El bautismo de Cristo
Artista: EPITACIO CALVO (1832 - 1895)
Descripción
A la orilla de un río (referido sumariamente mediante una serie de líneas ondulas indicativas del flujo del agua y la presencia de juncos y espadañas), Jesucristo inclina la cabeza y cruza las manos sobre el pecho, en un gesto de unción, para recibir el agua bautismal que san Juan le vierte con una venera. Cristo se ha despojo de su manto y está semidesnudo, con un paño cubriéndole vientre y caderas. Al lado izquierdo, un ángel vestido con una túnica sostiene en su brazo izquierdo manto del redentor y es testigo de la escena. El Bautista, a la derecha, además de la venera en la mano derecha, lleva un bastón en la izquierda; va cubierto con su faldellín de piel y un manto le cruza el cuerpo en una curvada diagonal que cae hombro izquierdo hacia el flanco derecho. Predomina una impresión de serena gravedad y un armonioso equilibrio entre las verticales, marcadas por el eje de sostén de las figuras, las diagonales, determinadas por las piernas liberadas del peso y por la inclinación de las cabezas, y las curvas que predominan en la disposición de los pliegues.
Comentario
En 1852, en la quinta exposición de la Academia de San Carlos, inaugurada como era costumbre el día 25 de diciembre, se expuso este relieve.
Calvo obtuvo un tercer premio en la categoría de bajorrelieves en el concurso de aquel año, en competencia con Felipe Sojo y Agustín Barragán. Su obra, igual que a de Sojo, fue adquirida para quedarse en la Academia; se indemnizó al joven escultor con la cantidad de 90 pesos.
Los tres relieves de los pensionados y aventajados discípulos de Vilar muestran elementos comunes, así iconográficos como formales: dos de ellos muestran la figura de san Juan Bautista, el precursor de Cristo; también dos de ellos se refieren a una escena de martirio (el Bautista, en el acto de ser degollado por haber concitado la ira de Herodías con sus enérgicas denuncias contra el adulterio en que mujer del procónsul vivía; Cristo, flagelado antes de emprender el camino de la crucifixión).
En todos los casos se trata de composiciones tripartitas, con una figura en actitud "humilde" o "resignada", que de esta manera ostenta por modo visual la aceptación de su papel de víctima; así, la configuración corporal de su actitud determina un eje curvo e inclinado que se presta de suyo a un armonioso contraste con las posturas enérgicas de los personajes "activos" que detentan (y expresan) la fuerza. También son notables lo concentrado de la acción y la economía de medios para sugerir, sin describirlo, el escenario (la prisión, mediante la sola ventana enrejada, que el Bautista es degollado; las ondas en que está sumergido Cristo y unos tules o espadañas, para significar el río Jordán...). En una crítica publicada por Rafael de Rafael (y acaso redactada por él), en ocasión de la "Quinta exposición de la Academia Nacional de San Carlos", al comentar la Alegoría de la paz, de Martín Soriano, se hacían las siguientes observaciones, también aplicables a los relieves de Sojo y de Clavo.
Si bien estos relieves eran, más que nada, ejercicios de composición impuesto a los alumnos y no iban a tener un uso arquitectónico concreto, en el sentido en lo señala el crítico, sí resulta interesante su comentario puesto que delinea con nitidez las características que debía tener un buen relieve en vista de las tareas que, en principio, debía de cumplir. Asimismo es muy reveladora su insistencia en obedecer los "buenos principios de los clásicos", como el mejor modelo posible, todavía a mediados del siglo XIX.
El asunto está tomado de los Evangelios, quizá de Marcos ( 1, 9-11) o de Mateo (3, 13-17). Existe un dibujo de Manuel Vilar en donde está indicada la solución compositiva para el relieve de Calvo, igual que para los de Sojo y Barragán, que concursaron en la clase de composición escultórica del año lectivo 1852.