Museo Nacional de Arte

El Cristo Niño de la espina




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El Cristo Niño de la espina

Arturo Piera

El Cristo Niño de la espina

Artista: DIEGO DOMÍNGUEZ SANABRIA   ((activo primera mitad del siglo XVIII))

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA
Descripción

Descripción

El Niño Jesús está sentado en el fuste de un balaustre tirado en el suelo. En el acto de tejer una corona de espinas se ha pinchado el dedo índice de la mano derecha y de la herida se derraman algunas gotas de sangre. El rostro clavado en el espectador y la mano izquierda, que toma y muestra el dedo sangrante, concentran la atención sobre este accidente, lo que resulta más conmovedor dada la mirada impasible y que no muestra ni dolor ni pena. El Niño, descalzo, está cubierto por una túnica morada de textura burda y cruzada por un cordón a la manera de un nazareno; el cordón termina anudado en la columna, que se ve manchada de sangre.

Dispersos sobre el suelo se distinguen los siguientes atributos pasionarios: tres clavos y dos dados, la columna de los azotes y a sus espaldas una escalera, una lanza y el palo con la esponja avinagrada en la punta. Recogidos en una canasta se encuentran la cartela con la inscripción INRI, una disciplina de varas y otra de puntas, dos tenazas, un martillo, un berbiquí, una cruz de madera (algunos de los cuales recuerdan también el taller de carpintería de Nazareth).

  El formato oval queda sugerido por un marco moldurado fingido y del que sólo se aprecia la curvatura en los ángulos de la tela. Alrededor de la cabeza, resaltando la silueta del Niño, se aclara el fondo neutro y se forma un aura anaranjada.

Comentario

El monacato cisterciense del siglo XII, con la figura de san Bernardo a la cabeza, creó la devoción a los pasajes de la infancia de Jesús, la que vino a ser recogida e incrementada por la religiosidad franciscana. Pero sólo con el misticismo de los siglos XVI y XVII se dio culto especial a la figura del Niño Jesús como tal, quien se aparecía y dialogaba con innumerables religiosos mostrándoles en esa forma, blandiendo sus "armas" pasionarias en mano, el camino de la "imitación" cristiana.

  En España e Hispanoamérica se difunden, como en ninguna otra parte de la catolicidad contrarreformista, las imágenes entalladas y encarnadas del Divino Infante, bajo las más variadas situaciones y títulos regionales. Más allá de manifestar el estado de gracia de los primeros años de la vida del Redentor, esta iconografía eminentemente barroca también servía como una estremecedora advertencia pasionaria, fundamentada en lo dicho por santo Tomás de Aquino: "En el momento de su concepción, el primer pensamiento de Cristo fue para su Cruz."1 A este sentimiento premonitorio se añadía lo referido por la antigua tradición apócrifa que evocaba los trabajos del Niño como aprendiz de carpintería en el taller de su padre, en Nazareth, donde conoció la cruz, el instrumento de su martirio. Ambas ideas de sufrimiento y trabajo, ahora confundidas, proponían, mediante el seguimiento de los pasos cotidianos del Cristo Niño, un itinerario de meditación íntima y perfección espiritual.

  El tema de El Cristo Niño de la espina, así como El Niño Jesús dormido sobre su cruz o La calavera de Adán, es una de las más logradas elaboraciones alegóricas que la piedad popular del siglo XVII arropó y difundió como propias. Eran toda una invitación poética para adentrarse "movido del alma" en la interpretación de los misterios de la salvación.2 Nada más ilustrativo que servirse de la anécdota del taller de Nazareth, donde el Hijo del Hombre fabricaba pequeñas cruces ante la mirada azorada de san José y la Virgen. Al rodearlo de los instrumentos de su Pasión ¿ juguetes crueles o de mal presagio ¿, la imagen de este Niño destinado al sacrificio, pero al que se veía inocente y resignado, provocaba en el espectador sentimientos de compunción y compasión. Algo más dramático ¿ o incluso patético¿ si se es consciente de que este infante es prefigura de la postrera imagen del Ecce Homo, vejado y sangrante por mano de los mismos hombres a quienes redime.

  Quien de forma más temprana y con mejor sentido sistematizó visualmente este modelo dentro de la corriente espiritual de la devotio moderna fue el flamenco Jerónimo Wierix. Al describir la vida doméstica de la Sagrada Familia en distintas escenas, supo transmitir la misma reflexión: los misterios dolorosos del Niño y su Madre son anuncio de su Pasión.

  Una de las primeras representaciones novohispanas de esta alegoría de "los presentimientos", en su forma autónoma y con un carácter mucho más devocional, se debe al pincel de Nicolás Rodríguez Xuárez: El Cristo Niño de la espina del Museo Franz Mayer. Allí se compendia la tradición apócrifa referida con el nuevo paradigma devocional de Wierix. Es indudable que tiene una procedencia gráfica y en común con la obra de Sanabria: son composiciones ovales, parte de los atributos los mismos y la posición del Niño idéntica. Ambas también pueden considerarse contemporáneas.

  Conforme a la inscripción puesta al calce, se trata del encargo de una mujer piadosa que al sufragar esta imagen, como todo objeto de devoción, probablemente lo hacía previa aceptación de un modelo gráfico, que también pudo haber sido dado por ella al artista para su copia. Diego Domínguez Sanabria fue un pintor destacado en el ámbito regional de Querétaro, hay noticias de que estaba activo en esa ciudad alrededor del decenio de 1720.

En 1987 El Cristo Niño de la espina fue seleccionada en las bodegas de la Oficina de Registro de Obras del Instituto Nacional de Bellas Artes para formar parte del acervo permanente del Museo Nacional de Arte. Esta pieza, junto con un lote numeroso allí depositado, había sido rescatada por Fernando Gamboa en California, durante el sexenio de Miguel Alemán, luego de haber sido extraído ilegalmente de los recintos religiosos de Querétaro. En el mismo año en que ingresó al Museo fue restaurada y bajo las capas de suciedad y barniz apareció la firma de Sanabria seguida del flecit], bajo el capitel de la columna.

Inscripciones

Ha devocion dt Agustina dt Armenta.