Museo Nacional de Arte

Colegio de Minería




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David Álvarez Lopezlena

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Artista: CASIMIRO CASTRO   (1826 - 1889)

Fecha: s/f
Técnica: Litografía con color
Tipo de objeto: Estampa
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Imagen localizada en el catálogo de la exposición página

Descripción:

"La obra de Gualdi revela su predilección por los paisajes abiertos especialmente en las plazas, así como los edificios neoclásicos, pero también su buen manejo de los interiores, donde se regodea en los detalles. Las configuraciones geométricas de Catedral de Méjico, del Colegio de Minería, de la Cámara de los Diputados o del Claustro del Convento de Nuestra Señora de la Merced muestran a un excelente dibujante que no descuidó ningún detalle arquitectónico y que conocía perfectamente bien las leyes de la perspectiva. En algunos de estos cuadros, una columna o la intersección de las líneas en el edificio, nos proporcionan el punto de fuga para los escorzos.

Con la publicación de Monumentos de Méjico se da un fuerte impulso en nuestro país a un género paisajístico apenas conocido: el del paisaje arquitectónico o también conocido como vedutismo. Si bien es cierto que durante la etapa colonial se tenían antecedentes de paisaje urbano, su intención fue de carácter topográfico; recordaremos sobre todo los anónimos coloniales, los grabados de la ciudad en los mapas de Diego García Conde o las vistas de Juan Patricio Morlete Ruiz. La excepción, no obstante, se encuentra en la Academia poblana, de donde surgieron dignos exponentes del paisaje arquitectónico como José María Fernández y Manuel Manzo; lo mismo que el grabado de la Plaza Mayor por Fabregat sobre un dibujo de Rafael Ximeno y Planes, ejemplos todos de mayor calidad en la perspectiva.

Por otra parte, hablar de viajeros como Catherwood y Stephens se descarta pues tocaron el tema arqueológico o el costumbrista como sucedió con Nebel o Phillips en donde la arquitectura es sólo un marco de esos objetivos. En cambio, con las vistas de Gualdi el paisaje rescata primordialmente los monumentos contemporáneos a él y el objeto directo de atención es el edificio, las figuras humanas quedan en segundo plano subordinadas a fines como el de dar escala a la composición.

Pero, ya en otro camino, la publicación de Monumentos de Méjico fue importante porque será la obra precursora de los álbumes con litografías editados en México por medio de la suscripción. El campo era fértil para dejar seguidores y la semilla que sembró este álbum fue decisiva para la edición del libro México ilustrado de los británicos Phillips y Rider, editado en Londres en 1848; en el que resulta obvio que algunas vistas como la del Claustro del convento de Nuestra Señora de la Merced o la de la Plaza de Santo Domingo, fueron tomadas de los álbumes de Gualdi. Desde luego que la factura del trabajo de los ingleses superó a la del italiano, en especial en vistas como la Plaza de Santo Domingo, donde las figuras de una procesión y los fieles hincados alrededor de ella, además de formar un eje perfecto para la perspectiva, tienen una coherencia en la composición de las que suelen carecer las figuras aisladas de Gualdi.

Desde luego, dentro de estas influencias, no se olvide el conocidísimo álbum México y sus alrededores impreso en México por Decaen en su primera edición de 1855. En él no se puede asegurar que el buen manejo de la perspectiva y la precisión en el dibujo de los edificios derivan de una influencia directa de Gualdi. Sin embargo, todavía no se descarta que el artista italiano haya sido uno de los maestros de Casimiro Castro, quien principalmente litografió las imágenes. En todo caso es claro que Castro conoció Monumentos de Méjico y otras obras de Gualdi. Al observar, en especial, la vista conocida como Plaza de Armas de México, tomada desde alguna azotea en el ángulo sudeste, se recuerda la 1a. Vista del panorama de Méjico tomada desde la torre de San Agustín de Pedro Gualdi. Aunque de nueva cuenta, en este caso, los trabajos de Casimiro Castro superan también a los del italiano pues logró crear verdaderas escenas costumbristas rebosantes de vitalidad y belleza. Sin embargo, no olvidemos que el trabajo de Pedro Gualdi es pionero y que, a partir de los cimientos que él puso, empezó a superarse su obra."

Por otra parte, la copia al trabajo de Gualdi se volvió algo común aun antes de su partida. Uno de los primeros en repetir varios ángulos y temas de sus vistas fue el inglés John Phillips quien edita, junto con Rider, un álbum de la ciudad de México en 1848 y en el cual encontramos gran parecido en algunas imágenes con varias que aparecen en Monumentos de Méjico; recordemos específicamente los dibujos del Claustro del convento de Nuestra Señora de la Merced, en donde sólo cambian los personajes; el Interior de la Catedral, Paseo de la Independencia, (mirando la estatua de la Victoria) y Plaza de Santo Domingo y Aduana. Las diferencias que buscaron Phillips y Rider son más que nada en el trazo de los dibujos arquitectónicos y en la ambientación de ciertas escenas pintorescas, de mejor factura, hay que reconocerlo, que las de Gualdi.

Afortunadamente la impronta de la obra de Gualdi, como hemos dicho, no siempre siguió el camino de la descarada copia. En el libro México y sus alrededores, editado en 1855 y ya obra clásica del arte decimonónico, encontramos ciertos ecos e influencias de la obra gualdiana que adquieren su propia expresión. En especial debemos recordar las vistas de la ciudad desde puntos elevados ya mencionadas, y las vistas tomadas en globo que abarcan toda la ciudad de México. Sin embargo, es indudable que el trabajo de Castro y Campillo superaba al del artista italiano, en especial en el dibujo de las figuras humanas, que recrearon verdaderas escenas costumbristas donde late la vida urbana en el siglo XIX. Lo que en parte explica por qué a partir de la publicación de México y sus alrededores la obra de Gualdi pierde interés.

Sin embargo, creemos que el olvido ha sido un destino injusto para el artista italiano, pues independientemente de que haya tenido discípulos directos o no, su obra influyó en la siguiente generación de los litógrafos, tanto de mexicanos como de extranjeros. En especial sentó las bases para la revaloración de los monumentos de la ciudad de México.

Sin duda, de toda su vida como artista, la más fecunda la había realizado en nuestro país en donde pasó casi dieciséis años. Es seguro que al abandonar nuestra patria Gualdi llevaba litografías y cuadros de la ciudad de México –que pretendía vender en los Estados Unidos-, pero sobre todo el recuerdo de un cielo intensamente azul, diáfano y puro que él había sabido captar tan magistralmente como mejor tributo a su admiración."

(Aguilar, Arturo, 1997, p. 45-47, 65-67)