Museo Nacional de Arte

Retrato del pintor José María Velasco




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Retrato del pintor José María Velasco

Retrato del pintor José María Velasco

Artista: JOSÉ SALOMÉ PINA   (1830 - 1909)

Fecha: 1874
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

José Salomé Pina presenta el retrato de José María Velasco visto de tres cuartos de frente. Destaca su amplia frente apenas marcada por un doble seño vertical entre las cejas. El color claro de sus ojos difumina su mirada, la cual se fija, cansadamente, en el observador. Es la representación de un hombre maduro. Su recta nariz sirve como parapeto entre la luz y la sombra del rostro. El lado derecho, más iluminado, ocupa la mayor parte de la superficie del cuadro. Una gran oreja sobresale entre su espesa cabellera y su voluminosa barba. Los gruesos labios cerrados se esconden entre el bigote de un tono más claro que el pelo y la barba crecida que llega a la altura del corbatín. Las líneas de expresión del lado luminoso del cuadro son muy claras. El maestro lleva un traje negro y una camisa blanca, a la usanza ciudadana de fines del siglo XIX.

Comentario

Múltiples son los autorretratos del maestro Velasco y más abundantes aún las fotografías del artista tomadas tanto en México como en el extranjero. José Salomé Pina, diez años mayor que él, lo conocía bien y decidió retratarlo en 1874, cuando se desempeñaba el uno como director de pintura y el otro como maestro de perspectiva en la Academia. Es un momento en el que a la fotografía se la considera más como una visión objetiva y fehaciente de la realidad, basada en el sostén empírico que le daba la ciencia de la óptica, que en el temperamento subjetivo del artista.

            El retrato nos muestra un Velasco alejado de la imagen de sus fotografías de esos años, en las que es patente su elegancia, seducción y coquetería, nada de lo cual se encuentra en la apreciación de Pina. ¿Es, entonces, intencional el tono melancólico de esta obra?

A pesar de su larga estancia tanto en París como en Roma (1853-1868), el pintor nos presenta una obra tradicional, que no ofrece una nueva manera de hacer, a pesar de que se encontraba en plena madurez. El retrato no alude a la era que se vivía en Europa en el arte de la representación, cuando el artista no se conformaba con la descripción del rostro, sino que el retrato iba cargado de un simbolismo que pertenecía a la cotidianidad de los modelos, concebidos como miembros activos de una sociedad donde se desenvolvían como hombres y mujeres, profesionistas, religiosos, dignatarios, artistas, literatos, empresarios. La larga tradición occidental del retrato, pudo conocerla Pina en su prolongada estancia en Europa, la cual tenía como uno de sus propósitos formativos visitar los Museos para que estudiaran en vivo las obras maestras de las diferentes épocas. Desde el Renacimiento, el arte del retrato había dejado su impronta al reconocer la individualidad del modelo, un amplio panorama de ellos se desplegaba tanto en el Louvre como en los museos romanos, donde las obras nos hablan tanto del artista como del sujeto motivo del cuadro, del periodo, del lugar de trabajo o del patrocinio de la obra. Poco de ello puede apreciarse en este retrato de Velasco.

A los 34 años, el paisajista es captado por el pincel de Pina sin ninguno de los atributos de su profesión. El retrato sólo presenta el rostro y no hay en él objetos que nos remitan a su historia. Las grandes manos del artista visibles en algunas fotografías, no fueron tomadas en cuenta sino tan sólo la representación de un estado de ánimo a través de la mirada. No obstante, son los ojos los que nos dan alguna pista de lo que le acontecía al pintor en el año de 1874.

A finales de 1873 Eugenio Landesio había renunciado a la cátedra del paisaje. El italiano esperaba que fuera nombrado sucesor su alumno predilecto, José María Velasco. Sin embargo, la política interna de la Academia optó por Salvador Murillo, quien no contaba con gran aprecio del piamontés. La polémica que se estableció en la prensa entre Landesio e Ignacio Manuel Altamirano, dejo ver que en el fondo de la cuestión estaba el vínculo que el pintor había tenido con el Imperio y, en consecuencia, el discípulo favorito no debería poder optar por el nombramiento de maestro de la clase de paisaje. Para compensar a Velasco y como una muestra del afecto que le profesaba, el director de pintura le hizo este retrato.

Entre Eugenio Landesio, José Salome Pina, Santiago Rebull y José María Velasco existía una camaradería que los llevaba a acompañarse en diversas excursiones fuera de la ciudad para ejecutar estudios al aire libre que después se concluían en el estudio. Por encargo de Rebull Velasco pintó Uno de los grandes ahuehuetes (1871), cuadro en el que se presenta un claro del bosque en el lado norte de Chapultepec, donde retrata, según sus palabras ¿al autor del cuadro estudiando la naturaleza con su maestro Landesio y su amigo Rebull. En el episodio se destaca la relación amistosa de Landesio hacia Velasco y Rebull. El maestro se encuentra de pie y con la mano derecha en alto en señal de estar hablando; la izquierda descansa sobre el hombro de su alumno y ahora colega de la Escuela. Rebull voltea a verlo y Velasco observa a lo lejos aquello que Landesio señala. José María se encuentra pintando, sentado en un banquito de tres patas, Rebull tiene ante si su caja de pinturas en el suelo. No existe un cuadro similar que incluya a Pina, pero los testimonios escritos dan cuenta de las diversas ocasiones en que acompañó a Velasco en sus excursiones, tal es el caso de un recorrido al Peñón de los Baños.

El intercambio de pinturas entre ellos, ya fueran compras, encargos o regalos, también fue una práctica común. Santiago Rebull poseía cuadros de Velasco desde 1860. Veinte años más tarde José María repite el asunto de un cuadro propiedad de Rebull, añadiendo algunos objetos más a la vista tomada en San Sebastián Chimalistac. Nos hace saber que lo pintó con extremo cuidado para que no fuera inferior al primero. La obra fue comprada por los maestros Flores, Rebull y Pina y después de varios días de discusión y estudio, al fin dieron su voto para que le tocara a Pina, quien en su colección ya contaba con el cuadro Barranca del Agua Santa ¿el cual había sido pintado en el campo y copiado dos años más tarde con el objeto de regalarlo al Sr. Prof. de pintura Don José Salomé Pina, quien deseaba tener una obra mía de 1874.

Velasco había pintado ya varios autorretratos, uno fechado hacia 1864con dos estudios previos a lápiz sobre papel y de fechas diferentes, el primero de 1864 y el segundo de 1866. El año que contrae matrimonio le regala a su prometida un pequeño autorretrato acuareleado, La descripción que se hace de él es muy apegada a la que hiciera la policía con motivo de un incidente suscitado mientras se dirigía en tren de mulitas a la Villa de Guadalupe a mediados de 1867, ocasión en la que fuera confundido con un francés por la tez tan blanca los ojos azules, el cabello castaño claro y su impresionante altura de casi un metro con .80 centímetros.El retrato de Pina nos deja ver unos ojos claros y unos toques rojizos en el área del bigote, pero no se acerca al color rojizo de la caballera y la barba del autorretrato acuareleado de apenas un lustro de diferencia del aquí comentado.

El Retrato de José María Velasco no fue expuesto en la Academia, lo cual nos habla del sentido íntimo y emotivo de la representación y no de un cuadro para ser mostrado al público. Forma parte del acervo constitutivo del Museo desde 1982.