Museo Nacional de Arte

El Sagrario de México




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El Sagrario de México

El Sagrario de México

Artista: CASIMIRO CASTRO   (1826 - 1889)

Fecha: s/f
Técnica: Litografía con color
Tipo de objeto: Estampa
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Vista en ángulo de la fachada principal de El Sagrario Metropolitano de la ciudad de México, el cual se alza al centro izquierdo de la composición y limita con el campanario oriente de la Catedral, -no existiendo ninguna separación entre ambas moles- que apenas irrumpe en la escena y que alcanza, con su primer cubo, el límite superior de la lámina.

            Hacia el lado derecho del monumento estilo churrigera del mediar del siglo XVIII, obra del alarife Lorenzo Rodríguez, se abre la perspectiva y deja entrever dos postes de alumbrado de aceite[1], un carruaje con cochero y tiro de dos caballos, cuatro árboles y, tras de ellos, a la distancia, las siluetas y los vanos de los edificios ubicados en la escuadra de la calle de Seminario (República de Argentina) y la calle del Arzobispado (Moneda), distinguiéndose el torreón dispuesto sobre la esquina y en el sitio donde estuvo la Real y Pontificia Universidad de México, la primera del continente americano.

            La dirección de la vista captó el ángulo norte oriental de la Plaza Mayor en el momento en que el recinto religioso, edificado como parroquia para suministrar los sacramentos, presta sus servicios a los feligreses que ingresan y egresan del inmueble, y que por su cantidad, constituyen una multitud que da vida al primer plano, dispuesto como un espacio público de sociabilidad.

            El trazo y la reproducción de las líneas arquitectónicas y de los ornatos fueron por demás brillantes, delineando los contornos de la portada con sus cornisas y almenas que, como cascadas, descienden de las jambas del retablo central de cantera de chiluca, hacia los extremos. Este altar que corona y envuelve al acceso central, es profuso en adornos repartidos en los dos registros horizontales y las cinco calles verticales divididas por magníficas columnas estípites.

Sobre la planta baja se encuentra el portón principal con dos ventanales (tipo troneras) a los flancos y dos puertas más, una a cada extremo. Sobre la nave, cortando el cielo, se erige la cúpula ochavada con linterna y copulín, propia del estilo mexicano dieciochesco para los templos y conventos.

La animación evidencia el interés del dibujante por mostrar el abanico social del entorno capitalino, repartiendo diversos grupitos de tipos a todo lo ancho de la franja existente entre el primer término y la alzada del monumento, son: dos niños andrajosos jugueteando con sus sombreros, un grupo de recatadas mujeres de clase alta con el atavío típico para ir a misa a la izquierda, un hombre con sombrero de chinaco y envuelto en una frazada acompañado por dos ¿chinas poblanas¿ a la derecha, una vendedora de flores y unos soldados al centro, y así, de esta forma, hay diversos personajes por todos lados.



[1] ¿En la ¿Introducción¿  de México y sus alrededores, redactada por Florencio M. del Castillo, se anunciaba que pronto se instalaría el alumbrado público de gas (en sustitución del de aceite)¿  Guadalupe Jiménez Codinach, ¿Casimiro Castro y sus alrededores¿ en  Casimiro Castro y su taller.México, Fomento Cultural Banamex, 1996: p. 42.


Víctor T. Rodríguez Rangel. Archivo del Departamento de Documentación del acervo

El sabio alemán Alexander von Humboldt, en su estancia de un año (1803-1804) en la Nueva España, tuvo la oportunidad de conocer la ciudad de México y, sobre ella, escribió, en su Ensayo Político sobre el Reino de la Nueva España[1], que se trataba de una de las ciudades más hermosas fundadas por los europeos a ambos lados del Atlántico. La fama de la capital de la nación trascendió con el correr del siglo XIX y no fueron pocos los viajeros de otros rumbos y allende al mar, que quisieron conocerla, (sorteando la larga, molesta y peligrosa travesía) tras las descripciones de sus adelantos en materia urbanística, de las instituciones de arte y ciencia, de las maravillosas cordilleras que circundaban la cuenca, de la espectacular vista, del benigno clima, de los pintorescos alrededores, de las curiosas costumbres y tipos populares y, en particular, de los esplendidos monumentos, edificados, en su mayoría, durante los dos últimos siglos de dominio español.

