Museo Nacional de Arte

Doctor Leopoldo Río de la Loza




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Doctor Leopoldo Río de la Loza

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Doctor Leopoldo Río de la Loza

Artista: EPITACIO CALVO   (1832 - 1895)

Fecha: 1876
Técnica: Yeso patinado
Tipo de objeto: Escultura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Adjudicación, 1992.
Descripción

Descripción

Con un movimiento de cabeza que parece impulsarle fuera de la basa que lo sostiene, el rostro apergaminado dirige su mirada penetrante al espectador. Con el ceño fruncido, tanto en líneas paralelas a las cejas como en perpendiculares a ellas, la figura parece expresar la satisfacción de haber llegado a esa larga edad con una expresión sonriente. Los labios, a pesar de estar rodeados de múltiples dobleces las mejillas, llevan impreso un leve guiño de complacencia. Los músculos del cuello están marcados en ese estiramiento que deja al descubierto la nuez de Adán, el torso va cubierto con un manto drapeado que lo envuelve y lo dota de movimiento.


 

Comentario

Leopoldo Río de la Loza (1807 - 1876) estuvo vinculado a la Academia de San Carlos como suscriptor en 1852 y 1853 con dos acciones.  En 1856 mantuvo correspondencia con don Bernardo Couto, a quien le propuso diez lienzos de la Archicofradía de Nuestra Señora del Rosario como director de la Escuela de Agricultura.  La propuesta coincide con el momento en que Couto estaba interesado en construir la colección de la antigua escuela mexicana para la Academia. Rescatar el pasado glorioso fue el mejor medio que estos "hombres de bien" tuvieron ante la desintegración del país y las luchas partidistas. Para Couto era imprescindible formar la galería y dejar una constancia escrita de sus estudios sobre la pintura. Río de la Loza, como muchos otros directores de instituciones, cooperó para reunir las pinturas de las archicofradías que se extinguían. También como director de la escuela de Agricultura recibió la visita de don Urbano Fonseca y el maestro de escultura Manuel Vilar para ver las medidas de la capilla donde se colocaría la escultura de San Isidro.

Don Leopoldo nació en la ciudad de México en 1807, hijo de una familia de escasos recursos; su padre se dedicaba a la química. Su biógrafo cuenta que un día, cuando contaba con ocho años de edad, un accidente de laboratorio en la preparación de bicloruro de mercurio causó un incendio y él quedó afectado de una gastralgia tenaz y no duda que haya sido la causa del enfisema que lo llevó a la muerte. Si bien dicho accidente ocasionó también la muerte del padre un año después de acontecido, la familia siguió laborando en el negocio. Río de la Loza ingresó al Colegio de San Ildefonso y se graduó en la escuela de Minas; recibió el título de cirujano en 1833. En 1847 se afilió al batallón Hidalgo. Para 1854 era catedrático y director de la Escuela de Agricultura, y fundó la primera fábrica de ácidos que hubo en México. A partir de 1861 perteneció a la planta de profesores de la Academia, donde recibía un pequeño emolumento, 25 pesos mensuales, como maestro de química y física; ese primer año sólo tuvo cuatro alumnos.6  Otra de sus funciones en la Academia era la de surtir desde su farmacia las sustancias químicas que la institución necesitaba. La botica, llamada La Merced, se encontraba en la Merced de las Huertas y era una de las varias que Río de la Loza poseía.  Como director de la Escuela de Medicina había ofrecido a los alumnos de la Escuela de Bellas Artes el anfiteatro de la escuela para las lecciones de anatomía de las formas.

 

La factura del busto en 1876 coincide con el año de su muerte.  Resulta curioso que don Leopoldo dejara especificaciones precisas de cómo quería ser enterrado.  ¿En el escrito [mandaba] que no se inyectara su cadáver, que después de un lienzo, se le cubriese simplemente con una capa vieja que había usado en otra época su vida",  y así es la representación, fechada en 1876, que Calvo hace de él: el torso desnudo envuelto en una capa. En noviembre de 1877, el ministro de Justicia pide que se saque un bronce de la escultura que la escuela tenía del profesor Río de la Loza. Saber quién lo iba a costear era de suma importancia para que la petición del ministro se cumpliera. El presidente de la República autorizó la petición hecha por los cuerpos científicos de la capital y presentada por los señores Agustín Reyes, Mariano B. Soto y José Donaciano Morales. Se conocen tres copias en bronce del busto. Es factible que tal profusión de copias se deba a que en el momento de su muerte era considerado como "un hombre muy interesante en los anales de la vida en México. El cúmulo de bienes que hizo a la sociedad forman la más brillante página de su historia, que merece trasmitirse a generaciones venideras para que edifiquemos un santuario en donde veneremos al genio científico que ilustró a la juventud mexicana, civilizándola para edades sucesivas."  Y, en efecto, Río de la Loza representó en el porfiriato esas virtudes del héroe civil.  En 1907, Justo Sierra conmemoró el centenario de su nacimiento juntando en una publicación su obra y, en 1914, fue uno de los hombres seleccionados para formar parte del libro Diez civiles notables de la historia patria, que se repartía desde la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes para el uso de los niños y con el que se pretendía enseñarles que los héroes de la Patria, lo eran también los hombres reconocidos por sus obras civiles. A Río de la Loza se le consideraba por su labor en la enseñanza médica, por los avances en salud pública y por el estudio científico de la química, tanto como ciencia pura, como en la aplicación de la química al análisis biológico (precisamente en esas instituciones se encuentran sus bustos).

