Museo Nacional de Arte

San Anselmo Obispo




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San Anselmo Obispo

Fotografía: David Álvarez Lopezlena Retoque fotográfico: Perla Godinez Castillo

San Anselmo Obispo

Artista: MIGUEL CABRERA   (ca.1695 - 1768)

Fecha: ca. 1759
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Transferencia, 2000. ExPinacoteca Virreinal de San Diego.
Descripción

Rogelio Ruiz Gomar.Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte  Pintura Nueva España T. II pp. 127

Descripción

Sentado en un sillón frailero de respaldo azul y clavazón dorada, se encuentra san Anselmo, casi de frente, representado como un hombre de mediana edad. Está en lo que se adivina es una espaciosa habitación, a juzgar por la base sobre la que se desplanta la gruesa columna que se aprecia, así como por el amplio cortinaje rojo que cae en dos pliegues de la parte superior, mismo que oculta parcialmente un magnífico librero, con dos estantes llenos de grandes volúmenes. El santo, que luce una amplia tonsura, bigote y barba que crece poco bajo el mentón, porta una larga alba ceñida a la cintura con un cíngulo rosado, misma que presenta un fino y rico encaje tanto en los puños como en la ancha banda que circunda el borde inferior. Lleva cruzada sobre el pecho una estola que hace juego con la magnífica capa pluvial con que está revestido, la cual, bordada con hilos de oro, y cuyas dos orlas quedan unidas por una franja sobre el pecho, presenta un forro de color gris azulado. Sujeta una pluma con la mano derecha, y detiene sobre sus piernas una hoja de papel enrollada con la mano izquierda. Junto a él se encuentra una mesa cubierta con un mantel de color guinda, sobre la cual vemos el papel en que se encontraba escribiendo, así como un tintero de plata y una mitra blanca, decorada con perlas y guías vegetales en dorado. En la esquina inferior izquierda del cuadro se halla un libro abierto del cual vemos sólo una parte intensamente iluminada, pues el resto queda en una densa sombra.

Comentario

San Anselmo (1034-1109) fue un famoso teólogo de la orden de san Benito. De origen lombardo, su carrera eclesiástica le llevó a Inglaterra, donde fue designado arzobispo de Canterbury, nombramiento que se vio precisado a aceptar por obediencia, en 1093, pero cuya gestión estuvo llena de conflictos y de constante lucha con los reyes de Inglaterra por la defensa de los derechos del papado en Roma. Tras haber estado exiliado, regresó a Inglaterra después de la muerte de Guillermo II, donde falleció en 1109. Por su saber y escritos, fue elevado a la categoría de Doctor de la Iglesia aun antes de ser canonizado. No obstante estar considerado como uno de los más grandes teólogos de su tiempo ¿ a él se debe la formulación de la prueba ontológica de la existencia de Dios-, san Anselmo debe su celebridad a los escritos que dedicó a la Virgen, entre los que lo mismo encontramos homilías, "meditaciones" o "devotas y muy sentidas oraciones". Su contribución en dichos escritos fue a tal punto importante que más allá de que se puede detectar su influencia en muchos autores posteriores, se le considera el auténtico propulsor de la mariología científica y el precursor de los grandes padres de la escolástica.

   La iconografía de san Anselmo, que se remonta a fines de la Edad Media, es muy pobre, pues se gustó representarle simplemente como obispo, con báculo y mitra, y dado su carácter de escritor sosteniendo un libro. El cuadro que ahora nos ocupa es el único que conocemos con la imagen de este santo en la pintura novohispana. En él, Cabrera le ha representado como un importante miembro de la Iglesia, revestido con magnificencia, y como un erudito, rodeado de sus libros e instrumentos de trabajo: tintero, pluma y papel. Considerado el padre de la teología, en el librero a su espalda se hallan las fuentes de la tradición eclesiástica en que basa su saber: además del gran tomo de las Sagradas Escrituras, destacan ocho volúmenes con las obras de san Agustín ¿era llamado "el segundo Agustín"¿, así como obras de otros "santos padres", como san Ambrosio, san Gregorio y san Dionisio.