          Fueron los europeos, tras la independencia nacional (1821), los primeros en descubrir en valor del entorno urbano y de sus habitantes para ser recreado de forma literaria y artística (Claudio Linati, Karl Nebel, Pedro Gualdi, John Phillips, Thomás Egerton,[2] etc.), para ello se sirvieron de la imprenta y de la moderna maquinaria litográfica que llevó, a cada vez un mayor público, los testimonios gráfico-narrativos de tan peculiar capital, y en general, del país, a través de coloridos álbumes: crónicas de los itinerarios de los aventureros en el territorio.

           Las construcciones de gran monumentalidad abundaban apiñadas entre las garitas que, desde tiempos de Cortés, limitaban el entorno citadino. Sobre los edificios, Florencio M. del Castillo escribió, en la introducción de México y sus alrededores¿, que ¿La ciudad cuenta 14 curatos, ó parroquias; 15 conventos de religiosos y 78 iglesias o capillas; 6 panteones abiertos; 3 paseos principales; 3 teatros, sin contar varios de inferior orden; 2 plazas de toros; 10 hospitales; 3 bibliotecas públicas y otros establecimientos [¿]¿, y más adelante continúa ¿[¿] pues de algunos años á esta fecha la ciudad ha ido hermoseándose progresivamente, contándose entre los edificios nuevos algunos verdaderamente notables por su gusto arquitectónico, si bien no tienen la amplitud y majestad que distinguen á las obras de los españoles.¿[3]

            Los difíciles años de la post-independencia nacional: las crisis económicas, las invasiones extrajeras y la inestabilidad política, dio pie a que se edificara poco en el sentido de la majestuosidad alcanzada por las obras de los años virreinales, celebres fueron de aquel lapso colonial: El Sagrario Metropolitano, que fue la parroquia en la que se administraron los sacramentos y la oficina en donde se llevó el censo de la población, y el Colegio de Minería, -símbolo del repunte de las instituciones laicas ¿ilustradas¿ como consecuencia de las Reformas Borbónicas- culminado en plena década de las guerras emancipadoras contra metrópoli hispana (1813).

            Los dos notables edificios no podían estar ausentes del álbum México y sus alrededores; colección de monumentos, trajes y paisajes. Para ello fueron dibujados, litografiados y concebidos como parte de las 36 estampas que conformaron la primera edición distribuida por entregas por la Impresora Litográfica de Decaen, editor, entre los años de 1855 y 1856, y reeditada varias veces, con nuevas láminas, en años sucesivos (1864, 1874 y 1878).                                                       

Para mediados de aquel siglo, la litografía, introducida por Claudio Linati en 1826, floreció con tal abundancia que invadía libros, periódicos, revistas, música impresa y toda suerte de ilustraciones juntas o separadas[4].

          A la iniciativa de empresarios nacionales y foráneos, como el francés J. Decaen, y al pulcro trabajo dibujistico y litográfico de C. Castro, G. Rodríguez, J. Campillo y L. Auda, debemos este álbum en el que se estimula la búsqueda de una iconografía local que propicie la valoración de las monumentales construcciones y el orden urbano de la capital. En este sentido, esta publicación continuó la obra que compuso el escenógrafo y pintor italiano Pedro Gualdi: Monumentos de Mejico[5], entre 1839 y 1841. En  Monumentos¿, primera colección de litografías, no sólo encontramos el antecedente inmediato de México y sus alrededores, también se pueden localizar evidencias de la influencia que ejerció sobre éste.

              El pintor italiano formó parte del contingente de viajeros que arribaron al país en la primera mitad del siglo XIX¿[6]. Sobre ellos, Justino Fernández escribió: ¿La corriente ya tradicional de dar a conocer a México alcanza un alto nivel artístico a la vez que mostrando un interés  no sólo por las costumbres y el paisaje, sino por los monumentos de la Nueva España, puede decirse que allí se encuentra la primera revaloración de ese pasado que por su riqueza resultaba atractivo y novedoso; era natural, digamos, que el romanticismo tuviera nuevas gafas para ver; también en Europa habían revalorizado el pasado medieval¿.[7]

