Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 74
Descripción:
"Desde 1921, el nombre de Ramón Cano Manilla no dejó de aparecer en los diarios. El periodista Rafael Vera de Córdova aludió al grupo de pintores prestigiosos que estaban instalados en la Escuela de Pintura al Aire Libre de Coyoacán (FIG. 11) que ocupaba la ex hacienda de San Pablo. Afirmaba que muchos pintaban a la usanza impresionista, entre ellos Emilio García Cahêro, Ramón Alva de la Canal, Gabriel Fernández Ledesma, Fernando Leal, Fermín Revueltas, Carolina Smith Y Edna Baroccio, y añadía que eran pintores que contaban con una sólida formación. Hay que apuntar que varios de ellos integrarían el primer grupo de muralistas que trabajaron en el ex Convento de San Pedro y San Pablo y en la Escuela Nacional Preparatoria: Fernández Ledesma, Alva de la Canal, Leal, Revueltas y García Cahêro. Más adelante, Vera de Córdoba apuntaba que existían otros estudiantes que eran más libres y que no habían recibido instrucción artística: "Perteneciente a este grupo está Sr. Cano, […] quien tiene algunos aciertos dentro de esta orientación impresionista".
Ramón Cano Manilla superó su formación autodidacta e inició la creación de cuadros que merecieron la mención y el reconocimiento de Diego Rivera, José Juan Tablada e Ignacio Asúnsolo.
Una revista de la época publicó un artículo de Rivera con la reproducción de obras de diversos artistas. Al pie de la imagen de Don Panchito (FIGS 13-14), de Ramón Cano Manilla, el muralista consignó: "Un caso de los más interesante, madera en que se podría tallar un gran pintor mexicano, caso de que, dejando atrás el merengue, post-impresionista, guarde la pureza y fuerte tensión de sus comienzos como en este cuadro". Junto a dicha obra, se reproducía La indianilla de Fermín Revueltas. Bajo ésta, Rivera mencionó uno vez más a Cano al asentar: "Revueltas, el que parece más osado entre los jóvenes que exponen, emprende una ruta, que puede llevarlo al verdadero terreno de la plástica; es, con Cano, el más dotado para salir del post-impresionismo".
Sobre la muestra en la Escuela Nacional de Bellas Artes, Cano Manilla anotó: "Antes de clausurar la exposición, el escultor Ignacio Asúnsolo, recién llegado de Europa, me suplicó que le regalara el cuadro de Don Panchito".
Al paso de los meses, sus compañeros comenzaron a pronunciarse sobre las cualidades de su pintura. Cano Manilla recuerda lo dicho por Fermín Revueltas: "Oye, Cano, ya le dijimos al Maestro que tú estás pegando muy duro". Desde ese día, su obsesión por pintar se desbordó y fue así que se dedicó a pintar todo lo que veía: flores, frutas, paisajes, los volcanes y la aurora. Escribe Cano Manilla: "Pinté mucho: diez horas dedicadas exclusivamente a dibujo y pintura". Seguramente fue en aquella época cuando realizó Arrieros, (FIG. 44) Vacas y paisaje, (FIG 42) Siembra del maíz, (FIG. 41) Composición, (FIG. 3) Sol de la tarde (FIG. 12) y Don Panchito."
(González Matute, Laura, 2013, p. 29-30)
"La década de 1920 marcó el intento de estabilizar al país después de largos años de lucha armada a través de varios proyectos educativos y culturales. La obra pictórica de Ramón Cano Manilla se inserta en una época crucial del proyecto nacionalista que también se valió de la educación artística para reivindicar al indígena. Si bien Cano Manilla no era de origen indígena, sí perteneció a una generación de pintores provenientes de la clase campesina y trabajadora que integraron elementos de la cultura popular al proyecto nacionalista a través de escenas y personajes de la vida rural. Incluso, en 1922, el crítico Rafael Vera de Córdoba destacó "el espíritu sano y primitivo que palpitaba en sus pinturas", a tono con el discurso nacionalista.
