El diálogo entro los cubos de barro de Bosco Sodi y las esculturas de Felipe Valero e Ignacio Asúnsolo permite identificar tres momentos específicos de las artes tridimensionales en la historiografía local donde operan distintos modelos de significado: el primero, el de Felipe Valero, demuestra el esteticismo de la Academia de San Carlos y el uso de un modelo natural; el segundo, el modernismo posrevolucionario de Asúnsolo, presenta bosquejos de arquetipos identitarios; y el tercero, la exploración métrica de Sodi, exhibe lo incontrolable del paso del tiempo y la imperfección en la obra de arte.
Los cubos de Sodi desafían el modelo antropomorfista de Valero y Asúnsolo, que utiliza el cuerpo como principio de composición. La figura humana se alterna con la presencia geométrica, reestructurando la posición del espectador ante el objeto artístico. Estas obras también se distancian del canon habitual de la estatuaria de los siglos XIX y XX por haber desplazado el genio artístico dando paso al protagonismo de la materia al integrar la especulación semántica en la lectura de la obra, y al ocupar al museo como locación temporal y no como su único contenedor.