Museo Nacional de Arte

Dante y Virgilio




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Dante y Virgilio

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Dante y Virgilio

Artista: RAFAEL FLORES   (1832 - 1886)

Fecha: 1855
Técnica: Óleo sobre telacesa
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

Sobre una superficie de marcadas tonalidades rojizas, se distinguen las figuras de Dante y Virgilio. En la parte superior del cuadro, Virgilio, vestido con una túnica blanca al estilo antiguo y coronado con hojas de laurel, se halla sentado sobre unas rocas y, con expresión apacible, levanta la mano derecha en signo de hacer uso de la palabra. Debajo de él, Dante, vestido de rojo a la usanza medieval y también coronado de laureles, se encuentra sentado sobre unas rocas reclinando el torso para apoyar las manos en las piedras que le sirven de sustento, mientras observa, con gesto de horror, la escena que se desarrolla en el fondo: en una cavidad que ocupa la parte inferior izquierda de la pintura, flamean intensas llamas entre las que se alcanza a percibir algunos personajes. El color rojizo de las llamas que salen del infierno invade el lienzo de esta tonalidad.

Comentario

Luego de ciertas representaciones tempranas, como las de Sandro Boticelli y de algunas otras en el siglo XVI, además de las obras monumentales del Renacimiento, la vida y la obra de Dante Alighieri parecen desaparecer como tema de las artes plásticas hasta la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los artistas de la Ilustración y del romanticismo, deseosos de sondear mundos imaginarios y misteriosos, encontraron en la Divina Comedia una fuente inagotable de inspiración. En su concepción sobre el artista y su quehacer, los artistas románticos se identificaron con la vida personal del poeta, llena de desengaños, y con la construcción del artista incomprendido en su época. Así, la vida azarosa del poeta florentino y la creación de su obra se convirtieron en un tema propio de las artes visuales.

Fueron los pintores ingleses William Blake y John Flaxman y el suizo Henry Fuseli, quienes iniciaron, a fines del siglo xvm, la revaloración moderna de la Divina Comedia. El carácter plenamente humano de la obra, el papel del artista creador como testigo de la lucha entre el bien y el mal, entre el dolor del castigo y el placer de la virtud y en su intensa búsqueda de lo divino, se avenían armoniosamente con las preocupaciones de los artistas románticos, sugiriéndoles variados temas para desarrollar en sus obras. Entre los temas más socorridos estarían el de Paolo y Francesca, el del conde Ugolino y el de Sordello. Eugéne

La obra de Flores representa a Virgilio y a Dante escuchando la historia del naufragio de Ulises, cuyo rostro apenas se distingue entre las serpentinas llamas del infierno. El pintor tomó como fuente para la ejecución de su obra el canto vigesimosexto del poema, en el que se narra la condena de los malos consejeros y la historia de Ulises contada por él mismo a solicitud de Virgilio:

  Por los mismos picos salientes que les hablan servido para bajar, suben otra vez los Poetas a lo alto de la roca, y siguiendo adelante, llegan al octavo foso. Ven allí resplandecer innumerables llamas, separadas unas de otras, y en medio de cada una padece el alma de un condenado: suplicio a que lo están los que hicieron incurrir a otros en arterías y fraudes con sus consejos. Advirtiendo que una de aquellas llamas tiene dos puntas, y al saber que dentro de ellas existen Diómedes y Ulises, para complacer a su discípulo dirige Virgilio la palabra al segundo, y oye de él la historia de su desgraciada navegación.

  La pintura de Rafael Flores vendría a ser una de las primeras representaciones en la pintura mexicana del siglo xix inspirada en el poema de Dante. En este sentido, cabría mencionar que entre las obras que Vilar recomendaba a su discípulo Epitacio Calvo, cuando éste se encontraba a punto de emprender su viaje de estudios a Europa, mencionaba la Divina Comedia además de las obras de Homero, Tasso y Ariosto.2 Si bien hasta ahora no se conoce cuál fue la edición que estuvo al alcance de los mexicanos en la primera mitad del siglo XIX, es posible pensar que los discípulos de la Academia conocieran el poema florentino gracias a la traducción verbal de Vilar o Clavé, quienes sabían italiano; aunque también algunas revistas literarias tradujeron algunos poemas de El infierno Lo cierto es que la recomendación de Vilar a su alumno y el cuadro de Flores muestran el interés que se tenía en la Academia por los poemas de Dante como posible fuente temática y que tanto. Además, el mismo año que Flores presentaba su cuadro en los salones de la