El conocimiento de la vida campesina determino la obra de Cano Manilla. Uno de sus cuadros más tempranos, Vacas y paisaje (1923), muestra un ambiente un tanto bucólico. Si bien la paleta de colores se diferencia de su trabajo posterior, en donde prestó más atención al detalle, la obra es un ejemplo de que el artista nunca separó sus actividades cotidianas y sus recuerdos de infancia de su labor artística. Siempre exaltó el ambiente y el trabajo de campo, que combinó con fiestas y huapangos en una especie de reivindicación de los estilos de vida tradicionales. Entre los materiales que utilizó, se cuentan la pintura al óleo, la acuarela y el carboncillo."
(Garay Molina, Claudia, 2013, p. 46)
Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 50-51
Descripción:
"Alfredo Ramos Martínez, Ramón Alva de la Canal, Fernando Leal, Fermín Revueltas, Jean Charlot, Ramón Cano Manilla, Ezequiel Negrete Lira, Lola Cueto, Mardonio Magaña, frecuentan los centros de Chimalistac, Churubusco y Tlalpan. Crisol de expresiones, las obras de estos autores coincidieron en concederle a la figuración del campo, una forma de epopeya: sus héroes, los campesinos y su trabajo, el oro alimenticio de una nación en plena búsqueda, reconstrucción de identidad y hambre de valorización. Lo que siguió es la narración plástica de un emblema nacional: el campo y sus productos.
Al hablar sobre esta aventura plástica moderna en nuestro país, Raquel Tibol concluye que "la Escuela al aire libre se transformó muy pronto en un taller de improvisación sin disciplina ni programa, vaciado de espontaneidad y didactismo y, consecuentemente, retardatario para la definición profesional del artista. Pero sembró inquietudes estéticas, fervor creativo y rompió el cerco de la Academia, popularizándola."
De todos los creadores que pasaron por estas escuelas, uno de los más celebrados por contener en su historia personal tintes románticos, es la figura de Mardonio Magaña. Conserje en la Escuela de Pintura al Aire Libre de Coyoacán, a los 56 años, inicia su obra sin instrucción formal anterior. El primitivismo hace entonces su aparición con naturalidad, con total inocencia y candor. Bloques de madera y piedra surgen para hablar del mundo rural del que venía: campesinos arando, grupo de mujeres en el mercado, animales de campo. Directo y franco, en sus figuras Magaña trasmite la rudeza que da el retrato de la realidad campesina mexicana: Escenas que no dejan, con todo, de tener un sesgo de idealización.
En el mismo tener están las obras de Ramón Cano Manilla y Ezequiel Negrete Lira. El primero, nacido en una familia muy humilde, habría trabajado desde muy pequeño como arriero. Una de sus piezas más representativas, es precisamente, Arrieros.
López Velarde Estrada, Mónica, 2003, p. 27, 30)
…Cano, quien se integró al ámbito de la plástica ya como adulto, fue alumno de la Escuela de Chimalistac y luego de la de Coyoacán bajo Alfredo Ramos Martínez, mientras que Negrete ingresó a la Escuela de Xochimilco dirigida por Rafael Vera de Córdova. Arrieros (1923) de Cano Manilla refleja un acercamiento a la vida rural que en su temática costumbrista y pintoresca recuerda la obra de Chapman, pero cuyo tratamiento formal le imprime un cargo afectivo muy diverso. El tamaño más reducido del lienzo, el manejo de colores saturados y la perspectiva poco profunda, así como la escala más imponente de las figuras en primer plano, producen una relación de mayor intimidad con lo representado. Asimismo, la descripción detallada de la pequeña caravana de campesinos subraya que el campo, además de su belleza física, constituye un ámbito de trabajo. La factura deliberadamente más burda y los colores enaltecidos recrean no una ilusión naturalista sino el aspecto decorativo de la cotidianidad rural."
(Cordero Reiman, Karen, 2003, p. 57)