Nelly Sigaut. Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte Pintura Nueva España T. II pp. 255
Descripción
El cuerpo semidesnudo de san Ponciano, atado de pies y manos, cuelga de alguna parte del techo que no se hace visible en la composición. La cabeza se dobla hacia atrás mientras sus ojos se elevan al cielo, en una actitud orante que se subraya con la frase que sale de la boca del santo martirizado: Gloria tibí Domine, qui me tuo Visitatione circundas.1 En el cielo, hacia donde se dirige la mirada implorante, una nube oscura se abre en intensa luminosidad, por donde aparece un ángel que se inclina sobre el santo. La escena transcurre en el interior de un palacio de construcción elevada a la derecha, en la cual, y sobre un pedestal, se encuentra un individuo con indiscutible capacidad de mando. Como los demás hombres de la pintura, con excepción del santo, va vestido "a la romana", una manera fantasiosa pero efectiva con la que se representaba a los soldados del Imperio romano: piernas desnudas, pies calzados con botas, armaduras metálicas convertidas en ceñidas telas que marcan cuerpos musculosos y fuertes. Con esas mismas características están representados otros dos hombres en el mismo lado derecho, formando un grupo de tres, dos de frente y uno de espaldas, cuyos brazos extendidos hacia el mártir marcan una rotunda direccionalidad. A ambos lados de la figura de Ponciano, dos hombres con hachones de fuego en las manos son los encargados de hacer efectivo el suplicio. Uno lleva el torso y las piernas descubiertos y está descalzo, desde su cintura cae una tela roja que lo envuelve. Su postura es forzada, pues está de frente en la obra, pero la cabeza doblada y elevada mira al sujeto de su castigo. El otro, en cambio, da la espalda plena a un posible espectador, pues su interés está puesto en la acción que realiza en ese momento: lastimar con fuego el cuerpo indefenso del mártir cristiano. En el lado derecho, un grupo de soldados armados contempla la escena. Un elevado arco de medio punto permite ver el exterior, donde bajo un cielo tormentoso se ve a un ejército numeroso, cuyas armaduras brillan en la noche, igual que el perfil de la ciudad que se abre al fondo del paisaje. Una imagen parlante, un pequeño de cabello rubio en el primer plano de la composición, sostiene una cartela donde puede leerse: Si Roma ingrata y cruel / hoy a Ponciano atormenta/ México alegre y contenta / se enriquecerá con él.
Comentario
Desde que Manuel Toussaint hizo la primera separación de obras y definición de personalidades artísticas entre los tres Echave del mismo nombre, se han sucedido importantes discusiones y cambios de atribuciones. Los autores que se han ocupado de este tema suponen que los martirios de los santos Ponciano y Aproniano, aunque de distintas fechas y medidas, fueron hechos para los retablos de las reliquias que hubo en La Profesa desde fines del siglo XVI y principios del XVII.2 El Martirologio romano cita a seis mártires con el mismo nombre, uno de ellos papa. Ponciano sucedió a san Urbano I en la sede romana en el año 230. Convocó en Roma un sínodo en que se confirmó la sentencia dictada contra Orígenes por Demetrio de Alejandría.
En el año 235, cuando Maximino desató una nueva persecución contra los cristianos, Ponciano fue desterrado a la isla de Cerdeña a trabajar en las minas de sal en condiciones de gran insalubridad. Según una leyenda muy antigua, Hipólito (el primer antipapa) tuvo el mismo destino y allí en Cerdeña se reconcilió con Ponciano, quien renunció al pontificado. El consejo que ambos mártires dieron a sus seguidores fue que se mantuvieran fieles a la fe católica y restaurasen la unidad.
Según el Liber Pontificales, Ponciano murió "ajjlictus et maceratusjustibus", es decir, a fuerza de terribles golpes. La relación entre Ponciano e Hipólito resulta particularmente sugerente por varias circunstancias: la primera y obvia para México es que san Hipólito se convirtió en patrono de la ciudad, pues la conquista de Hernán Cortés se concretó el 13 de agosto, fecha de la fiesta del santo. Por lo tanto, los mártires Ponciano e Hipólito, representantes de la vieja y la nueva Roma, se convierten en figuras emblemáticas para el nuevo sistema icónico novohispano. Pero, además, hay que tener en cuenta que ¿si la fecha de 1605 que Toussaint asegura haber visto en la tabla de Echave es correcta¿ en ese momento Alonso Vázquez estaba trabajando en México y que una de sus obras discutidas es justamente el Martirio de san Hipólito, Como no se sabe la procedencia segura del cuadro de Echave, se podría pensar que pudo ser un encargo que acompañara al Martirio de san Hipólito en el Hospital de Jesús. Complejas circunstancias impidieron que el cuadro de Vázquez se ubicara en la capilla hasta mediados del siglo XVII, pero, en verdad, no hay referencias del de Echave. No deja de ser interesante la noticia de que al centro del segundo cuerpo del retablo de San Francisco Xavier que se construía en la iglesia jesuita de San Pedro y San Pablo, se colocaría una pintura en tabla que representaba a san Ponciano, la cual Laureano Ramírez tenía en su casa. Rogelio Ruiz Gomar se pregunta si sería propiedad del pintor o de los jesuitas y estaría bajo su custodia mientras procedía a armar el retablo. Sin embargo, Ruiz Gomar supone que dicha obra no es otra que El martirio de san Ponciano de Baltasar de Echave Orio, "suposición a la que se opone el que el cuadro de Echave, al decir de José Bernardo Couto, se compró a mediados del siglo pasado a un particular para las galerías de la Academia de San Carlos".Por otra parte y como es bien conocido, el papa Gregorio XIII envió a México, como regalo para la Compañía de Jesús, reliquias de mártires cristianos, con lo cual "distinguía a los jesuitas con la custodia de las reliquias de santos, símbolo importante del catolicismo postridentino, que destinaba al cuito de los novohispanos".
