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La Academia de San Carlos premiando a sus alumnos




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La Academia de San Carlos premiando a sus alumnos

La Academia de San Carlos premiando a sus alumnos

Artista: JUAN BELLIDO   (1829 - ¿?)

Fecha: 1854
Técnica: Yeso
Tipo de objeto: Relieve
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

 

Dos elementos arquitectónicos flanquean este bajorrelieve de formato horizontal: la izquierda, un pórtico formado por dos columnas con capitel jónico sobre las que se extiende una cornisa en la que se lee: "ESTUDIO" y, a la derecha, un trono también de gusto clásico. Estas dos piezas enmarcan el espacio en el que se encuentran los cinco protagonistas de la obra. A la derecha, se ve una matrona sentada sobre el trono vestida con una túnica clásica y coronada por una diadema. Con la mano izquierda sostiene un bastón de mando y con la derecha coloca una corona de encino como premio a un joven que baja la cabeza ligeramente para recibir su merecida recompensa; en la diestra lleva una escuadra, símbolo de la arquitectura. La posición inclinada de esta figura marca un eje ascendente de izquierda a derecha que da movimiento a la composición a la vez que la divide en dos partes iguales y armoniosas. Detrás del joven arquitecto, se encuentran otros tres jóvenes, quienes han ingresado a este espacio a través del pórtico. La fisonomía de los cuatro jóvenes parece repetirse entre ellos distinguiéndose sólo uno del otro por peinado y por la manera en que portan su corta túnica y por el instrumento representativo de las artes que llevan en la mano: la paleta, el martillo y los buriles.

El bajorrelieve sigue una composición muy socorrida en las obras plásticas del neoclasicismo: las figuras se agrupan unas detrás de otras en forma paralela a la manera de un friso, evocando así las composiciones de los antiguos relieves griegos y romanos.

Comentario

 

La coronación al genio y a la constancia del artista, realizada por musas u otras figuras alegóricas femeninas, fue una imagen recurrente para representar el paso del artista a la inmortalidad, cuyo origen se ubica en la tradición de la fiesta barroca y en las premiaciones reales. Un ejemplo de esta metáfora sería el dibujo de Pierre-Paul Prud'hon L'Apothéose de Racine. Son Génie et Melpoméne le ménent a l'inmortalité, realizado en 1798 y grabado por Henri Marais para una edición de las obras completas del poeta francés editadas entre 1801 y 1805. En él, una mujer se dispone a colocar la corona de la inmortalidad sobre la cabeza del poeta, de la misma manera que Bellido representó a la Academia de San Carlos premiando la perseverancia y el estudio de sus jóvenes artistas en el relieve La Academia de San Carlos premiando a sus alumnos.

Muy cerca de este tema se encuentra también la representación alegórica de la protección que la Academia de San Carlos brindaba a sus discípulos sirvió de asunto por lo menos a tres obras escultóricas en la década de los años cincuenta: La Paz protegiendo de la discordia a los genios de las bellas artes (1852) de Martín Soriano, Le Academia de San Carlos premiando a sus alumnos (18 59) de Juan Bellido y San Carlos Borromeo (1859) de Manuel Vilar.

 

Al lado de Martín Soriano y Felipe Sojo, Juan Bellido conformó la tríada de discípulos más distinguidos de Manuel Vilar en su primera etapa magisterial. Inscrito en la Academia de San Carlos a partir de enero de 1847, Bellido gozó de una pensión por sus aptitudes y aplicación desde enero de 1849 hasta el mes de diciembre de 1857. Este bajorrelieve, realizado durante su octavo año de estudios, es una de las obras de mayor envergadura compositiva que Bellido emprendió bajo la tutela de su maestro.

Cabe destacar que La Paz protegiendo de la discordia a los genios de las Bellas Artes (1852) de Soriano y el relieve de Bellido comparten el mismo formato y el mismo tema y coinciden también en el número de personajes, no así en la composición en las artes representadas, pues mientras que en el primero figuran la pintura, la música, la escultura y la arquitectura, el segundo incluye la pintura, la escultura, la arquitectura y el grabado, pero deja fuera a la música. En la talla de Soriano, la pintura y la música ocupan los lugares más prominentes en relación con el persone principal, en tanto que en la de Bellido, la arquitectura es el arte que, por su posición, al lado de la matrona, se distingue como el arte preferente, seguido de la pintura, la escultura y, por último, del grabado.