 

El busto fue hecho por Epitacio Calvo, quien había logrado el segundo lugar para la obtención de la pensión que lo sostendría en Roma. A la renuncia de Felipe Sojo, él fue el afortunado que recibió la pensión que le permitiría estudiar en la Academia de San Lucas. Los apuntes de viaje que hiciera Manuel Vilar para su alumno  nos muestran a detalle las indicaciones de su maestro. Vilar, entre otras cosas, le recomendaba: que todos as días debía leer a fin de instruirse en la historia de las bellas artes, en la geografía, en la historia sagrada, profana y universal y en el conocimiento de los poetas clásicos. Debía comprar las obras ilustradas de escultura como El Museo Vaticano, El Museo Capitolino, El Museo Borbónico de Nápoles; las obras de Thorvaldsen, los trajes de Bonar y La columna trajana y los periódicos ilustrados con las esculturas de los artistas modernos. No se encuentra en su lista de recomendaciones El tratado de las pasiones de Charles Lebrun, que era un catálogo ilustrado de los efectos de las emociones en el rostro humano, y era usado para el estudio de las fisonomías.

 

Calvo regresó a México después de seis años, cuando su pensión terminó, y se hizo cargo durante la Regencia de la clase de ornato y modelado, para lo cual lo habían mandado a especializarse en Milán tras su estancia en Roma. En 1866, durante el Imperio, su nombre apareció en la lista de escultores activos; vivía entonces en la calle de Escalerillas número 7 con su esposa, María Pettesori, un hijo, su madre, su hermana y su madre política, recibía 1200 pesos anuales de sueldo. Al ser llamado a defender el Imperio, se niega por razones de salud. En enero de 1868 se le rehabilitan sus derechos ciudadanos, como a los demás miembros de la Academia que habían servido al gobierno de Maximiliano.

Calvo formó parte de la comisiones que evaluaron y trabajaron en diversos proyectos para monumentos públicos auspiciados ahora por los liberales: el de Hidalgo en Dolores, el de Carlos Salazar y José María Arteaga en Uruapan, el de Cuauhtémoc en la ciudad de México. La lección estaba aprendida, ahora había que formular la historia del lado liberal.

El busto que Calvo esculpiera de Río de la Loza no se inscribe totalmente en la tradición de los bustos que Vilar comenzara y que continuara la primera generación de escultores de la Academia, ya que no se trata de uno de los fundadores. Sin embargo, la forma de la escultura sigue los planteamientos del clasicismo como modelo: el movimiento que Calvo le imprime a la cabeza de Río de la Loza, que pace impulsarse de la base, y el verismo no sólo de las facciones, sino del estado de ánimo, lo acerca a la escultura clásica helenística o a la romana republicana, donde el verismo y la estética de lo feo no están desvinculados.

 

El modelo para la escultura debió ser el conocimiento que los personajes se tenían, pues Epitacio Calvo era maestro de ornato y modelado desde su regreso a México a principios de los años sesenta y Río de la Loza era entonces maestro de física y química. El retrato fotográfico que se tiene del químico pudo servir de base para el busto, sin embargo, Calvo idealiza sus facciones aunque conserva la mirada y lo apergaminado del rostro. El profesor de física y química sería importante para la historia cultural de México en la construcción de la historia liberal y por ello Justo Sierra le organiza su "apoteosis" en 1907. El retrato al óleo que Leandro Izaguirre hiciera para la Escuela de Medicina es más cercano a la fotografía tanto en las facciones, como por el traje que porta. Epitacio Calvo no se atrevió a esculpirlo en su traje cotidiano, sino que lo cubre con la capa que tanto tiempo usó y que lo inmortaliza de una manera clasicista. El busto no aparece en el listado de las obras de la Academia que hiciera don Manuel Revilla en 1905. Se encuentra en la colección del Museo Nacional de Arte desde su fundación. 

 

Inscripciones

 

[En el frente:]

L. RÍO DE LA LOZA

[En el costado derecho, a la altura del hombro:]

E. Calvo / México 1876