Museo Nacional de Arte

Manuel Carpio




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Manuel Carpio

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Manuel Carpio

Artista: JOSÉ DÍAZ   (ca. 1840 - ¿?)

Fecha: 1860
Técnica: Yeso
Tipo de objeto: Busto
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

Con el ceño fruncido entre la cejas, el rostro de Manuel Carpió (1791 -1860) despliega una amplia frente, cuyas fuertes entradas son cubiertas con un estilizado  peinado que, a manera de onda, forma un copete que se desliza a su izquierda detrás de las orejas. No hay un movimiento de la cabeza, su mirada al frente, firme  ante el espectador, confirma el gesto adusto que se desprende de la compresión de sus pómulos que, a la vez, sujeta el rictus de la boca y en ese esfuerzo levanta un  poco la barbilla en esa cerrazón que dura un instante. En el tórax se observan las clavículas y los ligamentos tensos del cuello, los hombros van cubiertos por un manto en forma de herradura que deja al descubierto el esternón.


 

Comentario

Su persona, a decir de Couto, "era bien compuesta, de mediana estatura, de rostro sereno, la frente desembarazada y espaciosa, los ojos claros, el andar (espejo del carácter según unos fisonomistas) grave y reposado. Los discípulos de la clase de escultura de la Academia de San Carlos, bajo la dirección de su hábil profesor don Manuel Vilar, sacaron poco antes de su muerte un busto suyo de tamaño mayor que natural y que lo representa con bastante exactitud." La descripción de don Bernardo Couto, en efecto, cobra rostro, tanto en el busto de Díaz, como en la fotografía que de él se guarda; "su frente desembarazada y espaciosa" es evidente en ambas imágenes, en las que porta el mismo peinado.

Manuel Eulogio Carpió Hernández nació en Cosamaloapan, Veracruz, en 1791. Los negocios de la familia lo llevaron desde pequeño a Puebla, donde estudió en el seminario el curso de teología, que pronto dejó en favor de la cátedra de derecho; finalmente se inclinó por la medicina para continuar su formación. En un "desaliñado hospital", junto con una serie de "jóvenes despejados", formó una academia privada para estudiar medicina. Los esfuerzos de éstos jóvenes llamaron la atención del Protomedicato y se les expidió a los sustentantes el grado de "cirujano latino". El obispo de Puebla, Joaquín Pérez Martínez, impresionado por su labor, le otorgó una pensión con la que pudo trasladarse a la capital para seguir estudiando medicina en la Universidad, donde obtuvo su grado de bachiller en 1823. Dedicado a la academia y la investigación, y no a la práctica privada, "su clientela fue siempre corta"; conservó su cátedra de fisiología hasta su muerte. Pero Carpió no era solo médico, era también una persona de "mucha y varia instrucción", perteneció al Ateneo Mexicano, la Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística y a las academias de la Historia y Mexicana de la Lengua, fue suscriptor de la Academia de San Carlos desde su renovación, académico de honor de la misma en 1852, fungió como su secretario provisional los años de 1856 y 1857 y fue su maestro de la clase de anatomía. Dedicado a la literatura cuando ya tenía más de cuarenta años, destacó como uno de los más importantes representantes de una corriente romántica de carácter nacional en México, sus obras literarias fueron recogidas en 1849 por José Joaquín Pesado, diez años menor que él.

 

En enero de 1860, Manuel Vilar escribe en su copiador que necesita hablar con Bernardo Couto para que le apruebe la compra del yeso que necesitan sus alumnos y para hablarle del retrato "que se ha de hacer del Sr. Carpió y ver a este Sr para ver a qué hora puede prestarse".4 Carpió se encontraba en su casa aquejado de una enfermedad "que de pronto se explicó por una especie de oblirion y por algún entorpecimiento de la inteligencia".

 

Vilar, el hábil maestro, contaba ahora con dos generaciones de discípulos y le ordenaba el trabajo de acuerdo con sus capacidades. Los que habían entrado a fines de los años cuarenta se encontraban haciendo esculturas en mármol, ya fueran retratos o composiciones originales, como el San Lucas de Soriano, del que se sentía tan ufano. A los que recién habían entrado, les proponía los modelos. Contar con el busto del ex secretario era una necesidad apremiante. El encargo de hacer el busto recayó en José Díaz, quien había ganado la pensión en el año de 1858.

 

El 28 de octubre de 1858, Miguel Noreña y José Díaz se presentaron al concurso para la pensión de escultura que había quedado vacante en la Academia, al  ser privado de la pensión hacía tres meses Amador Rósete. Díaz ganó el concurso por unanimidad al presentar la copia de Ganímedes, Hércules niño ahogando la serpiente, un torso de Hércules y los retratos de los licenciados Covarrubias y Cardona.6  Al año siguiente recibiría el tercer premio en la clase de bustos ideales con el retrato de José Covarrubias. Como pensionado se hacía acreedor a 50 centavos diarios, cuando un periódico ilustrado costaba 25 centavos.

