Museo Nacional de Arte

Últimos momentos de Atala,




Búsqueda Avanzada

Últimos momentos de Atala,

null

Últimos momentos de Atala,

Artista: LUIS MONROY   (1845 - 1918)

Fecha: 1871
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

La producción plástica del artista académico Luis Monroy se desarrolló esencialmente en el último tercio del siglo XIX. La obra Últimos momentos de Atala fue realizada en 1871 y participó en la XV Exposición de la Academia. Formó parte del lote de obras que se presentaron en la muestra de Filadelfia en 1876 y en la de Chicago en 1893. ¿ Se inspira en la novela de François-René de Chateaubriand, Atala o Los Amores de dos salvajes en el desierto, publicada en 1801, la cual causó un éxito rotundo en la sociedad francesa. Con una temática histórico- religiosa, la pintura narra un amor imposible dentro del espíritu cristiano de la época, donde los valores debían pasar por encima de las pasiones. Atala, hija de un colono español en tierras norteamericanas y de una mujer indígena convertida al cristianismo, se enamora de un aborigen; pero antes de entregarse al amor carnal ella prefiere morir, ya que había hecho la promesa a su madre de conservar su virginidad y fe cristiana. ¿ El artista eligió el momento de los funerales que se llevaron a cabo dentro de una cueva; el sufrimiento que evoca su amado, el joven Chactas, guerrero de la tribu outlalissi, es inaudito. De rodillas, sostiene un crucifijo y llora desesperado a los pies el dolor es captado con gran exactitud. La figura de pie y encorvada del padre Aubry interpreta la resignación; él enciende una luz como si ésta fuera la esperanza que llevara al alma de Atala con Dios. Ella es la figura más impactante de la composición, el artista centró en la protagonista el foco de luminosidad y la ubicó en el centro de la tela. ¿ Sin duda alguna, Monroy se inspiró en la obra del artista francés Anne Louis Girodet de Roussy-Trioson (1767-1824), quien presentó una pintura con la misma temática, La muerte de Atala, en el Salón de la Academia Francesa en 1808, causando una espectacular apreciación en la crítica de aquella época. Girodet siempre profesó un amor por la literatura y poesía, su extrema sensibilidad lo llevó a realizar una producción cargada de erotismo ambiguo, generando con ello una ruptura con los principios y enseñanzas académicos. Su arte buscó encarnar un ideal estético entre las fronteras de la poesía y pintura, marcando el paso del neoclasicismo académico al romanticismo. ¿ La obra proviene de la Oficina de Registro de Obra del INBA e ingresó al MUNAL como parte de su acervo constitutivo en 1982. [AOl]

Descripción

Interior de la gruta habitada por el padre Aubry, según la describe FranÇois René de Chateaubriand en su novela Atala, ou les amours de deux savages dans le désert (1801). Tres figuras forman el primer plano: a la izquierda, el viejo misionero con hábito frailuno, en el acto de dar la última comunión a Atala, quien, desfallecida y cubierta con una pieza de lino blanco (que habrá de servirle de mortaja), contempla extática la hostia, mientras que con su mano izquierda aprieta un crucifijo de ébano sobre el corazón; a la derecha, el indígena Chactas está arro.dillado a los pies de su amada, con la cabeza echada hacia atrás y las manos extendidas hacia adelante en un doble gesto de dolor y admiración. Chactas lleva en la mano izquierda la pequeña cruz de oro que Atala le ha legado, con la recomendación de que se instruya en el cristianismo y se convierta; viste un largo taparrabos de tela a rayas, ceñido con una faja roja, y va adornado con una arracada de oro y un collar de perlas. Detrás del lecho de piedra, recubierto con musgo y paja fresca, en que Atala yace agonizante y que ocupa el centro de la composición, se alza, a la izquierda, un gran bloque pétreo a modo de altar, sobre el que descansa el tabernáculo o urna forrada de seda blanca que contenía el copón; a la derecha, se prolonga el pasillo de acceso a la gruta, pudiéndose ver, a través de la entrada, un paisaje nocturno alumbrado por la luna. La escena principal tiene dos fuentes de luz: una invisible, acaso colocada al pie del altar y proyectándose de abajo a arriba, está tapada por la figura del fraile y valorizada por la intensa, simbólica blancura de la tela que cubre el cuerpo de la virgen; la otra, el sobrenatural resplandor de la hostia. Una y otra producen un efecto misterioso, acorde con el carácter solemne de la escena representada

