Descripción
Con el ceño fruncido perpendicular a las cejas, destaca la mirada fuerte y frontal de este don Jerónimo maduro y lleno de vitalidad, quien porta una peluca de tipo ¿ilustrado¿ de un solo rulo, la cual le cubre casi totalmente las orejas. El rostro, cuadrado y de tamaño mayor al natural, se eleva y con ese gesto muestra una grave determinación que se redefine con el de los labios, que se aprietan con fuerza. Muestra un amplio cuello y el tórax está cubierto con una túnica drapeada cuyas líneas se acumulan en los hombros. Las pupilas ven al espectador.
Comentario
Jerónimo Antonio Gil (1732-1798), primer director general de la Real Academia de San Carlos, llegó a México proveniente de Madrid en 1778, cuando contaba con 46 años de edad. Como maestro grabador de la Real Casa de Moneda de la Nueva España, tenía la comisión real de establecer una escuela de grabado en los locales de la casa de Moneda, donde el superintendente, Fernando Mangino, se quejaba de la ¿escasez crítica¿ de grabadores preparados.
Gil fue de los primeros académicos debidamente entrenados que llegaron a la Colonia y estaba íntimamente informado de la historia y los métodos académicos. Para comenzar una escuela ¿él lo sabía bien-, era necesario formar una colección de modelos de corte clásico que sirvieran de paradigma en el aprendizaje de los alumnos. Gil contó con el apoyo de José de Gálvez y trajo consigo una serie de dibujos de brazos, cabezas y torsos y una colección de monedas de azufre. Alrededor de 1783, pediría a España copias de esculturas griegas y romanas. La lista de implementos necesarios ¿como colores, papeles, pinceles y un repertorio de estampas- llegó a manos de la corona española en 1786. Para entonces, Fernando Mangino, el fundador administrativo de la academia, se encontraba ya de vuelta en España y contaba con la ayuda del escultor Manuel Tolsá para procurar los vaciados necesarios. Las esculturas llegarían al mismo tiempo que Tolsá al puerto de Veracruz.
Del éxito de le escuela de grabado brotaron los primeros movimientos para la fundación de una escuela pública de bellas artes en la que se enseñaría algo más que dibujo y grabado. Bajo el nombre de Escuela Provisional de Dibujo, el 1 de noviembre de 1781 Gil celebró sus primeras clases con gran éxito; para 1783 contaba con trescientos alumnos. Por más de un año, Gil celebró sus primeras clases con gran éxito; para 1783 contaba con trescientos alumnos. Por más de un año, Gil llevó las clases sirviendo de día y de noche como maestro, director y guardián. Ante la demanda de los alumnos, la Junta designó a cuatro de los mejores pintores de México como correctores de dibujo: Francisco Vallejo, José Alcíbar, Francisco Clapera y Andrés López; Gil nunca los consideró artistas académicos, aunque sí preceptores aptos.
La sanción real en 1783 de la Academia aseguró el futuro de la institución e hizo posible lo que Gil esperaba: que pronto llegaran maestros peninsulares. Jerónimo Gil fue director general de la Academia hasta su muerte en 1798 y desempeñó sus actividades con la máxima seriedad, si bien a veces se excedió en su autoridad pues consideraba la Academia su territorio privado.
En 1858, Agustín Barragán, pensionado de la clase de escultura, para llevar a cabo el retrato de Jerónimo Antonio Gil y lograr la semejanza de sus facciones, contaba con el retrato que Ximeno y Planes hiciera de aquél. El retrato de Ximeno, de más de medio cuerpo, da cuenta de su medina estatura, de su complexión gruesa, su cara ancha, rematada
por una peluca empolvada, y sus ojos penetrantes. Aparece vestido con toda solemnidad con una chaqueta azul, camisa de seda, cuello con vueltas de encaje y un hermoso chaleco
rebordado y abotonado. En su mano sostiene una moneda que apunta hacia un troquel. Gil se encuentra ubicado en algún lugar cerrado rodeado por una escultura de uno de los hijos del Laocoonte y sus instrumentos de trabajo; abajo, a su izquierda, una prensa troqueladora de monedas cierra la composición. Barragán también contaba con el grabado que Tomás Suría, discípulo español de Gil, dibujó en San Fernando y que Fernando Selma ¿yerno de G i l¿ traspasó a la plancha. El grabado, como indica la cartela, dejaba constancia del agradecimiento de la Academia Española hacia el director general de la Real Academia de San Carlos de Nueva España. La escultura de Barragán lo presenta con un gesto adusto,
pero no vestido con su traje de época como en las dos fuentes en las que se basó, sino cubierto por un manto que envuelve su tórax.
