pacheco, uno de los tratadistas e iconólogos más influyentes del arte español, prescribía que "en todas estas historias se ha de pintar anciano y venerable.

AIberto Durero, en cambio, lo pintó "mozo" en su Apocalipsis, fundado en otra tradición: la de que, por haber conservado toda su vida la virginidad, debía de representársele "mancebo"; y, más todavía porque, al ser martirizado por orden de Domiciano echándolo en una tina de aceite hirviendo, salió de allí "más puro y resplandeciente, y con más vigor que había entrado". Fue después de haber salido indemne de este martirio cuando se le desterró a la isla de Patmos, donde tendría las visiones y revelaciones que habría de consignar en el Apocalipsis. Tal sería la tradición iconográfica que respetó el discípulo de Vilar.

Es posible, con todo, que el modelo de la estatua, así en lo iconográfico como en algunos aspectos formales, haya sido la colosal escultura homónima que forma parte del Apostolado en la basílica de San Juan de Letrán en Roma, tallada por Camillo Rusconi, en 1713. Este conjunto, de dimensiones colosales (cada figura marmórea sobrepasa los 4. 5 metros), ha sido considerado como el encargo escultórico más importante en la Roma dieciochesca.4  Su bien ganada reputación se dejó sentir en México: tanto el San Juan como el San Pablo, y quizá también el San Pedro, de Barragán remiten a este modelo prestigiado. Más aún, cuando a principios del siglo XX el obispo Ignacio Montes de Oca emprendió la redecoración, exterior e interior, de la catedral de San Luis Potosí, encargó a Roma copias reducidas de aquel Apostolado para decorar los nichos de la fachada.

 La estatua de Barragán ofrece, con todo, diferencias importantes con la de Rusconi: lo más notorio es la atemperación del dinamismo y la contención de las masas corpóreas con respecto al modelo barroco; también el águila emblemática ha pasado del flanco derecho al izquierdo de la figura, y perdido también mucho de su fiereza y majestad (ahora, con las alas recogidas y su aspecto minúsculo, parece una suerte de pájaro domesticado). El volumen y la amplitud de los paños se han estrechado, con arreglo a la sensibilidad clasicista, y se ha simplificado el contrapposto, o contraste direccional de los miembros del cuerpo (por ejemplo, el leve giro a la izquierda de la cabeza coincide con el rumbo dado a la pierna y el pie del mismo lado). La sobria retórica gestual contribuye igualmente al efecto de recogimiento: se ha perdido la impresión de deslumbramiento del modelo romano, y el evangelista, con gesto diligente y severo, se dispone a cumplir llanamente con el mandato divino. Es, pues, un hombre entregado a su tarea, y sólo la elevación de su mirada (una mirada virtual, obviamente, puesto que no tiene marcadas las pupilas) y el significado emblemático del águila que lo flanquea (capaz de remontarse más alto que cualquier otra ave y aun de mirar el sol del mediodía), sugieren las alturas teológicas y la complejidad enigmática que singularizan sus escritos.

En el acostumbrado sorteo de obras, adquiridas al efecto por la Academia para premiar a los suscriptores al final de las exposiciones en tiempos de Clavé y Vilar, el San Juan Evangelista le tocó en suerte al señor Ignacio Baz.5 Pero, en junio de 1860, la estatua de Barragán fue canjeada al señor Baz por una copia de la popular Vista de Holanda, de Tetar van Elven, a solicitud de Vilar y con la aprobación del director, Bernardo  Couto. De esta manera, pasó a formar parte del acervo de la Academia de San Carlos.

   

Inscripciones

(En la parte posterior de la base, ángulo inferior izquierdo:)

A. BARRAGAN

 

Notas

 

1 Manuel Romero de Terreros (ed.), Catálogos Je las exposiciones Je la antigua Academia Je San Carlos de México (1850-1898), México, IIMINAM, 1963, p. 265, núm. 32.

2 Francisco Pacheco, Arte de la pintura, edición, introducción y notas de Bonaventura Bassegoda i Hugas. Madrid, Cátedra, 1990, p. 673.

3 Ibid., pp. 670-673).

4 Véase Frederick den Broeder, "The Lateran Apostles. The Major Sculpture Commíssion in Eighteenth-Century Rome", en Apollo, mayo de 1967, pp. 360-365.

5 Romero de Terreros, op. cit., p. 293. No sabemos la cifra exacta que la Academia había pagado por adquirirla para el sorteo; sólo tenemos la cantidad global por 21 obras (entre ellas, la estatua de Barragán): 1 146 pesos. Manuel Vilar, Copiador Je cartas (1846-1860) y Diario particular (1854-1860), palabras preliminares y notas de Salvador Moreno, México, IIE-UNAM, 1979, p. 155.

6 Vilar, op. cit., pp. 194 y 248.

7 En el avalúo de las esculturas existentes en la Academia, fechado en 1867, se le asigna un valor de 200 pesos (igual que el San Pablo, al paso que el San Lucas, de Soriano y el San Isidro, de Bellido, según la misma fuente, valían 300 pesos). Véase Eduardo Báez Manas, Guía del archivo Je la antigua Academia de San Carlos, 1844-1867, México, IIE-UNAM, 1976, pp. 384-385, doc. 6708; al San Juan Evangelista  le corresponde el núm. 277, y aparece sin el nombre del autor.