Museo Nacional de Arte

Bodegón con cacerolas




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Bodegón con cacerolas

Bodegón con cacerolas

Artista: FÉLIX PARRA   (1845 - 1919)

Fecha: ca. 1917
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

La obra encaja en el género definido como bodegón, cuadro de comedor o naturaleza muerta, y en ella se reprodujeron algunas figuras que representan tubérculos, avellanas y utensilios de cocina dispuestos sobre una mesa de madera que ocupa en perspectiva un poco más de un tercio de la superficie pictórica a toda la horizontal del primer plano.

La mayoría de los objetos están apiñados en la mitad izquierda de la composición, se trata de una cacerola de cobre estañada con el asa proyectada al extremo derecho, una jarra de los mismos metales, unas papas, unas cebollas sobre un mantel plegado, una botella de licor de cerámica, unas ramas de laurel y una cesta de mimbre con unos poros a la vista. En el ángulo inferior derecho se dibujaron un cuchillo y una bolsa de papel de estraza de la que desbordan unas avellanas. Dichos elementos logran el propósito formal de equilibrar la obra.

Con un efecto claroscurista, la penumbra ambiental escenifica la luz proyectada en las figuras, principalmente en las metálicas, deliberadamente recreadas con sombreados y cambios de matices para indicar las abolladuras.


Comentario

La práctica pictórica del género de naturaleza muerta o bodegón, proliferó en México durante una parte del siglo XIX y a lo largo del siguiente. En las centurias previas su producción fue en general pobre; inferior a la de Europa, en donde el tema se afianzaba desde hacía tres siglos -pese a ser considerado en las academias dentro de la jerarquía más baja en el rango de los géneros pictóricos de acuerdo a los teóricos del arte oficial. El Bodegón con cacerolas de Parra, si bien fue pintado en el tiempo de las ¿vanguardias¿ y el ¿modernismo¿, a principios del siglo XX, el estilo está más relacionado con los cuadros de comedor holandeses, flamencos y españoles de la ¿Edad de oro¿ del barroco, en el siglo XVII.

Los artistas que desarrollaron esta temática en México, fueron igual de importantes para la divulgación de la especialidad tanto en el rubro de la academia capitalina con resonancia nacional (Antigua Academia de San Carlos) -ejemplo de ello son las obras de Parra, Felipe S. Gutiérrez o las ¿señoritas pintorascomo entre los círculos artísticos de las escuelas regionales. En esta línea destaca la poblana, con cuadros anónimos o los ejecutados por José Agustín Arrieta (1803-1874), presente a través de sus alacenas en las exposiciones de la Academia de Puebla (1855) y en las de la Escuela Nacional de Bellas Artes de México de 1872, 1873 y 1877.

Las imitaciones de las naturalezas muertas europeas de los siglos XVII y XVIII figuraban en las exposiciones de la Academia por lo menos desde la segunda de ellas, que tuvo lugar en 1850, de la cual se tienen registros por la publicación del catálogo de los objetos de bellas artes de que constó. Los alumnos cultivaron el género como parte de las prácticas formativas del aspirante a pintor, realizando copias, basados en grabados y en pinturas originales, de los más celebres stilleven (modelos inertes) europeos de los siglos pretéritos.

La pintura de ¿cosas naturales¿, como suelen llamar a esta temática algunos especialistas ¿derivado del membrete italiano de las cose naturali-, identifica a la representación de animales muertos, frutas, hortalizas, flores y accesorios diversos inertes que, desde su independencia como género pictórico en los siglos XVI y XVII, se han dispuesto en el espacio pictórico de tal manera de lograr una unidad plástica de acuerdo a códigos con una serie de connotaciones simbólicas, religiosas, filosóficas, metafísicas e incluso una suerte de registro gastronómico de los frutos y hábitos alimenticios de la comarca.

La construcción naturalista de las figuras, las texturas, los colores y la composición, exige virtuosismo y refinamiento técnico al artista, ya sea que se trate de objetos orgánicos o utensilios. La rigurosa formación y la consolidación académica de Félix Parra le permitieron afrontar estas dificultades con maestría y entregar un ¿sosegado¿ bodegón de buena factura, ausente de la estremecedora presencia de animales muertos amputados o trozos de carnicería. Se trata de un cuadro notable de cocina que incluso es citado en diversas enciclopedias que integran la biografía del pintor moreliano, al cual se le reconocen producciones de categoría como el Galileo en la Universidad de Padua de 1873, Fray Bartolomé de las Casas de 1875 y Escenas de la conquista de 1877 -aplaudidas en las exposiciones de la Academia.