    Fueron san Anselmo y san Bernardo quienes sentaron las bases para valorar el papel de María como mediadora. Al pronunciarse de manera clara y explícita respecto al papel de cooperación de María en la adquisición y distribución de todas las gracias, san Anselmo preparó el camino a los que en el futuro habrían de estudiar la mediación de María. Pero fue san Bernardo quien habría de expresar: "Dios ha querido que todas las gracias nos vengan por las manos de María."11 Como era de esperarse, tanto san Anselmo como san Bernardo participaron en la discusión que durante el siglo XII se vivió en torno al privilegio de la inmunidad de la culpa original. Y aunque se repite con frecuencia que ambos fueron defensores de la Inmaculada Concepción de la Virgen, hay que señalar que ello no es del todo cierto. Para san Anselmo, el origen de la dignidad y de las prerrogativas de María residía en el hecho de ser la madre de Jesús; y era de este privilegio del cual deducía la pureza de María, su virginidad, su santidad y su poder de intercesión; pero al igual que muchos otros teólogos de su tiempo, no llegó a darse cuenta de las implicaciones de este principio con respecto a la Inmaculada Concepción. Con todo, tiene el gran mérito de haber contribuido a encontrar la solución final a la controversia sobre la Inmaculada Concepción por medio de sus especulaciones en Cur Deus homo y en De conceptu virginali et de origínale peccato, especialmente por su crítica de la tesis agustiniana sobre la transmisión del pecado.

    Regresemos a los cuadros de Cabrera. En el rostro de san Anselmo, cabe encontrar, dice Couto, "serenidad y aplomo", al tiempo que en el semblante de san Bernardo advierte que Cabrera captó "la terneza, la devoción, el misticismo de aquella alma pura". Por su parte, Manuel G. Revilla hace un encomio del cuadro de san Anselmo "por la bien estudiada cabeza y el carácter que dio al personaje, apartándose de sus tipos convencionales".

  Este lienzo estuvo destinado a los salones de la Universidad se ha dicho que representan ese refinamiento religioso e intelectual que debió vivirse en la Nueva España, tanto entre los miembros del culto clero, como entre los de aquella institución, ámbitos en los que se combinaba lo cortesano y lo eclesiástico con el mundo de las letras. Esta representado en su calidad de escritores con la pluma en la mano, como esperando la inspiración o poniendo en orden sus ideas; pero mientras que san Bernardo eleva su mirada hacia el rompimiento de gloria, para subrayar que su sabiduría proviene del cielo ("ciencia infusa"), san Anselmo deja vagar la mirada hacia el frente, dejando la impresión de que absorto a la realidad que lo rodea, está concentrado, como buscando alcanzar dentro de sí, a través de la razón, el conocimiento de las cosas divinas. De esta suerte el rompimiento de gloria que se observa en un caso y la columna en el otro son más que meros elementos complementarios de la composición de estos cuadros, pues aluden seguramente a la fe y a la razón, esas dos importantes vías sin las cuales se consideraba infructuoso abordar las cuestiones divinas, y que constituían el núcleo del pensamiento jesuita para el estudio del misterio de la Inmaculada Concepción, toda vez que la pura fe o la razón sola eran insuficientes para intentar cualquier aproximación a la cuestión. En este sentido, se antoja que el par de cuadros que aquí se comenta hubiese estado en relación con el lienzo de La Virgen del Apocalipsis, igualmente en la colección del Munal, que habría de realizar, para la misma Universidad, el propio Miguel Cabrera un año después (1760 ).  Época que coincide, por una parte, con la etapa de influencia de los jesuitas en esa institución y, por la otra, con el lapso en que fuera designado como rector de la misma ¿ y luego reelegido por dos ocasiones más, de manera consecutiva¿, el doctor Manuel Ignacio Beye Cisneros, a quien se debe una serie de ampliaciones y mejoras al edificio, intervenciones entre las que puede estar la ejecución del par de cuadros que nos ocupa.19

