Museo Nacional de Arte

Francisco Javier Echeverría




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Francisco Javier Echeverría

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Francisco Javier Echeverría

Artista: JUAN BELLIDO   (1829 - ¿?)

Fecha: 1853
Técnica: Mármol
Tipo de objeto: Busto
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

De espesa y lacia cabellera, desde tu lado derecho una raya dirige el pelo, que se levanta en capas y forma ondas que caen marcada y cuidadosamente hacia el lado izquierdo. Llama la atención su delgadez y el gesto adusto de sus pómulos, que se comprimen haciendo el guiño de su boca más sobresaliente; el labio superior et de extrema delgadez, mientras el inferior destaca por tu prominencia. Su frente está surcada por líneas de expresión paralelas a sus pobladas cejas. Sus ojos dirigen la mirada hacia abajo, siguiendo una leve inclinación de la cabeza con respecto al cuello, que se tensa y deja ver la delgadez de su torso, en el señalamiento de las clavículas. Un breve manto recorre sus hombros en forma de herradura.


 

Comentario

El busto en mármol de Francisco Javier Echeverría (1797-1852) esculpido por Bellido en  1853 obedece a la encomienda de obtener tres copias del busto en mármol que el maestro Vilar había hecho del personaje en 1846. En enero de 1854 se decidió que una de ellas debía quedarse en la Academia.

Manuel Vilar, a su llegada a México, quiso hacer algunos retratos para darse a conoce a la sociedad capitalina. Para el retrato de Echeverría efectuó diversos bocetos al carbón, tal como la enseñanza académica lo establecía: el dibujo como punto de partida. El busto en mármol se expuso en 1848 en la primera exposición de la recién restructurada Academia de San Carlos. La escultura del catalán da cuenta de las enseñanzas de su maestro Antonio Solá en Roma, donde se aprendía a marcar una serena distancia de lo clásico, que, por un lado, aleja al personaje de la temporalidad y, por otro, mantiene una cercanía a lo natural en la representación de los rasgos fisonómicos. La escultura difiere de la fotografía que se tiene de Echeverría, donde se le ve más joven, con un peinado diferente y una camisa blanca de cuello levantado que deja espacio para una gran corbata negra de moño; un chaleco y una levita negra completan el atuendo de este elegante burgués. La escultura de Vilar, suponemos, hace una descripción de la fisonomía del personaje tal como lo conoció, pero lo eleva por medio del desnudo clasicista para que, con la dignidad que confiere la tradición, esté presente como una figura ancestral. Vilar lo retrata en su traje de burgués, como sí representaba la pintura a los personajes decimonónicos. Los dibujos preparatorios del maestro ya lo muestran con el torso descubierto. El carácter de la escultura dejaba, en el noble material del mármol, un testimonio. Echeverría fungía desde 1843 como presidente de la Academia y, a partir de 1854, gracias a los buenos oficios de don Bernardo Couto, su efigie de mármol estaría en la Sala de Juntas presenciando siempre la vida institucional de la Academia.

 

Dice la marquesa Calderón de la Barca que Echeverría era propietario de la hacienda La Gavia, una de las más productivas de la República, donde contaba con una amplia variedad de cultivos debido a los diferentes climas por los que se extendía. En ella, los marqueses habían pasado una deliciosa tarde y se habían hospedado por una noche a su regreso deToluca.  Don Javier tenía el suficiente respaldo económico para llevar cierto estilo de vida, formaba parte de ese grupo conocido como los ¿hombres de bien", quienes, ya fueran conservadores o liberales, tenían una solidaridad de clase: no pertenecían a la aristocracia, pero tampoco al proletariado; de acuerdo con la definición de Alamán, un hombre de bien "era un hombre de fe, de honor, de propiedad, de educación y de virtud".

 

Echeverría, antes de ser propietario de La Gavia, había sido diputado en el Congreso de Veracruz, celebrado en 1829 a la caída de los yorkinos. En 1 834 trasladó a la ciudad de México la sociedad de comercio que, bajo el nombre de Viuda de Echeverría e Hijos, había establecido en Veracruz con su madre y hermanos tras la muerte de su progenitor. Ese mismo año fungió como ministro de Hacienda del 5 de mayo al 1 de septiembre, cuando Santa Anna depuso a Valentín Gómez Farías y se empeñó en establecer el sistema centralista. En una segunda ocasión, después de la guerra contra los franceses, participó en el mismo ministerio del 27 de julio de 1839 al 23 de marzo de 1841, en el segundo gobierno de Anastasio Bustamante. El 22 de septiembre de 1841, al tornar Bustamante el mando del ejército, fue nombrado presidente de la República por ser el más antiguo consejero. Don Javier se separó del poder y no volvió a aparecer en la escena política hasta el Congreso de 1850 y 1851 en que fue diputado por Veracruz, se mostró cual siempre había sido: un hombre de orden, no de partido. En palabras de Bernardo Couto, Echeverría estuvo siempre "del lado del orden, aunque sin hacerse hombre de bandería".