 Academia, Santiago Rebull, pensionado por la misma institución en Roma, enviaba la copia de uno de los frescos de Rafael en las estancias vaticanas. Se trataba de un detalle de La escuela de ¡a teología en el que aparecen el papa Inocencio III, Dante Alighieri y el fraile dominico Savonarola, quien debía hacer quemar la Divina Comedia y a su autor por herejía.5 José María Roa Barcena, conmovido por el tema, escribía. Un año más tarde, en 1856 , José Salomé Pina, también pensionado por la Academia de San Carlos, envió desde París una copia de Dante y Virgilio en la barca de Aqueronte de Delacroix, para exponerla en la novena exposición.

 En 1866, la obra del poeta florentino dio tema también a Jacobo Gálvez y Gerardo

La pintura de Flores ganó el segundo premio en la clase de composición de varias figuras bajo la dirección de Pelegrín Clavé y fue presentada en la octava exposición de la Academia con la siguiente descripción: Dante y Virgilio, original. Conducido Dante por Virgilio por ásperas rocas y hondos precipicios al averno, llega a la obscura caverna en la que los engañosos consejeros son atormentados cada uno en su llama. Preséntase una de ellas dividida en dos ráfagas, a la vista de ambos viajeros. En una sufrió su martirio Diómedes, en otra Ulises. Interroga a éste Virgilio la historia de su naufragio, y escúchalo Dante sobrecogido de terror.9

  En su reseña de la octava exposición publicada en La Cruz, Roa Bárcena, después de referirse a la copia que Rebull había enviado del fragmento del fresco de

Rafael que representaba a Dante, pasaba a elogiar el cuadro de Flores por la caracterización de los personajes, su correcta expresión y su parecido, además de su atinado colorido:

  El artista debe de haber comprendido la sublimidad de aquel pasaje de la Divina Comedia [...] Hay que notar en la actitud y el rostro de Virgilio la serenidad causada por lo antiguo de su conocimiento con las almas entregadas a las penas eternas, y en la actitud y el rostro de Dante Alighieri el espanto que le ocasiona la novedad de escena tan horrible. Ambos personajes están laureados y la fisonomía del Dante perfectamente conservada, siendo de sentirse que la de Virgilio no sea más aguileña, como la representan las más antiguas medallas. La luz del fuego en que abrazan los precitos, domina en todo el cuadro, estando tan perfectamente caracterizada, que, por un engaño muy común a nuestros sentidos, experimentamos calor al acercarnos al lienzo, y la vista no puede detenerse en él mucho tiempo sin lastimarse. Las actitudes, los rostros, los ropajes y hasta los complicados juegos de luz que se notan, especialmente en la figura del autor de la Eneida, revelan sumo gusto y un estudio extraordinario del artista.

  La obra fue adquirida por sugerencia de Vilar y Clavé para el acervo de la escuela. Desde entonces sirvió como modelo a los discípulos del ramo de pintura, quienes la copiaron con frecuencia durante la segunda mitad del siglo XIX.11 Tan abundantes fueron las copias del Dante y Virgilio de Flores realizadas por los alumnos de la Academia que Ignacio Manuel Altamirano, en su crítica a la exposición de 1879-1880 publicada en La Libertad, comentaba con ironía y malevolencia sobre una copia de Herrera: ¡Cielos! ¡Otra copia! Yo no adivino qué tiene de tan bello y admirable dicho cuadro que así se enamoran de él todos los muchachos. Este cuadro es entre los aprendices de pintura lo que la Stella confidente es entre los aprendices de la música. Ya nos fastidian los efectos de fragua como nos fastidian las notas dulzarronas de la romanza aquella. Por lo demás, el cuadro debía llamarse Dante y Virgilio, desertores de La Divina Comedia, y visitando a las ánimas benditas del Purgatorio.

Pese a haber gozado de gran popularidad en el siglo pasado, la crítica de arte le ha dedicado poca atención a esta obra. Desde su ejecución permaneció en las colecciones de la Academia. En 1876 formó parte del contingente artístico que México envió a la Exposición de Filadelfia.13 En 1982, se integró al acervo constitutivo del Museo.