Inició su formación como grabador en el taller de
Plácido Jiménez, para ingresar en 1881 a la Escuela Nacional de Bellas Artes en
la ciudad de México. Gracias al premio obtenido en la Sección de Escultura,
estuvo pensionado en París, donde conoció las tenlencias en boga,
particularmente la interpretación de Auguste Rodin (1840 - 1917) sobre los
materiales y el lenguaje infinito e inacabado que puso fin a la influencia
académica en la escultura. Regresó a México en 1890 y dirigió la Fundición Artística
Mexicana, responsable de la ejecución de una gran parte de la estatuaria
pública de la capital, como la destinada al Paseo de la Reforma, representativa
de acontecimientos históricos y personajes de historia nacional. Contreras fue
uno de los artistas que inició la corriente del modernismo la escultura
mexicana de principios del siglo XX. En esta obra expresa el estado de ánimo de
una mujer encadenada que, a pesar de los grilletes que la aprisionan, levanta
el rostro hacia el frente en señal de anhelo. Revela la universalidad del
sentimiento humano hacia el desasosiego que produce la libertad coartada. El
modo libre y expresivo con que el autor imprimió su huella en el mármol borra
la definición de las formas para lograr un continuo fluir de superficies
irregulares y claroscuros acentuados. El mensaje está dirigido a los sentidos,
en especial a la vista y al tacto, más que al intelecto. Se inscribe en la
corriente estética finisecular, arraigada en el pesimismo provocado en la
sensibilidad de los artistas, frente al progreso racionalista y el positivismo
que despojaba a la realidad de belleza y esperanza. Primero fue trabajada en
barro y posteriormente labrada en mármol. Fue expuesta en el Casino Nacional el
mismo año de su creación y dos años más tarde en la Exposición Universal de
París, lo que significó para Contreras la Cruz de Caballero de la Legión de
Honor, y con ello el reconocimiento para México y el régimen de Porfirio Díaz.
Realizó esta pieza antes de la amputación del brazo derecho sufrida por el
cáncer que acabó con su vida a temprana edad. En 1901, la adquirió la Escuela
Nacional de Bellas Artes y en los años veinte fue colocada en la Alameda
Central, donde permaneció al aire libre casi 50 años, hasta que ingresó al
Museo Nacional de Arte en 1983, después de ser restaurada.