 

Barbara Tenenbaum, en su estudio sobre los agiotistas, destaca a Echeverría como uno de los ricos prestamistas que podían suministrar dinero al gobierno en tiempos de emergencia. Así en noviembre de 1846, la compañía prestó 20 000 de los dos millones de pesos que el gobierno santanista, atribulado por la guerra, logró reunir con las cantidades proporcionadas por muchas familias.6 Ese año de 1846 es el mismo en que Vilar le hace la escultura, cuando empiezan a aparecer los frutos de la renovación de la Academia.

Don Javier formó parte de la junta directiva como consiliario

 de la Academia desde el año de 1834; durante ese decenio, desde la cartera de Hacienda, hizo grandes esfuerzos por mantener las economías de la Academia a flote. Sin embargo, fue hasta la década de los años cuarenta, el 19 de octubre de 1843, cuando Manuel Baranda era secretario de Justicia e Instrucción Pública, que la idea de manejar los fondos de la Lotería en beneficio de la Academia fue aceptada por el gobierno. La Junta de Gobierno de la Academia se reunió en sesión solemne, siendo presidente José Mariano Sánchez y Mora, con los consiliarios y académicos de honor.7  Francisco Javier Echeverría, Manuel Diez de Bonilla y Honorato Riaño quedaron encargados de una comisión para hacer un dictamen sobre cómo se iba a manejar la renta. Echeverría quedó como director y Riaño como contador de la Lotería. La empresa dio comienzo a sus operaciones con un préstamo del propio Echeverria. Con el buen manejo de la Lotería, este grupo de "hombres de bien" consiguió los fondos necesarios para la Academia; el excedente se aprovecharía para auxiliar con más de 45 000 pesos a otros cinco establecimientos de beneficencia.

 

Cuando el antiguo presidente renunció, Echeverría fue nombrado director de la Junta de la Academia, al año siguiente ingresaron a la Junta: Bernardo Couto, José Joaquín Pesado, Luis G. Cuevas, Urbano Fonseca, Tomás Pimentel, Lucas Alamán y Manuel Carpió.  Los bustos de todos ellos, a excepción del de Pimentel, fueron esculpidos por don Manuel Vilar o sus alumnos, dejando en "mármol" una constancia de estos hombres que, como dice Roa Bárcena, fueron "patricios en quienes la política no mató, ni resfrió el amor a las letras, sabios que en bien de la sociedad y la patria pusieron en circulación el tesoro de sus conocimientos aplicándolos a todas las cuestiones importantes de su tiempo [ . . . ] hombres notables en el triple carácter de ciudadanos, literatos y artistas".Bellido, como parte de la práctica de mármol, transfirió la figura de Eche

 

verría, al tiempo que Soriano presentaba el busto de Tolsá. Se trata de las primeras dos esculturas de lo que llegaría a ser la galería de retratos de hombres ilustres para la Academia. Bellido obtuvo por este busto un tercer lugar en la clase de práctica de mármol. El plan sobre cómo se conformaría la galería no ha salido a la luz, pero se percibe una doble intención: por un lado, dejar un testimonio que contara la historia de la Academia y, por otro, que estas imágenes debían estar dotadas de magnificencia, para lo cual tomaron el vocabulario de la Antigüedad."

Al ver el busto, uno podría imaginar que pertenecía a un "traficante de dinero de segunda clase", como lo califica BarbaraTenenbaum en su estudio sobre los agiotistas mexicanos en el siglo XIX, o más bien veríamos la encarnación del comentario de Bernardo Couto, quien decía: "ojalá el cielo le hubiera concedido una más larga vida a un hombre a quien dotó de tan bella alma, y que empleó su tiempo, sus talentos y su laboriosidad en obras de virtud".

Manuel Revilla lo registró con el busto en yeso con el número 151 y el mármol con el número 100 en 1905.

 

Inscripciones

[En el costado derecho del yeso:]

J. BELLIDO. COPIO DEL ORIGINAL DEL S. VILAR. 1853.

[En el frente del yeso:]

J. ECHEVERRIA