Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 8
Descripción:
"Hermenegildo Bustos pintó en la década de los setenta del siglo pasado dos extraordinarios bodegones que conservó hasta su muerte. Indudablemente, estas obras tuvieron un significado especial para él pues, aunque entre su clientela debieron abundar las peticiones para obtenerlas, nunca quiso desprenderse de ellas. Dichas piezas sólo salieron de la casa del pintor 18 días después de su muerte, cuando pasaron a las manos de su heredero Miguel Barajas.
El primero de esos bodegones lo firmó el 30 de agosto de 1874 y el segundo, el 15 de enero de 1877. En ambos, añade a su firma su carácter de "indio purisiense"; afirmación que repetirá en otra pieza capital de su producción Autorretrato de 1891.
El concepto y la factura de este par de naturalezas muertas, hacen posible establecer una serie de características de la manera de pintar de Hermenegildo Bustos y de cómo se acercó a sus modelos.
En ambas nos seduce su afán de objetividad y composición, que se encuentran más cerca de preocupaciones que le permitan la clara descripción de las frutas, que a preceptos estéticos convencionales. La veneración que Bustos siente por la naturaleza lo lleva a precisar no solamente con minuciosidad la estructura exterior, la textura y el color de cada fruto, sino que nos informa de su interior con igual esmero.
Todo está a la vista. El chabacano presentado desde ángulos diferentes, lo mismo que el higo, la lima o la guayaba, como si al sumar las diferentes versiones de una misma fruta, quisiera atrapar la integridad de su apariencia. Estos bodegones son un testimonio de la capacidad de observación de Hermenegildo Bustos, y de la inclinación por documentar lo que está frente a sus ojos.
En ambos cuadros, la composición recuerda los trabajos de los ilustradores naturalistas y está más próxima a la ciencia que al arte, pues la disposición de las frutas en registros regulares –como indica Walter Pach-, parece afirmar que el pintor no necesita recurrir a "arte" alguno para componer su imagen, le basta sólo con la naturaleza.
Por otra parte, el empleo de un fondo neutro en el que lo frutos parecen flotar, es similar a las láminas de un libro de ciencia más que a las fórmulas usadas en el bodegón tradicional. La originalidad compositiva de los bodegones de Bustos, mucho se aproxima a los dibujos de frutas del francés Jacques Le Moyre (ca. 1533-1588) o a los grabados que ilustran el Espectáculo de la naturaleza, o Conversiones acerca de la Historia Natural que han parecido más a propósito para excitar una curiosidad útil, y formarles la razón a los jóvenes lectores, del abad M. Pluche de 1786.
Acertadamente, Paul Westheim percibe esta cuestión en el texto que escribe para el catálogo de la primera gran exposición de Bustos en el Museo Nacional de Artes Plásticas en 1951, al mencionar que sin duda el propósito del artista fue transmitir
una idea plástica de las diversas clases de frutas tal como las dan las láminas en los libros de botánica. [Por eso, Bustos no dispone las frutas en una composición en la que las agrupe de manera convencional, sino que] el pintor las coloca separadamente, una al lado de la otra, en varias filas paralelas, que recuerdan los pisos de una casa (…) La idea composicional de las filas no lo hace caer en lo esquemático. En uno de los cuadros, por ejemplo, la fruta grande, abajo a la derecha [una piña] ocupa la altura de tres filas, interrumpiendo de esta suerte el ritmo horizontal. Es un pintor que no sólo representa: también compone.
Coincido con Westheim en que este par de pinturas encierran la sobria y objetiva expresión del pintor. A mi parecer, los bodegones constituyen un parteaguas en la obra bustiana, puesto que presagian el realismo exhaustivo con el cual Bustos transcribirá la apariencia de sus modelos a partir de la década de los ochenta. Percibo el mismo ánimo de observación en los retratos de esa época y en los bodegones. Comparto el punto de vista de Walter Pach de que no solamente los bodegones se circunscriben en el ámbito de la naturaleza, sino también los retratos. Pach lo expresa así
La obra de Bustos puede realmente compararse a la de aquella escuela suprema de retratistas que concentró su atención sobre el parecido y la vida habiéndose despreocupado casi por completo de los atributos "estéticos", me parece que he aducido la prueba favorable a mi tesis [se refiere al análisis del cuadro de "La China"] de que Bustos se dejó guiar exclusivamente por su sentido de la naturaleza.
Así como Bustos emplea un fondo neutro para aislar a las frutas de su contexto, encierra los rostros de sus personajes en un óvalo que inscribe en el rectángulo de la lámina que actúa como soporte. En ambos casos, la manera de componer tiene la virtud de concentrar nuestra atención en lo que el pintor quiere destacar. A partir de los bodegones, es posible establecer un antes y un después en el realismo empleado por Bustos para abordar la representación de sus modelos. Asimismo, estas piezas constituyen una síntesis de lo que el artista ve y de lo que su mano alcanza a lograr."
(Aceves Piña, Gutierre, 1993, p. 13-14)