La perfección técnica de Parra se asume por sus aptitudes naturales y por la eficiente formación artística en la Academia bajo la dirección y corrección de sus profesores José Salomé Pina (1830-1909) y Santiago Rebull (1829-1902). Aun cuando en la institución la naturaleza muerta con alimentos y utensilios locales era un género menospreciado, se solían realizar copias de los grandes maestros, obras de los holandeses Kalf, los Claesz, van der Broeck y van der Hamen, los italianos de Barbari y Caravaggio, los españoles Carducho, Cerezo, Peralta, Sánchez Cotán y Zurbarán; y los flamencos Fyt y Mignon, entre otros.

El Bodegón¿ significó un reto para Félix Parra, en el sentido de lograr un intenso efecto de veracidad figurativa; de resolver el tratamiento ilusorio espacial adecuado, correcto en la profundidad geométrica visible en la mesa resuelta con las leyes de la perspectiva y la distribución decorativa de los objetos. La observación y representación exacta del mundo orgánico inerte, era un principio estético fundamental en las naturalezas muertas desde su origen, teniendo como ejemplo la leyenda de las uvas de Zeuxis: ¿el artista griego pintó cierta vez unas uvas de un modo tan apegado a la realidad, que los pájaros, confundidos, volaron hacia ellas para picotearlas.

Se puede decir que el bodegón, como cuadro de género, tiene un cercano vinculo con el asunto costumbrista, al mostrar los alimentos y los artefactos habituales de la cocina y refectorio; los objetos de la vida cotidiana doméstica. Será por ello que se extraña el mínimo carácter mexicano en la obra de Parra, tras la época del ¿romanticismo¿ y el ¿nacionalismo figurativo-idealista¿ que exaltó lo local, aunque ya para principios del siglo XX, otras vertientes estéticas e ideológicas más cosmopolitas predominaban, al tiempo que Parra exponía sus nociones del dibujo y de la pintura a sus alumnos en las clases nocturnas de la Academia.

Es, en general, una ejecución académica diacrónica, del estilo de los bodegones naturalistas del ¿siglo de oro¿. El efecto del claroscuro tenebrista con la luz incidiendo lateralmente para iluminar intensamente los objetos y la naturaleza de los mismos, es la referencia -encontrando similitudes con la escuela de los Países Bajos y la española del siglo XVII. Es a la manera de estos, en otro contexto y tiempo. Hay que tomar en cuenta que Parra estuvo pensionado en Europa, donde pudo directamente conocer las naturalezas muertas del esplendor barroco. Durante ese esplendor, los objetos en las obras de mesas puestas contaban con un lenguaje simbólico; una serie de códigos que permiten ver, más allá de la apariencia real, un sentido alegórico de las cosas. Es curioso que a la par del empirismo en la imitación correcta de la naturaleza, la simbología en la mayoría de los casos esté relacionada con una interpretación teológica de la historia sagrada. Por ejemplo, la mesa puesta se relaciona con la última cena; las cáscaras de las castañas podían ser interpretadas como la madera de la cruz de Cristo; y la ausencia de carne: el ayuno y el rechazo al placer carnal. También pueden significar cosas tan banales como el nivel de la economía doméstica del comitente o el comprador del cuadro, importante para entender, por ejemplo, los hábitos de consumo del mundo protestante burgués en Holanda.

En este cuadro, la distribución de los objetos es armoniosa, aunque un poco recargados a la izquierda, la textura y la morfología de las papas, por ejemplo, asemejan plenamente la naturaleza de las mismas; además de un adecuado manejo de los colores a través de una paleta rica en tonalidades y matices. El extremo de la mesa, paralelo a la parte inferior del marco, fue un tratamiento común, construyendo la ilusión del borde a través de elementos que cuelguen o rebasen el límite del tablero. No se trata de una mesa de comedor, sino de cocina; no está el mantel puesto y los pocos objetos, simplificados, señalan más una austeridad monástica propia de los bodegones españoles de finales del siglo XVII, que las exuberantes mesas servidas delatoras del derroche de la economía feudal de las primeras naturalezas muertas holandesas

La incursión de Parra en este género no se limita sólo a esta pieza, el Banco Nacional de México cuenta con una Naturaleza con flores y una Naturaleza muera con bacía, esta última fechada en 1917 y del tipo flamenco de naturalezas muertas con flores. El Bodegón con cacerolas por su refinamiento técnico y riqueza cromática, es también de una etapa tardía en su trayectoria; en la cúspide artística del moreliano. Su muerte acaeció el 9 de febrero de 1919 y está documentado que se incluyó una de sus naturalezas muertas en la XXV Exposición Nacional de Bellas Artes en diciembre de ese mismo año, a manera de homenaje luctuoso.

La obra fue adjudicada y forma parte del acervo constitutivo del Museo Nacional de Arte desde 1982. Su procedencia es de la Oficina de Registro de Obras del Instituto Nacional de Bellas Artes y Literatura