Museo Nacional de Arte

San Pablo




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San Pablo

San Pablo

Artista: AGUSTÍN BARRAGÁN   (1833 - 1903)

Fecha: 1861
Técnica: Vaciado en yeso
Tipo de objeto: Escultura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

San Pablo, de pie, extiende hacia arriba la mano derecha, en un típico gesto de predicación; con la izquierda sostiene un rollo. Es un hombre barbado, de expresión solemne; va vestido con una túnica y revestido con un amplio manto, que terciado sobre su hombro izquierdo, cae sobre su cuerpo formando amplios pliegues ya en diagonal, ya verticales. Al lado, sobre su flanco derecho, se eleva un pequeño altar de sección triangular,1 provisto en la parte superior de una cazoleta para ofrendas; sus lados están separados por festones y, los dos que quedan visibles, van decorados: el de atrás, con una roseta, y el frontal con una cartela en donde se leen, escritas en griego, las dos palabras que aluden al "dios desconocido" (AGNOSTO DEO).


 

Comentario

Esta estatua fue mostrada en la clase de estudio de composición, dentro de la duo-décima exposición de la Academia (diciembre de 1861 -enero de 1862). El catálogo correspondiente consigna lo que sigue:

 

San Pablo predicando, estatua original. El Apóstol de las gentes se presenta en Atenas, en cuyas calles se encuentra un ara consagrada al Dios no conocido; conducido al Areópago, funda su sermón en este incidente, y anuncia a los atenienses que él les hará conocer a ese Dios.

El santo está en pie dirigiéndose al pueblo, su rostro y su actitud revelan el ardor con que predicaba la fe de Jesucristo; en su mano izquierda tiene uno de sus escritos, y a sus pies el ara consagrada al Dios no conocido, alto 2 varas 17 pulgadas.

 

 

En la distribución de premios correspondiente al año 1861, se menciona a Barragán como merecedor de premio en la categoría de estatuas originales por "un San Pablo", Pese a la advertencia de que se trataba de una composición "original", es muy probable que Barragán haya tenido en mente otra estatua de San Pablo, que Agustín Piatti había remitido a la quinta exposición de la misma Academia (1 854), y que el catálogo correspondiente describía así:

 

 

Estatua de San Pablo. D.V. [De venta] Este Santo Apóstol, en el acto de predicar en el Areópago de Atenas la doctrina de Jesús, tiene la mano derecha levantada hacia el cielo para indicar la unidad; en la izquierda tiene la espada, símbolo de su primera carrera, como perseguidor de los cristianos; el papel que tiene en la misma, indica que fue escritor eminente en la propagación de la fe, alto 1 vara 24 pulgadas.

 

 

 

Salta a la vista la afinidad iconográfica entre ambas estatuas. Con todo, un elemento faltante en la de Barragán, a diferencia de la de Piatti, es la espada, incorporada por éste para subrayar su carácter de antiguo perseguidor de la Iglesia, y un atributo emblemático de la figura del "apóstol de los gentiles" muy usual en su iconografía durante la época barroca. De hecho, un antecedente escultórico de primer orden para la escultura de Piatti (un escultor italiano radicado durante varios

años en México) lo constituye la estatua de San Pablo labrada hacia 1706 por Pierre Étienne Monnot y que formaba parte de la monumental serie de los doce apóstoles que decoraban la nave de la iglesia de San Giovanni Laterano (San Juan de Letrán), la iglesia que fungía como catedral de Roma. Esta serie es justamente famosa y ha sido calificada como la comisión escultórica más importante en el centro de la cristiandad durante el siglo XVIII; fue producto de una colaboración del papa Clemente XI, del cardenal Benedetto Pamphilli (arcipestre de la basílica lateranense) y de varios reyes y príncipes europeos. Concluida la decoración hacia 1718, esta docena de estatuas constituyeron un modelo escultórico fundamental, hasta que el gusto neoclásico impulsado por Antonio Canova en aquella ciudad impuso nuevos gustos.

Traemos esto a colación, porque llama la atención la semejanza iconográfica no sólo del San Pablo de Monnot con el de Piatti, sino también la del San Pedro y del San Juan de aquella basílica (obras, respectivamente, de Monnot y de Camillo Rusconi), con un San Pedro y un San Juan Evangelista modelados por nuestro Barragán.6 Claro está que el morigerado clasicismo barroco del ciclo romano dieciochesco ha devenido estático encapsulamiento y severa frontalidad con arreglo a las premisas

estéticas de la escultura a mediados del siglo XIX.