Comentario 

 

Atala, o los amores de dos salvajes en el desierto, fue publicada por Chateaubriand en 1801 en forma independiente, y en 1802 junto con El genio del cristianismo, ya que, según su autor, formaba parte integrante del libro dedicado a ilustrar los valores poéticos de la religión. Esta "epopeya del hombre de la naturaleza... escrita en las chozas mismas de los salvajes", como Chateaubriand lo declarara en el "Prefacio" es, en realidad, una historia romántica de amores contrariados y jamás consumados entre un indígena y una mestiza de la Luisiana, medio "salvajes" y a medias cristianizados. Contiene "una curiosa mezcla de ferocidad bárbara y casta relación amorosa, de pulsiones eróticas y piedad cristiana", encuadrada en una ambientación densa y voluptuosa de grandes bosques y ríos caudalosos. El hecho de que la historia transcurra entre tribus indígenas de la América septentrional, en la etapa de su evangelización, le confería al tema un interés complementari

Fue, de todas las obras de su autor, la que, en razón de su escenario y de su tema, ejerció mayor influjo tanto en Europa como en la América romántica a lo largo de todo el siglo. Es referencia constante, por ejemplo, en la célebre María (1867), del colombiano Jorge Isaacs, cuyo éxito continental refrendaría la popularidad de la Atala hasta finales del siglo XIX. En uno de sus Cuentos románticos ("Un cuento cruel", publicado en las "Conversaciones del domingo" de El monitor republicano en 1868), Justo Sierra decía de una de las protagonistas: "Adelaida no había leído más novelas de amor que Atala y Pablo y Virginia". Con ello confirmaba el papel inesquivable que el relato de Chateaubriand tenía, aun entonces, como factor de educación sentimental entre los jóvenes mexicanos.

En las artes plásticas, la novela tuvo un fuerte impacto inmediato. Ya en la misma década en que fue publicada, se presentaron en los salones parisienses al menos cuatro cuadros en ella inspirados; entre ellos, el más célebre de todos, Los funerales de Atala, de Anne-Louis Girodet-Trioson (Salón de 1808). Desde entonces resultó evidente el atractivo que sobre la imaginación romántica ejercería el episodio de la muerte de la protagonista, que, para efectos de su representación plástica, comprende tres momentos sucesivos: la última comunión de Atala, su expiración y su entierro.

El asunto adquirió tal popularidad que se hicieron vajillas de porcelana y relojes de péndulo decorados con episodios de la novela, El interés por el libro no decaería en las décadas subsecuentes, e inspiró versiones ejecutadas por pintores como Ary Scheffer y Eugene Delacroix, así como un gran número de ediciones ilustradas, entre ellas la de Gustave Doré (1863).En México, Juan Cordero expuso en 1864 su propia interpretación de El entierro de Atala y, en 1869, el Lic. Felipe Sánchez Solís, sin lugar a dudas el mecenas más notorio en la República restaurada, y él mismo aficionado a las artes, expuso un "estudio hecho con tinta china" con el asunto de la Muerte de Atala.

