Museo Nacional de Arte

Dalila llama a los filisteos para entregarles a Sansón




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Dalila llama a los filisteos para entregarles a Sansón

Dalila llama a los filisteos para entregarles a Sansón

Artista: JOSÉ SALOMÉ PINA   (1830 - 1909)

Fecha: 1851
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

En la privacidad de su alcoba, sentada sobre su lecho de terciopelo rojo cubierto por otras ricas telas y por un cortinaje de damasco, Dalila, coronada por una diadema de oro y una tiara y vestida con una túnica amarilla que deja al descubierto parte del pecho y su brazo derecho, gira la cabeza hacia la izquierda y levanta el brazo para llamar a los filisteos, mientras que con la otra mano ase un mechón de la larga y negra cabellera del barbado y corpulento Sansón, quien adormecido y con los labios semiabiertos yace sentado a los pies de su amante y se apoya en su regazo desnudo y vulnerable, sin presentir el peligro que lo acecha. La vigorosa musculatura de su cuerpo se muestra casi en su totalidad, pues sólo unos mantos cubren su cadera. En el extremo derecho de la pintura, en una mesa de ébano con motivos orientales, se encuentra un ánfora de cerámica blanca, una caja de madera y sobre ella dos collares y un lienzo. En el primer plano, a la izquierda, dentro de un cesto con un lienzo blanco, se halla una jarra de metal y a un lado una vara y una copa vacía, con seguridad se trata de los recipientes que contenían la bebida alcohólica ingerida por Sansón y que explica el estado de letargo en el que se encuentra.

Como la mesa, la jarra de metal y el atuendo de Dalila (su brazalete en forma de serpiente está rematado por una cabeza de cuervo), acusan también en su diseño el intento del artista por dotarlos de una apariencia oriental.

Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte. Pintura. Siglo XIX Tomo II. México, 2009. Pp.171-175. Angélica Velázquez Guadarrama.

Descripción

En la privacidad de su alcoba, sentada sobre su lecho de terciopelo rojo cubierto por otras ricas telas y por un cortinaje de damasco, Dalila, coronada por una diadema de oro y una tiara y vestida con una túnica amarilla que deja al descubierto parte del pecho y su brazo derecho, gira la cabeza hacia la izquierda y levanta el brazo para llamar a los filisteos, mientras que con la otra mano ase un mechón de la larga y negra cabellera del barbado y corpulento Sansón, quien adormecido y con los labios semiabiertos yace sentado a los pies de su amante y se apoya en su regazo desnudo y vulnerable, sin presentir el peligro que lo acecha. La vigorosa musculatura de su cuerpo se muestra casi en su totalidad, pues sólo unos mantos cubren su cadera. En el extremo derecho de la pintura, en una mesa de ébano con motivos orientales, se encuentra un ánfora de cerámica blanca, una caja de madera y sobre ella dos collares y un lienzo. En el primer plano, a la izquierda, dentro de un cesto con un lienzo blanco, se halla una jarra de metal y a un lado una vara y una copa vacía, con seguridad se trata de los recipientes que contenían la bebida alcohólica ingerida por Sansón y que explica el estado de letargo en el que se encuentra.

Como la mesa, la jarra de metal y el atuendo de Dalila (su brazalete en forma de serpiente está rematado por una cabeza de cuervo), acusan también en su diseño el intento del artista por dotarlos de una apariencia

Comentario

Dalila era una mujer filistea que vivía en el valle de Sorec. Cuando los príncipes filisteos supieron que Sansón la cortejaba le prometieron entregarle cada uno mil cien siclos de plata si lograba seducirlo y descubrir el secreto de su fuerza para poder atraparlo. Dalila no tuvo éxito en sus tres primeros intentos, hasta que gracias a su persistencia y astucia logró, pidiéndole que le dijera la verdad como prueba de su amor por ella, arrancarle la confesión de su secreto: el origen de su fuerza sobrenatural radicaba en que su cabello jamás había sido cortado, dada su condición de nazareo profetizada desde que se hallaba en el vientre de su madre.

La historia de Dalila y Sansón, narrada en el libro de los Jueces (16: 4-20), constituyó desde la Edad Media y hasta principios del siglo XX, una importante fuente de inspiración para la literatura, la música y las artes. La iglesia medieval consideró a Sansón como una de las prefiguraciones de Cristo. Sin embargo, a partir del Renacimiento este conocido pasaje bíblico sirvió para representar el dominio de la mujer sobre el hombre y el triunfo de la astucia femenina sobre la fuerza masculina, en particular durante el último cuarto del siglo XIX, cuando la misoginia y la perversidad, característicos del decadentismo, permearon la cultura visual de Occidente. Junto con Dalila, otras figuras bíblicas como Salomé y Judit poblaron el imaginario masculino en las diversas manifestaciones artísticas. El nombre de la traicionera filistea Dalila, forma parte de esa pléyade de "mujeres fatales" que, ya sea por medio de su poder, su belleza o sus hechizos, pero sobre todo de su potencial sexual, tienen la capacidad no sólo de arruinar la existencia de sus víctimas, sino de mutilarlos, en forma directa o indirecta, y llevarlos a la muerte.