El San Pablo de Barragán alude, por una parte, al gesto clásico de la adlocución en la escultura grecorromana, cuya expresión más conocida es la estatua de Augusto, llamada de Prima Porta (por el lugar donde fue hallada), pero que tuvo muchas otras variantes (por ejemplo, otras efigies de emperadores y dirigentes, como las de Adriano y Tiberio). Recordemos, por lo demás, que el así llamado retrato de Germánico (vaciado de una estatua en el Louvre, traído a la Academia de San

Carlos desde la primera remesa de modelos, en 1790) era uno de los más copiados por los alumnos, así en las clases de dibujo como en las de copia del yeso. En la actitud de su cuerpo también presenta analogías con la figura de Barragán. Sin embargo, la verticalidad absoluta de su antebrazo, para señalar el cielo, lo caracteriza definitivamente como un predicador: rebasa así el ámbito gestual de lo retórico para ubicarse en la posición propia de lo épico o lo sublime.

Salta a la vista la importancia de profetas, evangelistas y apóstoles como asuntos principales entre los temas religiosos tratados por los discípulos de Vilar. Acaso se revele aquí la voluntad ilustrada, impulsada desde la segunda mitad del siglo XVIII, de purificar las devociones mediante un regreso a las fuentes históricas de la Iglesia, un cierto gusto por los tiempos "primitivos" del cristianismo. Es muy probable que las tres monumentales ediciones mexicanas de la Biblia, publicadas entre 1831 y 1835, 9 hayan contribuido a difundir y afianzar la boga de las lecturas bíblicas en México. Así, no debe de asombrarnos que san Juan Bautista, san Juan evangelista, san Pedro, san Pablo, entre otros, hayan suministrado el tema de inspiración a los escultores del medio siglo formados por Vilar.

Barragán sacó de los Hechos de los Apóstoles los asuntos del San Pedro y del San Pablo.  Como el catálogo lo precisa, el primero alude al relato de la conversión multitudinaria de "tres mil almas", luego de que los israelitas que vivían en Jerusalén constataron los prodigios operados en los doce apóstoles que acababan de recibir los carismas o dones por la acción del Espíritu Santo y luego de que san Pedro los exhortara a arrepentirse de haber pedido la muerte de Jesucristo y a bautizarse, como manifestación de fe en la resurrección del crucificado.

Por su parte, la estatua del "apóstol de los gentiles" evoca el capítulo de la predicación en Atenas, durante su segundo viaje misional, tal como lo consignan los propios Hechos. La argumentación de Pablo ante los filósofos reunidos en el Areópago (en su mayor parte, epicúreos y estoicos) propugnaba la idea de un Dios inmaterial, autor de la vida, creador de un solo linaje humano que poblaba la totalidad d c la tierra y que, mediante la encarnación de Jesucristo, representaba también la idea de la justicia. Cito:

 

 

 

Atenienses, veo que sois sobremanera religiosos; porque al pasar y contemplarlos objetos de vuestro culto, he hallado un altar en el cual está escrito: "Al dios desconocido". Pues ése que sin conocerle veneráis es el que yo os anuncio. El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que hay en él, ése, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por mano del hombre, ni por manos humanas es servido, como si necesitase de algo, siendo Él mismo quien da a todos la vida [...] Él hizo de uno todo el linaje humano, para poblar toda la haz de la tierra. Él fijó las estaciones y los confines de los pueblos, para que busquen a Dios y siquiera a tientas le hallen, que no está lejos de nosotros, porque en Él vivimos y nos movemos y existimos [...] Dios, disimulando los tiempos de la ignorancia, intima ahora en todas partes a los hombres que todos se arrepientan, por cuanto tiene fijado el día en que juzgará a la tierra con justicia, por medio de un Hombre, a quien ha constituido juez, acreditándole ante todos por su resurrección de entre los muertos."

 

Esta referencia a la resurrección de Jesucristo provocó desconcierto e irrisión en los más, y sólo se convirtieron algunos al cristianismo, entre ellos Dionisio Areopagita y una mujer de nombre Damaris.

 

