Museo Nacional de Arte

Autorretrato




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Autorretrato

Autorretrato

Artista: MIGUEL MATA Y REYES   (1814 - 1876)

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

Reyes se ha retratado vestido con una bata de pintor de amplias mangas y profusión de pliegues. Sentado sobre una silla de madera, el artista visto de tres cuartos, dirige su mirada al espectador con la mano derecha en reposo sobre su pierna mientras que con la izquierda sostiene los instrumentos de su oficio: una paleta, seis pinceles y un tiento. Frente a él se encuentra el caballete con el lienzo que está pintando y que representa el retrato en busto de una joven.

Con gran dominio del dibujo Mata ha logrado la reproducción de su fisonomía: las cejas delineadas, la mirada penetrante, la nariz recta, los labios carnosos, la amplia frente, la cabellera castaña y ondulada que enmarca su rostro a los costados, el bigote y la fina y crecida barba con los tonos grisáceos que delatan la edad madura del pintor al igual que su avanzada calvicie.

Comentario

El catálogo de exposiciones de la Academia de San Carlos registra dos autorretratos de Miguel Mata y Reyes, el primero presentado en 1854 y el segundo en 1877. El Museo Nacional de Historia alberga dos autorretratos: uno de pequeñas dimensiones (40 x 30 centímetros) y otro más ambicioso de más de medio cuerpo (112 x 82 centímetros) fechado en 1850, cuando contaba con treinta seis años de edad. Es muy probable que éste último sea el que se presentó en 1854, pues en él el pintor aparece en la plenitud de su juventud. Se trata de un retrato concebido en las premisas de la estética romántica: la figura del artista surge distinguida y elegante de la penumbra de un fondo neutro y oscuro y dirige su profunda mirada al espectador. Apostado en una silla, con la cabeza ligeramente volteada a la derecha, la frontalidad de su cuerpo y su mirada le confieren un halo de misterio acentuado por el manejo de la luz y del color, que evoca de alguna manera los retratos de los ¿viejos maestros¿ de la pintura europea como Tiziano o Remabrandt tanto por la fluidez de la pincelada como por el uso dramático del claroscuro en el que la luz se concentra sobre el rostro, la camisa y las manos y por la intensa expresividad de la mirada soñadora y romántica. La posición aristocrática de las manos que resaltan entre las sombras y la disposición de anchos planos de color, confieren al retrato energía y vitalidad.

La poderosa caracterización de este autorretrato de juventud en el que el artista se presenta como una figura enigmática emergiendo de la penumbra contrasta plástica y simbólicamente con el Autorretrato del acervo del munal, en el que no ha evitado representar las huellas que el tiempo ha marcado sobre su cuerpo como la calvicie y los surcos sobre su frente. El distinguido atuendo en su retrato de juventud ha sido sustituido por una ordinaria bata de trabajo, como si pretendiese hacer hincapié en el aspecto material y cotidiano de su oficio. Pero lo que más llama la atención es el cambio de ambiente y de personalidad con los que ahora se presenta en su madurez: el gesto natural y en apariencia desenvuelto, pero orgulloso y confiado que le otorgan una patente profundidad psicológica y la nitidez luminosa que baña todo el lienzo con una reducida gama cromática. El refinamiento y la elegancia rebuscada del primer autorretrato se han traducido aquí en una afirmación de su quehacer artístico y en un deseo de introspección psicológica, como una forma de reencuentro con su propia personalidad o una interiorización de su trayectoria artística. El equilibrio y la estabilidad de la composición se encuentra animado por la movilidad de las miradas, tanto de él como del personaje femenino que está pintando, como un efecto de atracción con intenciones expresivas que atraen, a la vez, la mirada del observador entablando un diálogo con él.