            Gualdi fue continuador de una ya larga tradición italiana de un poco más de un siglo de los pintores, dibujantes y grabadores de vistas urbanas en aquella región, los llamados vedutiste[8] que incorporaron la reproducción empírica y detallada de los elementos arquitectónicos a complejos paisajes en los que se subrayaba la monumentalidad de las fábricas humanas, un ejemplo fueron en el siglo XVIII las pinturas de la ciudad de Venecia por Canaletto y Guardi[9], o los soberbios dibujos y grabados de los vestigios del Imperio Romano de Vasi y Piranesi. Estos artistas estuvieron preocupados por los efectos de la perspectiva y claroscuro e interesados por lograr lo exacto como lo nuevo registrando con minuciosidad múltiples edificaciones en la búsqueda sistemática del concepto de espacio y la reproducción de lo sublime[10].

            En Casimiro Castro y los demás miembros del equipo de dibujantes y litógrafos del México y sus alrededores, está presente el dibujo arquitectónico correcto y una minuciosa sucesión de escalas en la búsqueda de las proporciones adecuadas que inspiren en el público el efecto de estar viendo la realidad misma. El mismo Gualdi hizo del Colegio de Minería uno de sus monumentales modelos describiendo los elementos que conforman sus caras exteriores y los ornatos de su interior.

            Si Gualdi fue el realizador de la descripción a la litografía basada en el dibujo de su autoría: Vista del Colegio de Minería, entendemos por su lenguaje especializado sus amplios conocimientos de la arquitectura, pues describe con minuciosidad cada uno de los rasgos que conforman la portada principal y las laterales. Igual de relevante son los datos históricos que proporciona: ¿En el lugar en el que se halla ubicado este bello edificio es el mismo en que antes del año de 1793 estaba la casa llamada de los Mascarones o de Nilpantongo, en frente del Hospital de San Andrés, calle del mismo nombre.[¿] Empezó la obra en 1793 bajo la dirección de D. Manuel Tolsá, se suspendieron los trabajos y continuaron en 1798 y cesaron en abril de 1813. Costo la fabrica 1,500,000 pesos, según se cree, aunque no aparece esta cantidad en los documentos que aun existen[¿] De algunos años a esta parte ha sufrido el edificio mucho deterioro, por lo cual ha sido forzoso hacerle algunas composturas.¿[11]

            El edificio tiene su origen a raíz de la intención de reformar y modernizar la extracción minera, para ello se creó en 1777 el Tribunal de Minería, que años después determinó establecer un seminario para estudiar metalurgia con la edificación de un local.[12] Con los años, como Gualdi lo consigna, sufrió un severo deterioro. En 1824 comenzaron los trabajos de restauración por daños en los efectos de la poca solidez del terreno. ¿El arquitecto don Antonio Villard lo libró de la demolición llevando a cabo sesudas obras con las cuales se salvó un edificio de los más notables y primorosos de México.¿[13]

            Entre 1830 a 1939 se llevaron a cabo serias reparaciones, trasladados los colegiales al Palacio de Iturbide. La construcción desde la culminación de la Independencia Nacional lucía algo abandonada, la Marquesa Calderón de la Barca fue testigo de ello y lo menciona en la crónica de sus viajes:

                 Acompañados por el ministro de Prusia, pasamos todo el día de ayer visitando Minería,

                    El  Jardín  Botánico, el  Museo, etc.,  visitas  que  dejan  en  el  ánimo cierta  impresión

                    desagradable, pues estos edificios sólo son esplendidos edificios abandonados. Minería,

                    o Escuela de Minas,  obra  del  famoso  arquitecto  y  escultor  Tolsá,  es  un  magnífico

                    edificio, un palacio, cuyas bellas proporciones le harían notable entre los mejores de su

                    clase en cualquier país de la Europa. Todo allí es grande: sus nobles columnas pareadas,

                    majestuosas escaleras, salones  anchurosos  y  elevados  techos;  pero sin  embargo  esto

                    parece una enorme pajarera de oro en donde se albergan unos cuantos gorriones.[14]

           

 

            Para el mediar del siglo XIX, época en que Casimiro Castro lo dibujó, el edificio  había sorteado la demolición, recobrado su solidez  e identificado como un icono urbano por la sociedad. El artista decidió reproducirlo en ángulo para obtener el máximo beneficio en su apreciación, sólo que cambio el punto de ubicación al otro extremo del que lo hiciera Gualdi, buscando la originalidad.