El regalo papal sufrió terribles avatares, pues fue despachado en un navio que se perdió frente a las costas de San Juan de Ulúa, donde las reliquias se convirtieron en botín, ya que venían guarnecidas en metales valiosos. Llegados a Veracruz, los náufragos, arrepentidos y convencidos de que sus enfermedades y desgracias eran castigo de los ofendidos santos, entregaron las reliquias al comisario del Santo Oficio. Sin embargo, el incidente produjo una gran confusión, de tal manera "que apenas se pudo por entonces saber de qué santo fuese cada una". Para remediar esta situación, el papa envió otras 214 reliquias que fueron el objeto de una gran fiesta que se celebró el domingo 2 de noviembre de 1578, donde se representó la tragedia titulada Triunfo de los santos. En el edicto de convocatoria para el certamen poético, se destacaba que "Dios manifiesta su majestad y fuerza por medio del auxilio a quienes promueven el feliz recuerdo de los mártires en la tierra. África, el Imperio de Oriente, Germania y las Galias cayeron porque desecharon las reliquias." Los emperadores que habían dado un apoyo especial a las reliquias ¿Constantino, Heraclio y Felipe II¿ eran ejemplo de gobernantes. Para la fiesta se construyeron arcos triunfales, y en ellos se armaron emblemas, con lemas y poemas alusivos. En uno de los patios del Colegio de San Pedro y San Pablo, se había colocado una imagen que mostraba a un alemán que despreciaba las reliquias y a un indio que las recibía con reverencia. El lema que la acompañaba decía: "Quid tanto ros dono indigno
El Triunfo de los santos fue publicado en México en 1579, es decir, apenas un año después de la celebración. Rojas Garcidueñas propuso como posibles autores de la obra al padre Vicencio Lanucci y al padre Juan Sánchez Baquero, quienes estaban a cargo de las cátedras de latinidad y retórica en el Colegio de San Pedro y San Pablo. Lanucci, un siciliano que llegó en 1574 y regresó a Europa en 1579, estaba profundamente preocupado por la lectura de textos paganos. En cambio, Sánchez Baquero ingresó a la Compañía en Alcalá de Henares en 1569, exactamente un año después de la gran fiesta de recepción de las reliquias de los santos Justo y Pastor y permaneció en México hasta su muerte en 1619. 11 Su actividad como maestro y como cronista, su preocupación por las reliquias de los mártires y su promoción para la ejecución de obras dramáticas, lo convierten en el candidato ideal para ser el promotor de los programas de los retablos que los jesuitas dedicaron a los mártires y en los que Echave Orio pudo participar con sus obras de los martirios. Unos años más tarde ¿en 1619¿, el mismo Echave le contestaba al arzobispo
Juan Pérez de la Serna, acerca de las características de la pintura de imágenes sagradas, que se debían representar las historias de los santos "con la verdad que pasaron o con piadosa y devota consideración con que pudieron pasar".12 Así, en la Nueva España, pensada como la Nueva Roma, se les rendiría a los mártires el debido homenaje por medio de las representaciones de sus historias en el teatro y la pintura. A partir de estos sistemas de reiteración visual de los dogmas o prácticas religiosas que apelaban de manera efectiva tanto a los sentidos como a la razón, los jesuitas idearon un sistema de representación simbólica que era recibido de manera clara y directa por la compleja sociedad novohispana.
Según Couto, la obra fue comprada por él mismo a un particular antes de 1872 y figura en el inventario de las Galerías de pintura de la Escuela Nacional de Bellas Artes de 1879. En el inventario de las Galerías de la Academia de 1917, con el número
1190, se concede la autoría de la obra a Echave El Viejo. En 1935- aparece en la lista de obras que pasarán al Palacio de Bellas Arte.
Inscripciones
[De la boca del mártir hacia el ángulo superior izquierdo:]
Gloria tibí Domine, qut me tuo Visitatione circundas
[En el folio que sostiene el niño en la parte inferior:]
Si Roma ingrata y cruel / oy A Ponciano atormenta /México alegre y contenta / se enriquezera con el