Museo Nacional de Arte

Santa Catalina de Alejandría




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Santa Catalina de Alejandría

Santa Catalina de Alejandría

Artista: JUAN CORREA   (activo entre 1646 - 1716)

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

Santa Catalina de Alejandría está representada como una dama noble del Renacimiento, elegante y alhajada, pero en un contexto intemporal resaltado por un fondo neutro e impreciso, al tiempo que avanza sobre un piso tablerado y queda iluminada por un rompimiento de gloria. Victoriosa de su martirio se distingue precisamente por la palma de triunfo que porta al costado y por sus conocidos atributos de tormento y ejecución: la espada con que fue degollada y la rueda de púas aceradas que, como prueba de su fortaleza, se destrozó en forma portentosa por la intervención de un ángel. Conforme a su dignidad real, Catalina viste un traje cortesano con flecos de oro, capa con ribete de armiño, ciñe una corona de oro y está agraciada por una aureola transparente. De su cabellera rizada se sujeta un largo velo agitado y, prendido de la misma manera, cae un par de ínfulas, que son atributos de poder y sabiduría. El pie derecho desplantado, del que asoma la punta de su calzado, y la mirada puesta fuera del cuadro, dan idea de que la virgen de Alejandría se dirige posiblemente al punto más sublime de su encuentro celestial: sus desposorios místicos. Tres serafines que asoman entre las nubes cafés y blancuzcas le acompañan en este evento. El rostro pálido, cargado de emoción, y la mirada puesta fuera del cuadro subrayan este sentido direccional y glorioso. En los bordes del lienzo se ha pintado un marco fingido con polvo de oro y delineado con pintura negra por unas curiosas labores de filigrana.

Comentario

La figura de la princesa Catalina, hija del rey Costo de Alejandría, que vivió entre los siglos III y IV, se contaba entre las más favorecidas en la iconografía novohispana desde el siglo XVI. Fue famosa en toda la cristiandad por su "admirable" castidad, por su interés en las artes liberales y la teología, otrosí de su gran belleza y juventud. Una de las dos parroquias más antiguas y grandes de la capital de la Nueva España ¿junto con la Santa Veracruz¿ estuvo puesta bajo el título de santa Catalina desde 1568 y en el mismo siglo XVI fue jurada como patrona por el claustro de la Real y Pontificia Universidad, en razón de sus méritos intelectuales, evento recordado con una fiesta anual, que era la propia de la institución, y cuya primera noticia data de 1574 (un año después ya había una pintura decorando sus aulas). Siempre pautando la vida estudiantil, las imágenes de la santa doctora tachonaban los espacios del recinto: en 1620 quedó consagrada la capilla universitaria, cuyo retablo mayor estaba aderezado con pinturas de Alonso Vázquez con escenas de su vida, y también se sabe que en 1678 se colocó un nuevo lienzo en ese mismo lugar.

  Esta obra hay que ponerla en relación con el manejo literario ¿y no exento de polémica¿ que por entonces se hacía de la figura de la santa. EliasTrabulse ha destacado el papel que desempeñó en la propagación de su devoción la publicación en México en 1672 del voluminoso libro La rosa de Alexandría del presbítero criollo Pedro de la Vega. La publicación fue sufragada precisamente por los curas beneficiarios de la misma parroquia (cuyo segundo edificio apenas se había estrenado en 1662). Trabulse, pues, considera el protagonismo que tuvo esta figura institucional y universitaria en la vida y la poesía de sor Juana Inés de la Cruz. Ciertamente, los Villancicos a santa Catarina de Alejandría de 1691 para la catedral de Oaxaca pueden verse como un recurso autobiográfico pero también en forma de alegato feminista que defiende el derecho de las mujeres a la vida intelectual (la madre Juana la puso como modelo en la carta a su confesor Núñez de Miranda y en la respuesta a sor Filotea).

Correa echó mano de un efecto teatral que va más allá de la representación intemporal y "dramatiza el retrato" mediante contrastes lumínicos y el tratamiento rico y vistoso de los ropajes. También realizó esta imagen empleando un gran formato que, como en otros casos semejantes (incluido Villalpando), remite a las series de santos con aspecto "orientalista" grabadas por los famosos burilistas de Flandes (Leyden, Jode y Galle), que, además, habían sido muy popularizadas en la pintura andaluza por Zurbarán y Valdés Leal. Se trata de un conjunto o galería de "retratos" de imponentes personajes de cuerpo entero, vestidos "a la turca" o como "damas de corte", y que servían para vestir las naves de los templos o los ambulatorios conventuales. Este rasgo compositivo zurbaranesco es aún más enfático en otra santa Catalina del mismo Correa, la segunda versión de este tema hasta hoy conocida, y que se conserva en la iglesia de Ciudad Vieja, Guatemala.

José Bernardo Couto pone en boca de José Joaquín Pesado el siguiente comentario: "Ahí enfrente tienen ustedes otro Correa, Juan, en aquella Santa Catarina. La figura es digna, el colorido templado, y el dibujo no parece malo." Y responde el mismo Couto: "Ese cuadro nos viene de la Profesa", asegurando que él mismo hizo el traslado del lienzo a las galerías de la Academia y considerándolo, además, uno de los dos mejores ejecutados por el pincel de Correa. Debió, pues, ingresar hacia el año 1855 en la sección de "antigua escuela mexicana". Por un error en los listados de Couto también cpnocida como Santa Bárbara y así fue continuamente citada y reproducida por Agustín F. Villa, Manuel F. Alvarez, etc., hasta que Manuel Toussaint hizo la corrección debida. Fue restaurada entre 1960 y 1964 por el Centro Nacional de Conservación de Obras Artísticas del Instituto Nacional de Bellas Artes. Desde 1982 forman parte del acervo constitutivo del Museo Nacional de Arte, procedente de la Pinacoteca Virreinal de san Diego.