La pintura de Pina no pertenece a este período, pero no por ello deja de revelar los rasgos intrínsecos que definieron la representación de Dalila y Sansón en las artes visuales desde el Renacimiento. Si bien los pasajes del Antiguo Testamento constituyeron el venero fundamental de la pintura en la Academia de San Carlos bajo el magisterio de Clavé, sólo Dalila llama a los filisteos para entregarles a Sansón de José Salomé Pina y José y la mujer de Putifar, de Juan Urruchi, parecen haber tocado el tema de las mujeres fatales bíblicas. En la literatura, Manuel Carpio dedicó uno de sus sonetos a Judit. En él, en parangón con la imagen de Dalila que Pina presenta en su obra, el poeta resalta la belleza y la riqueza asiática de su vestuario, su apariencia engañosa frente a Holofernes, su futura víctima, quien embriagado en su honor durante el banquete, se convertirá en presa fácil de su amada.De la misma forma, Pina representa a la filistea ricamente ataviada y en medio de telas lujosas y joyas, con lo que queda implícito el gusto del personaje por la opulencia, ya que por dinero había aceptado traicionar a su amante. Representada en su suntuosa alcoba, en donde hacía uso de sus poderes de seducción, Dalila se encuentra sentada sobre su lecho con Sansón desnudo y adormecido sobre sus piernas. Sobre el suelo, la jarra y la copa dan cuenta del estado de ebriedad del héroe israelita, pues si bien en el relato bíblico no se haya ninguna referencia a que Sansón hubiera bebido, pues como nazareo lo tenía prohibido, desde el siglo XVI en numerosas imágenes se lo representa junto a una ánfora o una copa para aludir a su supuesta ebriedad. La desnudez de Sansón y el desorden de los objetos sugieren a la vez el momento post amatorio de la escena; en este sentido, la tradicional asociación moralista entre el vino y la lujuria queda manifiesta en la pintura. La misma composición refuerza este dominio físico y psicológico de Dalila aunque la expresión dulce y serena de su rostro contradiga el sentido dramático de la escena. Colocada en la parte superior y tomando con la mano, en señal de sometimiento y victoria, el pelo de Sansón, símbolo de su fuerza y virilidad, quien se encuentra extenuado a sus pies antes de su eminente castración simbólica. Para consolidar la imagen de esta "pérfida" mujer, como la calificaba el catálogo de la exposición, el artista la concibió con la túnica caída para mostrar parte del pecho y del seno como lo hiciera Felipe Gutiérrez para representar a Lucrecia en El juramento de Bruto de 1857.

Por ahora, el desconocimiento de textos críticos sobre la obra impiden conocer la percepción que sus contemporáneos tuvieron de la obra. Con todo, la vena moralista que solía caracterizar a la pintura histórica, nos permite sugerir que la pintura de Pina podría haberse interpretado con cierta intención didáctica, pues la inclinación de este héroe trágico por las mujeres y los placeres sexuales fue la que lo llevó finalmente a su destrucción; pero en última instancia la historia de Sansón y de Dalila encarnó durante siglos el recóndito temor masculino de ser arrastrado por el poder sexual de la mujer y fue usada como una amonestación contra el peligro que podía representar la seducción femenina.

Con esta obra Pina ganó el tercer premio en la clase de composición de dos figuras y participó en el concurso para obtener la pensión a Roma, que en esta ocasión fue ganada por su condiscípulo Santiago Rebull que se presentó con La muerte de Abel. De cualquier forma Pina fue gratificado con 170 pesos.Dalila llama a los filisteos para entregarles a Sansón no fue una de las pinturas más populares de Pina, los alumnos de la Academia se sirvieron poco de ella para la clase de copias y tampoco fue elegida para figurar en los contingentes artísticos que México envió al extranjero en las exposiciones universales en la segunda mitad del siglo. Sin embargo, es probable que haya servido a Felipe Sojo como modelo para su escultura Mercurio adormeciendo a Argos realizada en 1854, en la que la figura de Argos, arrullado por la música, guarda una postura similar a la de Sansón reposando en las piernas de Dalila.

Resulta extraño que pese a las cualidades plásticas e iconográficas que presenta el cuadro (Justino Fernández lo calificó como "un cuadro de gran estilo, a la Delaroche"), la historiografía haya mostrado hasta ahora escaso interés por él.

La obra permaneció en las galerías de la Academia y en 1982 se integró al acervo constitutivo del Museo.