Museo Nacional de Arte

Boceto para el monumento a Francisco Villa




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Boceto para el monumento a Francisco Villa

David Álvarez Lopezlena

Boceto para el monumento a Francisco Villa

Artista: IGNACIO ASÚNSOLO   (1890 - 1965)

Fecha: s/f
Técnica: Yeso patinado
Tipo de objeto: Escultura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Donación Mireille Asúnsolo de Rojo, 1990
Descripción

Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 24

Descripción:

"Asúnsolo se mantuvo lejos de las convulsiones populares; peso a ello fue el cumplido retratista de los más opuestos líderes del proceso político mexicano: Filomeno Mata, Francisco Villa, (FIG. 6) Emiliano Zapata, (FIGS. 7 y 66) Venustiano Carranza, Álvaro Obregón, (FIG. 64) Plutarco Elías Calles, FIG. 63) Lázaro Cárdenas, Manuel Ávila Camacho, Miguel Alemán… (FIG. 8) De casi todos ellos fue amigo o los trato muy estrechamente."

(Tibol, Raquel, 2013, p. 22)

"Al regresar a México, aunque su proceso se bifurca al integrarse a los trabajos de encargo de obra pública que empezarían a fluir y que su economía requería, su actitud formal no se modifica. Justino Fernández señalaba por ejemplo: "A nuestro modo de ver, a Asúnsolo, cuando hace su escultura realista, le falta emoción y sus estilizaciones no puede decirse que acusen originalidad", a pesar de que años más tarde modificó su postura y fue más elogioso, el crítico no pareció considerar en ese momento que el proyecto escultórico a que se refería no se sustentaba en la emoción ni en la originalidad, que para decir lo menos no son necesariamente virtudes. Ese desprendimiento propio de su quehacer como escultor es una de las virtudes que le otorga definición local antes que sus temas y que acelera su integración al arte del siglo XX. Por alguna razón se tiende a creer que la importancia, la fuerza o la calidad de una escultura está vinculada a su potencial para mostrar emoción, cuando es justamente lo contrario; es en su desprendimiento del aspecto emotivo que se transmite emoción. La escultura no deja de ser un objeto inerte: piedra, madera, bronce –con toda la vida interior, real o metafórica-, que dichos materiales puedan encerrar-, la emoción está ligada al observador. En el caso de los retratos, la semejanza no basta para que implique emoción "que es ante todo y por principio un accidente", y si emoción hay, se encuentra en la presencia del observador que la percibe. Nada más fácil en escultura que confundir un efecto emocional con la emoción misma. Es en la materia y en aquello que el escultor añade a través del modelado o sustrae a través de la talla, donde la escultura encuentra su razón de ser.

En Ignacio Asúnsolo la intención no es ideológica: tiene que resolver formalmente cuestiones de ideología, desde luego, pero no procede desde ella. Si observamos con detenimiento la forma en Asúnsolo, el modelado de una mano o un rostro, la cantidad de detalles a menudo literales que se expresan a través de menor textura por oposición a multiplicidad de superficies lisas, la acción sobre la materia remite primero al relieve, más tarde a dos dimensiones para posteriormente acceder al volumen. No se trata de subrayar modelado sobre talla, sino entender que su proceso, que parte del relieve, manifiesta un desprendimiento notable en un tiempo histórico tan agitado y cargado de tendencias fuertemente ideologizadas.

"Por supuesto, la mitología no se constituye con formas puras al contrario, da pie a combinatorias múltiples, a hibridaciones; aunque en muchos casos, las presenta como naturaleza pese a ser sólo imaginario edificado". En ese sentido la obra de Ignacio Asúnsolo, incluso en aquellas figuras sometidas a necesidades alegóricas, es inequívoca porque se sustenta en una coherencia formal interior que remite a la escultura como tal, precede al tema y no se deja dominar por él. Asúnsolo no era un teórico, dependía de una intuición marcada en primer lugar por el placer táctil, y eso puede verse sistemáticamente en casi cualquiera de sus obras. Puede permitirse e incluso requerir de una fuerte carga de hibridación que no debería prestarse a confusión porque es componente de su desapego."

(Zuñiga Laborde, Ariel, 2013, p. 46, 48)