El protagonismo de la figura retratada, que también dirige su mirada al espectador, crea una doble realidad del cuadro dentro del cuadro, pero también pone de manifiesto la importancia simbólica que el artista le otorgó tal vez como rememoración de un momento significativo en la vida del pintor, pues es probable que se trate de la representación de su esposa. Ya sea como curiosa afición o como reflexión sobre las transformaciones y alteraciones que el paso del tiempo y las vicisitudes de la vida iban dejando en el rostro del artista, este Autorretrato de Mata permite al observador participar de su intimidad y deleitarse con su habilidad técnica para evocar su personalidad.

 Originario de San Mateo de Naolinco, en el estado de Veracruz, Mata inició sus estudios en Jalapa y más tarde los continuó en la Academia de San Carlos, en donde tuvo una acelerado ascenso: En 1835 solicitó una pensión para el ramo de pintura, tres años más la junta de gobierno le solicitó sustituir a Manuel Araoz como corrector de dibujo y para 1840 fue nombrado director del ramo de pintura Con base en el decreto de reorganización de la Academia expedido en 1843 que contemplaba la manutención de seis pensionados Europa, los directivos de la institución le ofrecieron disfrutar de una beca de estudios en Roma, oferta a la que después de varias evasivas renunció. Sin embargo, entre 1843 y 1846 jugó un importante papel en la reordenamiento administrativo y académico de San Carlos hasta la llegada del catalán Pelegrín Clavé en 1846, quien lo sustituyó en su cargo, entonces recibió el nombramiento de segundo director de pintura y se ocupó de la corrección en la sala de dibujo de la estampa hasta 1861, cuando el gobierno triunfante de la Guerra de Reforma, lo comisionó junto con sus antiguos discípulos Juan Cordero y Primitivo Miranda, para redactar un nuevo reglamento para la Academia e inventariar los cuadros que se hallaban en los conventos suprimidos. Entre sus alumnos más distinguidos se encuentran, además de Cordero y Miranda, con quienes mantuvo una estrecha relación por el resto de su vida, Guadalupe Carpio de Mayora, una de las ¿señoritas pintoras¿ más destacadas, hija del médico y poeta Manuel Carpio, quien también se retrató empleando algunas de las estrategias compositivas de su maestro en su Autorretrato del MUNAL: sentada frente a su caballete pintando la imagen de su esposo y rodeada de sus hijos.

 Mata fue conocido en el medio artístico por las numerosas copias de temas religiosos que realizó de las obras del pintor español Bartolomé Murillo y de otros artistas como Rafael y Guercino, las cuales gozaron de una gran demanda entre los coleccionistas. A la par de esta afición, se destacó también como eminente retratista, su labor en este terreno fue demandada por importantes personalidades de la época. Realizó los retratos de Dolores Tosta de Santa Anna, José Joaquín Pesado, Joaquín Ramírez y Juan Cordero. Según se desprende del catálogo de obras conocido hasta hoy, sólo ocasionalmente llegó a incursionar en los temas costumbristas, prueba de ello son El aguador (hoy en el Museo Nacional de Historia) y Caza de venados.

En 1879, su viuda exhibió en los salones de la ENBA trece pinturas: cuatro copias de asunto religioso, una de tema histórico (Santa Anna en la toma de Tampico) y ocho retratos, la mayoría de ellos representaban a algunas de las figuras capitales en la vida institucional de San Carlos: Manuel Tolsá, Manuel terrazas, José Antonio Castro, Manuel Sánchez de Tagle, John James Baggally y Joaquín Ramírez

En los archivos de la Academia se registra que un Autorretrato de Mata formó parte del contingente artístico que representó a México en la Exposición de nueva Orleáns en 1884. Sin embargo la falta de especificaciones no nos permiten saber si se trata de la pintura del MUNAL o de la del Museo Nacional de Historia . No se conoce por ahora la fecha en que este Autorretrato de Mata ingresó a las galerías de San Carlos y que procedente de la Casa de la Cultura de San Luis Potosí, pasó a formar parte del acervo constitutivo del Museo Nacional de Arte en 1982.