Vilar enseñó a sus alumnos con modelos extraídos del mundo clásico. Éste era el lenguaje apropiado para construir una memoria de los personajes representativos de la vida interna de la Academia ¿de la cual Gil fue un importante miembro-¿,distanciándolos del momento cotidiano y dignificándolos, al elevarlos al nivel de los personajes de la vida antigua. Barragán retoma de Ximeno y el grabado el gesto adusto de Gil, acaso por conocer el mal carácter del entrañable director que las fuentes le adjudican, tanto por los conflictos que tuvo con los directores Peninsulares de pintura Ginés de Aguirre y Cosme de Acuña, como debido a la enorme carga de trabajo que tenía, ya que llegó a desempeñar cuatro cargos: tallador mayor, director de la Escuela de Grabado de la Real Casa de Moneda, director general de San Carlos y director de grabado en hueco. La escultura de Barragán se
apega más a la edad que Gil tenía cuando su yerno lo grabó, que a la ya madura en la que Ximeno y Planes lo representa.
Construir una memoria de la institución mediante los bustos escultóricos clasicistas fue, para Couto, una manera de entender la historia. El traje que vestían todos los días no era apto para la representación de la historia visual de la institución. Así, don Jerónimo Antonio quedó representado a la manera antigua, sin embargo, la peluca lo ubica fuera de la época clásica de los griegos y los romanos y lo sitúa en las postrimerías del periodo virreinal.
En 1850, Barragán se había hecho acreedor a la pensión de escultura por su estatua del Fauno de Praxíteles, pero en el concurso también había participado y ganado Epitacio Calvo y, al no haber dos pensiones, el jurado se decidió en favor del segundo, quien reunía todas "las circunstancias previstas en los reglamentos". Barragán la obtuvo en febrero de 1852 ¿ello le hacía acreedor a recibir cuatro reales diarios¿ y dejó de ser alumno en marzo de 1861. Encontrar trabajo fuera de la Academia resultaba difícil y Barragán trató por todos los medios de permanecer en ella.
En 1855, antes de la factura del busto de Gil, Barragán produjo, en la clase de práctica de mármol, su Sansón rompiendo las ataduras, mismo que presentó, en su versión en yeso previa a la de mármol, en la sección de estudios de retratos de la exposición de la Academia de 1857 , en la que obtuvo un premio. Vilar dejó claro que los bustos se levantaban primero en barro y, cuando éstos se sostenían, se traspasaban al yeso y, de ahí, al material digno de la posteridad: el mármol. Al año siguiente y para la clase de práctica del mármol, Barragán obtiene la mención honorífica y un emolumento de 74 pesos.
En el inventario levantado en 1867, el mármol que representa a Gil fue registrado sin precio con el número 241, sin embargo, todos los retratos en mármol fueron valuados en 400 pesos. En 1885, el busto fue enviado a la exposición de Nueva Orleans, de la que regresó con la cabeza despegada y rota en un ángulo, según el informe que dio Salomé Pina sobre el lamentable regreso de las piezas. Manuel Revilla, en su catálogo de 1905, lo registró con el número 98. El mármol se encuentra en la colección del Museo Nacional de Arte desde su fundación.
Inscripciones
[En el frente:]
G.Gil
[En el costado izquierdo de la base:]
A. BARRAGAN / M.° 1858.