Castro, quien se revela como el más importante litógrafo de su tiempo, se exige a sí mismo un realismo fiel a lo observado imponiéndose un rigor en el trazo; se exige en bien lograr las escalas para aspirar a la reproducción proporcionada de los personajes que pueblan las calles de la ciudad. En su vista de Minería, se propuso que la atención de espectador no sólo se enfoque en el palacio y sus fábricas vecinas, sino también en ese mundo de viandantes tan brillantemente recreados, lo mismo cargadores y carboneros que el matrimonio que vigila el caminar de sus hijas guiadas por una sirvienta. La vida en la calle de Tacuba es latente, y nos proporciona un registro visual de las indumentarias, de los medios para transportar los productos y de la naturaleza de los productos mismos, los que representan ricos datos para, digamos, un estudio socio-económico de la ciudad en aquella época.

Mientras que el Palacio de Minería representa los monumentos profanos producto del espíritu ilustrado de una época, el Sagrario Metropolitano constituye lo sagrado, el profundo sentimiento religioso de la sociedad tradicional capitalina durante la Colonia. En esta época, el patrocinio a las artes y a la arquitectura se orientó a obras y edificaciones relacionadas a la Iglesia Católica. El Sagrario representa la experimentación y evolución del barroco mexicano, que alcanza la exhuberancia decorativa máxima, antes de su desplome como vertiente artística.

Edificado con planta de cruz griega y conectado a la Catedral a través de la Capilla de San Isidro, ¿Fueron pedidos los planos al arquitecto D. Lorenzo Rodríguez, quien los presentó el 7 de enero de 1749; revisados y aprobados comenzó la obra, siendo el Arzobispo Lorenzana quien consagró el altar mayor, el 15 de septiembre de 1767, estrenándose el templo el 9 de enero del siguiente año.¿[15]

La obra costó unos 200, 000 pesos obtenidos a través de colectas entre la sociedad. El estilo churrigueresco, aunque sobre cargado de molduras y adornos, da al templo un aspecto de novedad junto a la Catedral cuyo estilo es más frío y severo. El mismo Rivera Cambas opina que esta combinación ¿forma un contraste desagradable para el arte.¿

            Correspondió a Francisco González Bocanegra, el mismo de la letra del Himno Nacional, la realización del texto descriptivo a la lámina  de El Sagrario, imprimiendo el característico estilo de prosa ¿romántica¿ de la época y de una buena parte de los comentarios del México y sus alrededores¿ Para dar una idea de las curiosas líneas cito un fragmento:

                 Bajo la inmensa bóveda que á la capital  del antiguo  imperio de Moctezuma forma su azulado

                    cielo,  tranquilo  como el  casto  seno de  una  vírjen,  risueño  como  la  mirada apacible de  la

                    inocencia, se levantan numerosos edificios que erigieron el paternal cuidado de algunos de los

                    monarcas  españoles, el  zelo religioso ó la piedad cristiana  de los  habitantes de esta parte del

                    Nuevo-Mundo.  A  ella  se  deben los  templos,  que son  las  huellas que en  México dejara  la

                    relijion  del Crucificado, y  cuyas  torres  se  levantan  erguidas[¿].  Piérdese en esos templos,

                    porque no tiene torre que la distinga, ni  cúpula elevada  que desde  lejos  indique el lugar  que

                    ocupa, la  iglesia que  lleva el  nombre que encabeza  este  artículo,  y  que es la primera de las

                    catorce parroquias de la ciudad.[16]

 

            La estampa y su comentario se amalgaman para subrayar el sentimiento romántico de esa época, filtrado en las bellas artes y que inspira esa valoración de las cosas grandiosas del entorno que sirven de marco para las vistosas apariencias de las clases sociales quienes desempeñan sus hábitos en la intemperie. Casimiro Castro en la lámina desarrolla una perspectiva caballera para situar sus personajes escalonados con armonía visual y saturando la franja del primer plano que sirvió para reproducir el atrio del Sagrario. El episodio capturado puede ser el de los servicios cotidianos de la parroquia, o por que no el que cita el señor Bocanegra en su texto:

                 Entre esas funciones merece particular mencion la que se celebra el  último  día de cada año,

                   en acción de gracias al Todopoderoso. La multitud corre ansiosa á postrarse ante el Santo de

                   los Santos, llena las naves del templo , vistosamente  engalanadas é iluminadas por  millares

                   de luces,  y con  las solemnes  armonías  del órgano  que retumban en sus  bóvedas, eleva  al

                   cielo sus preces,  juntas con las que el sacerdote envía entre nubes de incienso.