Vilar opinaba que Díaz "tiene muy buena disposición para la escultura, es práctico en trabajar la madera y es de buena conducta, lo creo digno de la pensión que pretende disfrutar en esta Academia". Sin embargo, en marzo de 1859, Vilar vio interrumpido su trabajo con las diligencias que tuvo que hacer con respecto al licenciado Escalante y a su discípulo Díaz, quienes se encontraban en la cárcel con motivo de la "revolución".  Al mes siguiente, "otra vez" tuvo que sacar de la cárcel al mismo pensionado.

Díaz se habría puesto a trabajar apurado por Vilar tras la muerte de Carpió en febrero de 186o. El joven escultor tal vez haya contado con la fotografía ¿a más de la incierta cita que le pudo conseguir su maestro¿, sin embargo, pudo haber visto a Carpió en diversas ocasiones pues éste impartió por largo tiempo las lecciones de anatomía para los alumnos de la Academia. El papel de Carpió en la Academia, nos dice Couto: "era siempre el de mantenedor de los principios severos del gusto clásico; en el tribunal de su juicio no alcanzaba su indulgencia lo que no se ajustaba estrictamente a esos principios [ . . . ] Ninguna pintura, ninguna estatua, le llamó jamás la atención, si el asunto no era noble, y si no estaba desempeñado con grandiosidad y con pureza de estilo. Los cuadros que llaman de género o de costumbres, casi lo estomagaban; y si hubiera sido dueño de Versalles, habría dicho como Luis XIV cuando vio allí las donosas obritas deTeniers: Retiren esos mamarrachos."   Que el grupo dirigente de la Academia tenía gustos similares queda ratificado por lo que Revilla cuenta respecto a Carpió y al director del ramo de pintura, Pelegrín Clavé, "lo que uno evocaba y enaltecía por medio de la versificación, evocábalo y enaltecíalo el otro, por medio de las líneas y colores con igual fe, análogo sentimiento y parecida magia de la forma [ . . . ] Clavé era el Carpió de la pintura." 11 El modelo de lo clásico fue para esa generación una forma de vida.

 

En la exposición de 1862, Díaz presentó el busto de Manuel Carpió dentro de a clase de retratos, bustos ideales y cabezas del natural y no obtuvo premio alguno; sus compañeros de la segunda generación ya lo habían adelantado, presentaron varias esculturas para la clase de composición y obtuvieron premios con los retratos. La información sobre Díaz es muy variada, por un lado los archivos hacen saber que fue expulsado de la Academia el 15 de abril de 1862. La falta que cometió Díaz en 1862 se desconoce, sin embargo mereció ser castigado por el "presidente de la República [quien] ha tenido a bien disponer que debe dictarse como digno castigo de la grave falta cometida por el pensionado José Díaz para que produzca reatados favorables a la disciplina de este Establecimiento e imprimir mayor vigor a la autoridad de su director dicte usted desde luego la expulsión del alumno".  Eran tiempos difíciles y de muchos cambios, el gobierno tenía encima la intervención tripartita y pronto la invasión francesa. A Díaz no se le expulsó, ya que otro documento lo reporta como pensionado hasta el 11 de octubre de 1864.13

A José Díaz lo volvemos a encontrar como escultor en tiempos del Imperio pero no ligado a la Academia. Al ver los ciudadanos que la construcción del monumento de la Independencia no prosperaba, a pesar del concurso público que se había abierto, Díaz envió para su publicación en la prensa otras propuestas escultóricas y formas de patrocinio alternativas. José Díaz proponía que en los paseos públicos se pusieran grupos alegóricos que representaran a la Nación, la Victoria, la Unión y la Gloria premiando a "nuestros" principales héroes: Hidalgo, Morelos, Iturbide y Allende. Díaz, enterado seguramente de la polémica partidista que suscitaba la selección de determinados personajes de la insurgencia, propuso a Allende para evitar problemas. El escultor, al presentar en la prensa su propuesta escultórica para los paseos públicos, eludió los caminos que seguiría su condiscípulo Noreña, es decir, hacer de la Academia la promotora de sus profesores y alumnos. Díaz, en cambio, acaso por estar fuera de ella, apelaba a "la buena voluntad de los empresarios de teatro y diversiones públicas quienes podrían donar el producto de una función"; la suscripción, informa, quedaba abierta en el hotel Iturbide con el señor Juan Landa. Díaz daba las gracias a la Compañía Mexicana de Teatro Iturbide, que ya le había donado una función, buscando así otras formas de patrocinio que le permitieran una acción directa.

 

El yeso que representa el busto de Carpió no fue traspasado a mármol y en el avalúo que la Academia hizo para el inventario de 1867 fue valuado en 50 pesos. Sin embargo, a fines de 1868, la efigie de Carpió sería duplicada en piedra chiluca por Luis Paredes, para ser colocada en el nuevo proyecto de la Biblioteca Nacional, antigua iglesia de San Agustín. En el inventario que Manuel Revilla hiciera en 1905  está registrado con el número 163, se hace una breve descripción del yeso y un reconocimiento del secretario de la junta directiva de la Acdemia.15 El busto permanece en la colección del Museo Nacional es Arte desde su fundación.

Inscripciones

 

[En el frente:]

M. CARPIO