Monroy leyó con cuidado la novela, antes de componer su cuadro, como lo prueban muchos detalles. Por ejemplo, la magnolia que Atala trae en el pelo se la había puesto Chactas mientras dormía, la mañana misma en que ella tomaría el veneno que habría de segar su vida, "esperando, según la religión de mi país, que el alma de algún niño de pecho habría bajado en una gota de rocío a aquella flor, y que un sueño feliz la llevaría al seno de mi futura esposa", tal como lo recordaría Chactas, ignorante a la sazón del voto de castidad que presuntamente impedía a Atala consumar su amor. Toda la escena constituye la interpretación pictórica de un momento narrativo muy preciso de la novela, cuando, a punto de darle el viático a la moribunda, el padre Aubry ha invocado a Dios y "una fuerza sobrenatural" impele a Chactas a caer de rodillas a los pies del lecho de su amada, luego de haberle prometido "abrazar un día la religión cristiana".

El cuidado que el pintor puso para incorporar un gran número de pormenores narrativos y ambientales significativos, así como el buscado efecto de iluminación misteriosa y "sobrenatural", permiten inducir que no era ajeno a las fuertes connotaciones religiosas de la novela. En este sentido, pareciera anunciar una corriente iconográfica que habría de desarrollarse un poco más adelante, una vez concluida la gestión marcadamente "jacobina" de Sebastián Lerdo de Tejada (1872-1876), en la pintura de José María Ibarrarán y de Gonzalo Carrasco.

Con todo, es posible también una lectura in malo de la escena representada. En particular si se tiene en mente el vigor con que los ideólogos de la Reforma habían atacado el tradicional poder de la Iglesia sobre las conciencias, y en particular la cuestión de los votos monásticos, atentatorios contra la libertad de hombres y mujeres. Semejante convicción había llevado al gobierno liberal a decretar la extinción de las órdenes regulares y la exclaustración correlativa de los ocupantes de algunos conventos. En tal contexto, resulta revelador el juego expresivo de los protagonistas de la escena pintada por Monroy: el fervor extático de la comulgante podría ser calificado de sumisión fanática a los dictados de la religión, encarnados en la persona del fraile, una figura patriarcal represiva y autoritaria,frente a la cual Chactas sólo acierta a levantar los brazos al sentirse despojado del objeto de su afecto.

Sin embargo, la significación de la Atala rebasa los límites de una reanudada confrontación polémica entre la militancia católica y los liberales, tal como a la sazón volvía a plantearse, y arraiga en la exaltación generalizada de un concepto espiritualizado del amor, para contrarrestar las nociones groseramente "materialistas" que se habían difundido en algunos sectores dominantes de la sociedad decimonónica mexicana, sobre todo a partir del Segundo imperio, dando por resultado la "metalización" de los corazones, y que ya eran objeto de acres censuras por parte de publicistas de todas las convicciones doctrinarias. Así, una laudatoria crítica anónima del cuadro de Monroy, publicada en El siglo XIX, periódico de temple liberal, definía el amor encarnado en el personaje de Atala en los términos siguientes: "...desvanecerse, vacilar, agonizar bajo el peso de un deleite soberano que da una vida con todos los colores de la muerte, y una muerte continuada, pero con todos los encantos de la vida; tocar lo duradero para creer en lo inmortal; conocer el amor para creer en Dios, eso es amar".

Monroy, alumno de Pelegrín Clavé, de Santiago Rebull y de José Salomé Pina, había ingresado a la Escuela de Bellas Artes en 1863 y estuvo pensionado en el ramo de pintura entre 1866 y 1874.Con su primera composición original, El hijo pródigo, se llevó el primer premio en la clase de Composición de una figura en 1868. Es muy probable que la Atala haya sido la obra por la que obtuvo el segundo premio en la categoría de Composición de varias figuras correspondiente al año lectivo de 1870 razón por la cual se quedó en propiedad de la escuela. Se exhibió en diciembre del año siguiente, en la decimoquinta exposición de la Escuela Nacional de Bellas Artes. Posteriormente fue remitida a la Exposición del Centenario en Filadelfia (1876) y a la World Columbian Exposition de Chicago (1893).