 

            De esta manera, las dos estampas constituyen un documento invaluable de aquel tiempo, a la vez que confirman los grandes logros de la litografía mexicana y las finas publicaciones que vieron la luz al mediar del sigo XIX. Las imágenes y sus comentarios nos remiten a una ciudad muy distinta a la de hoy, sin embargo, los dos monumentales edificios continúan de pie, inmersos en un entorno notablemente modificado, ni peor ni mejor, sólo distinto.

          

 

OBSERVACIONES: Donación del Patronato del Museo Nacional de Arte, A.C., 1992. Las estampas son constantemente utilizadas para la rotación de gráfica de la sala 22: Retrato del México Independiente; fueron desprendidas de la primera edición álbum México y sus alrededores; colección de vistas, trajes y monumentos. México, Taller Litográfico de Decaen, 1855-1856.

 Las vistas fueron comentadas juntas por ser de las edificaciones más atractivas de la ciudad y que permiten comparar el estilo barroco ¿churriguera¿ con el subsiguiente estilo neoclásico. Las litografías integraron desde su impresión dos tintas: negra y sepia.

 



[1] Alexandre de Humboldt, Essai politique sur le Royaume de la Nouvelle Espagne, París, 1811.

 

[2] Fausto Ramírez, ¿La visión europea de la América tropical: Los Artistas Viajeros¿ en Historia del Arte Mexicano, v. 7, México, Salvat, 1982; y Viajeros europeos del siglo XIX en México, (Catálogo de la exposición) México, Fomento Cultural Banamex, 1996.

[3] Florencio M. del Castillo (introducción), México y sus alrededores; colección de monumentos, trajes y paisajes, México, Facsímil de la segunda edición publicada por J. Decaen en México en 1864, Inversora Bursátil, 1989.  

[4] Clementina Díaz de Ovando, El grabado comercial en México 1830-1856 en Historia del Arte Mexicano. México, Salvat, 1986.; y Manuel Toussaint, La litografía en México en el siglo XIX. México, 1934.

[5] Pedro Gualdi, Monumentos de Mejico, México, Imprenta litográfica de Massé y Decaen, 1841.

[6] México y sus alrededores¿, edición de bolsillo.

[7] Justino Fernández, El Arte del siglo XIX en México, México, UNAM-IIE, 1983: p. 126.

[8]  Fausto Ramírez, ¿La visión europea de la América tropical: Los Artistas Viajeros¿ op.cit.

[9] ¿Canaletto¿ en Pinacoteca de los genios, No. 28. Buenos Aires, 1965.

[10] Apud. Giambattista Piranesi; vistas de Roma y otros aguafuertes del siglo XVIII. Colección de la Antigua Academia de San Carlos. (Catálogo de la exposición en el Museo Nacional de la Estampa, julio-agosto, 1989) México, Museo Nacional de la Estampa, 1989.

[11] Vista del Colegio de Minería en Pedro Gualdi, Monumentos de Mejico¿ op.cit.

[12] Manuel Rivera Cambas, ¿Colegio de Minería, hoy Escuela Nacional de Ingenieros¿ en México pintoresco, artístico y monumental, T.1, México, Editorial del Valle de México, s/f. p. 435-448.

[13] Lauro E. Rosell, ¿Colegio de Minas¿ en Revista de Revistas; semanario nacional. Núm. 1449. México, Excelsior, 27 de febrero de 1938.

[14] Madame Calderón de la Barca, La Vida en México (1840-1841). México, Porrúa, 2000: p. 109.

[15] Manuel Rivera Cambas, ¿El Sagrario Metropolitano de México¿ en México pintoresco, artístico y monumental, T.1, México, Editorial del Valle de México, s/f. p. 27.

[16] Francisco González Bocanegra, ¿El Sagrario¿ en México y sus alrededores; colección de monumentos, trajes y paisajes, México, Facsímil de la segunda edición publicada por J. Decaen en México en 1864, Inversora Bursátil, 1989.