  Como se ha apuntado, él cuadro fue hecho por encargo de la Real y Pontificia Universidad de México, donde es muy probable que formaran parte precisamente de una serie como las mencionadas. Esto se desprende de lo que expresara José Bernardo Couto cuando puso en boca de su primo, el poeta José Joaquín Pesado, uno de los interlocutores en su Diálogo: "Recuerdo que estos dos cuadros estaban en la Universidad con los de otros santos Doctores, entre los cuales hay un Santo Tomás de Aquino, tan grave, tan bien posado en el sillón, que parece estar discurriendo algún artículo de la Suma."20 Noticia que repite, pero al mismo tiempo amplía Revilla, al señalar que "Juntamente con el de San Anselmo, pintó para la Universidad los cuadros de San Bernardo, San Buenaventura, Santo Tomás de Aquino y Duns Scoto";21 y aunque en una nota agrega que dichos cuadros: "Actualmente están en el Museo", desafortunadamente nada sabemos del paradero o la suerte que corrieron ni ese Santo Tomás ni el resto de los "otros santos Doctores". Respecto al número de los mismos, parece quedar claro que eran cinco, pero no hay nada que nos permita afirmar ni que todos fuesen de esa misma serie ni que no hubiese habido más. En virtud de que todos los mencionados se distinguieron por salir con sus escritos en defensa de María, se hace evidente que existía la intención de agruparlos en su calidad de "doctores marianos", pero la verdad es que tampoco queda bien establecido que hubiesen formado parte de la misma serie. Pero aun en el caso de aceptar que sí lo fuesen, habría que convenir que de ella sólo subsistieron los lienzos de San Anselmo y de San Bernardo y que no pertenecen a ella otros cuadros de "doctores marianos" firmados o atribuidos a Cabrera, como ocurre con los tres lienzos en formato oval de San Agustín, San Bernardo y acaso San Ildefonso, que se conservan en el Museo de Arte de Querétaro, o con los cuadros aislados de Duns Scoto (el "Doctor Subtilis") en el Museo Nacional del Virreinato, o el San Cirilo, que se conserva en el Museo de El Carmen de la ciudad de México, ni el San Juan Damasceno que se le ha atribuido en Santa Fe, Nuevo México. Dada la diferencia que se observa en el manejo compositivo pero también en las inscripciones, en las medidas y en los formatos, se antoja concluir que algunos de estos últimos cuadros son de santos aislados o parte de otras series de "doctores marianos", realizadas por Cabrera o por algunos otros pintores activos en la época.

  Abelardo Carrillo y Gariel piensa que fue gracias a las gestiones que emprendiera Couto para formar una colección de pinturas coloniales en las Galerías de la Academia de San Carlos (1855), y a la buena repuesta que se dio por parte de los conventos y de los establecimientos que tenían obras de cierto mérito, que la Universidad donó varios cuadros, entre los que estaba este par de lienzos con San Bernardo y San Anselmo, y el de La Virgen del Apocalipsis.

Finalmente, por el ya mencionado José Joaquín Pesado nos enteramos también que los dos cuadros que nos ocupan no sólo fueron incorporados a las colecciones de pintura colonial que se estaban formando en la Academia, sino que quedaron integrados a los espacios concedidos en las Galerías de la institución, pues a ellos se refiere cuando agrega: "que [los] han colocado ustedes a los lados de la puerta". En un inventario de 1917 de las obras de la antigua Academia se les asigna una valuación de dos mil pesos.

Inscripciones

[3051. En el margen inferior:]

S. ANSELMO OBISPO, DR. MARIANO.

 

[En los lomos de los libros:]

Sagradas Escrituras / San Agustín / San Ambrosio / San Gregorio / San Dionisio