San Pablo mismo reconocía tener una presencia corporal poco impresionante (2 Co  10, 10); y, según las llamadas Áctas de Pablo y Tecla (un documento del siglo II), el apostol era "un hombre de corta estatura, calvo, ligeramente cojo, vigoroso, sin separación entre las dos cejas, nariz larga, de mirada aguda y atractiva".12 La escultura de Barragán contradice semejante descripción, y nos presenta una noble figura de aspecto monumental, transfigurada por el fuego de la elocuencia.'' En esto parece seguir el prototipo clásico impuesto por Rafael en sus celebres "cartones" para los tapices del Vaticano (ca. 1517), uno de los modelos artísticos más prestigiosos en la historia del arte occidental entre el siglo XVI y el XIX, y que entre otros episodios de la vida de san Pedro y san Pablo (inspirados en los Hechos de los Apóstoles) interpretaba la predicación de san Pablo en Atenas. Lo muestra de pie, sobre una plataforma, con ambos brazos extendidos hacia arriba como llevado por el celo de su sublime elocuencia. Uso la palabra "sublime" en el antiguo sentido de impresionante reverencia de orden religioso, y no en el de una experiencia atemorizante del poder desatado de la naturaleza. Para Longino, la sagrada elocuencia de san Pablo superaba, en patetismo y sublimidad, a la del mismo Demóstenes, paradigma de la oratoria. Y era un tópico que la predicación de Pablo en Atenas constituía la demostración paradigmática de semejante elocuencia.

Vale recordar que la Iglesia ha considerado a san Pablo como una de sus más grandes lumbreras; no por acaso, en la época colonial, la ceremonia de fundación de la Real y Pontificia Universidad de México tuvo lugar en la antigua iglesia de San Pablo, el día en que se conmemoraba su conversión, es decir, el 25 de enero de 1553. Y justamente en esa ocasión y día, san Pablo fue consagrado patrón y abogado de la Universidad."

Manuel Revilla informa que la estatua de San Pablo de Barragán fue destinada a la escuela de Jurisprudencia, como parte del grupo de esculturas de santos patronos destinados a las escuelas de enseñanza superior ejecutadas por los discípulos de Vilar (igual que el San Lucas, de Soriano, y el San Isidro, de Bellido).

Pero es dudoso que el San Pablo haya estado considerada en el presunto proyecto original atribuido a Fonseca. En su "diario de trabajo", Vilar aporta información fundamental al respecto. La primera mención de la estatua que debía de "emprender" Barragán data de julio de 1859, con la advertencia de que, si lo aprueba el director de la Academia, José Bernardo Couto, "ésta podría regalarse al colegio de San Ildefonso".  Al mes siguiente, Vilar ejecutó algunos dibujos para el San Pablo y  fue "al colegio de San Ildefonso para combinar, con el señor Lerdo, el sitio donde se podría hacer [sic] la estatua de San Pablo".  Por supuesto, se trata de don Sebastián Lerdo de Tejada, entonces rector de aquel colegio, en donde se impartían lecciones de jurisprudencia, teórica y práctica. La última noticia corresponde a septiembre de 1860, y dice Vilar que empleó "8 días enteros en corregir la estatua de San Pablo que está trabajando mi discípulo Barragán".21

Por otra parte, en el archivo de la Academia de San Carlos figura un expedienente, fechado en febrero de 1861, en el que Barragán solicita se le prorrogue su pensión con el fin de concluir "la estatua de San Pablo que la propia Academia le tiene encargada".  Felipe Sojo, quien se había ocupado en la enseñanza de la escultura luego del fallecimiento de Vilar a fines de 1860, recomendaba que se le prorrogara la pensión a Barragán por cuatro o seis meses. Tres años después de haber concluido la estatua, en marzo de 1864, Barragán solicitaba a la Academia el pago de una gratificación por dicho trabajo, que había hecho bajo la dirección de Vilar, "para obsequiarla al colegio de San Ildefonso, del mismo modo que se había hecho con las de San Lucas y San Isidro, de Soriano y Bellido respectivamente, para las escuelas de Medicina y Agricultura".

Sea como fuere, nunca llegó a ser ejecutada en mármol ni (hasta donde sabemos) alcanzó el destino proyectado en el colegio de San Ildefonso. Según lo consigna el propio Revilla, sólo el San Lucas pudo ser labrada en mármol:

 

No pudo hacerse otro tanto con las de San Isidro y San Pablo, porque, encargados a Italia los grandes trozos de mármol en que habrían de esculpirse, y situados los fondos, el encargado de negocios de la República en Roma [...], vióse en el caso de tener que disponer de esos mismos fondos, urgido por la estrechez en que vivía a causa de no haberle satisfecho nuestro Gobierno, por espacio de varios meses, sus sueldos como empleado de la Legación de México.

 

 

 

Por otra parte, hay que tomar en consideración que Barragán terminó el modelo en yeso del San Pablo ya cuando los liberales habían derrotado a los conservadores, luego de los tres años de la cruenta guerra de Reforma (1858-1860), y un año después del fallecimiento de Vilar. Los nuevos tiempos políticos no pintaban como propicios para el patrocinio de un proyecto monumental decorativo de nítido corte o conservador.

Inscripciones

[En el frente, en la base:]

 

S. PABLO

 

[En el altar, al frente:]

AGNOSTO DEO