Sin pretender que la colocación de los jóvenes representantes de las artes deba necesariamente tener implicaciones iconográficas profundas, llama la atención el contraste entre la actitud reflexiva y la posición secundaria y aislada del joven arquitecto en el relieve de Soriano y el lugar destacado que ocupa tanto en lo formal como en lo simbólico en el de Bellido. Curiosamente, en el mismo año en que Bellido esculpiera su relieve, 1854, el arquitecto español avecindado en México, Lorenzo de la Hidalga, se quejaba en un artículo publicado en el diario El Siglo Diez y Nueve del atraso que padecía la enseñanza de la arquitectura en la Academia de San Carlos con respecto a las otras artes. Su argumentación se fundamentaba en el poco esmero que la Junta de Gobierno de esa institución había puesto en un ramo tan importante como éste al no contratar, como en los otros casos, a un maestro europeo y en confundir la parte artística del ramo con la científica. La voz del destacado arquitecto del teatro Nacional se dejó oír y dos años más tarde se contaría con un distinguido docente europeo, el italiano Saviero Cavallari, para dirigir carrera de arquitecto-ingeniero.

Otro aspecto que destacar en cuanto a la composición de la obra de Bellido y sus posibles lecturas, es la cercanía y la unión entre el escultor y el pintor quienes, a diferencia de los demás, que conforman figuras independientes, se encuentran abrazados. Un crítico anónimo de El Universal, muy probablemente Rafael de Rafael, además de encomiar los logros formales de la escultura, hacía observar la feliz idea de haber representado unidas a la escultura y la pintura.

 

 

Dada la estrecha relación que existía entre el crítico Rafael de Rafael con Vilar y Clavé, a los que además de su origen catalán los unía el mismo credo estético, del que los tres dieron prueba en sus escritos,6 y sabida la fuerte injerencia de Vilar en las obras de sus discípulos, sobre todo en lo referente a la composición, no sería extraño que la proximidad y la intimidad expresadas en el abrazo fraternal entre el pintor y el escultor, se pueda interpretar como una metáfora de la íntima amistad entre Vilar y Clavé, por todos conocida, en el ambiente de la Academia de los años cincuenta.

La escultura de Bellido, como las de Soriano y Vilar, no debe explicarse exclusivamente como un instrumento de auto celebración dentro de la Academia, pues resulta un hecho que durante las gestiones de Javier Echeverría y Bernardo Couto y bajo la tutela de Manuel Vilar y Pelegrín Clavé, los discípulos de la Academia de San Carlos, en especial aquellos con aptitudes y escasos recursos, gozaron de una protección paternal, simbolizada también, aunque en este caso en una figura masculina que encarnaba mejor su sentido patriarcal, en el San Carlos Borromeo de Viar. De esta forma pareció interpretarlo también el crítico anónimo del periódico El Universal.

 

Pero, por otra parte, tampoco sería desacertado pensar que el contenido simbólico de estas imágenes pudiera considerarse, más allá de su carácter apologético, también como una respuesta a los constantes ataques de que fueron objeto los miembros de la Junta de Gobierno de la Academia por parte de la prensa liberal, que cuestionaba con frecuencia el manejo de los fondos que producía la Lotería de San Carlos.

En su copiador de cartas, Vilar incluye el relieve de Bellido en su lista de "obras medianamente regulares de mis discípulos que se podían remitir a la Exposición de París", junto con la estatua de San Sebastián y el grupo de la Santísima Trinidad,  ambas también de Bellido;9 sin embargo, el envío nunca llegó a efectuarse.

Sin llevarlo al mármol o al bronce, el relieve permaneció en las galerías de la Academia. En el avalúo efectuado en 1867 se le asignó un valor de 300 pesos.10  Para 1905 Manuel G. Revilla lo consigna en su catálogo 11 y en 1970 Salvador Mono lo registra también en "Un siglo olvidado de escultura mexicana".   El relieve formó parte del acervo constitutivo del Museo, procedente del Museo NacionaI de San Carlos. 

 

Descripciones

[En la cornisa del pórtico, ángulo superior izquierdo:]

ESTUDIO