Museo Nacional de Arte

La calle de Ávila




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La calle de Ávila

La calle de Ávila

Artista: DIEGO RIVERA   (1886 - 1957)

Fecha: 1908
Técnica: Óleo sobre tela
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

La obra presenta un paisaje urbano de Ávila, España.  Una calle diagonal y ascendente, cruza la escena y fuga la mirada del espectador desde la parte media inferior del lienzo hacia el lado derecho de la composición, donde se sugiere la continuación del camino.  Sobre el lado izquierdo superior del cuadro se perfila una amplia fachada de dos niveles, seguida de un caserío que corresponde a la tipología arquitectónica de la región.  Casi perpendicular a la calle inclinada, aparece, en un primer plano, el detalle de una barda baja.  Entre ésta y la zona de casas, se despliega una plaza en la que tres frondosos árboles cubren con su sombra la parte media de la composición, en contraste con la luminosidad de las cálidas fachadas.  Una estrecha franja de cielo azul claro recorta el perfil de las azoteas remarcando la linealidad de la obra.


Rivera decidió ir a Madrid una vez que el gobierno de Veracruz, a través del gobernador Teodoro Dehesa, le otorgó una beca para "perfeccionar" sus estudios en Europa.  Entusiasmado con la obra de los pintores españoles Joaquín Sorolla e Ignacio Zuloaga, y en busca de un buen adiestramiento técnico, comenzó a estudiar en el taller privado de un discípulo de Sorolla, Eduardo Chicharro y Agüera.  Desde la primera muestra de los trabajos de los discípulos de Chicharro en 1908, Rivera comenzó a destacar como el mejor de sus alumnos.

En busca de nuevos temas y del "alma nacional", Rivera y su maestro emprendieron un largo recorrido de estudio por toda España.  De su fructífera visita a la ciudad de Ávila queda testimonio, aunque a veces sólo fotográfico, de cinco importantes obras de su formación española: La puerta de San Vicente de Ávila, El valle de Amblés, Nocturno, La virgen de la cabeza y La hora tranquila.  A partir de estas telas, se comienza a vislumbrar un cambio temático, pero sobre todo estilístico, en el trabajo de Rivera que se acerca cada vez más a la sensibilidad simbolista.  En La hora tranquila es claro su interés por la síntesis formal y la depuración lineal.  El tratamiento planimétrico y anguloso de las fachadas pesadas y volumétricas de las casas, contrasta con las formas redondas y la secuencia rítimica de los árboles.  En esta vista recrea un paisaje urbano deshabitado, rasgo común en las vistas simbolistas, de una angosta y empinada calle de Ávila flanqueada por extensas superficies de casas planas cuyas fachadas confluyen en el extremo superior de la obra.  El colorido de las viviendas pone de manifiesto el interés de Rivera por la arquitectura vernácula.

A su regreso a Madrid, antes de partir a París y dar por terminados sus estudios en España, Rivera participó, en 1909, en la Segunda exposición de los discípulos de Chicharro con La hora tranquila, entre otras piezas.   Como anota Favela, su presencia en la muestra fue bien recibida y comentada en la prensa por el propio Ramón Gómez de la Serna.

La hora tranquila, también conocida como La calle de Ávila, se dio a conocer en México en la primera exposición individual de Diego Rivera inaugurada en la Escuela Nacional de Bellas Artes el 20 de noviembre de 1910.  Dos meses más tarde, en enero de 1911, antes de que el pintor volviera a Europa, el gobierno mexicano la adquirió junto con otras seis pinturas entonces expuestas.  Forma parte del acervo constitutivo del Museo Nacional de Arte.

 

Pilar García

 

BIBLIOGRAFIA FUNDAMENTAL

 

Archivo de la Antigua Academia de San Carlos.  1910, exp. 15 y 1911, exp. 50, 31.

 

De la Torriente, Loló.  Memoria y razón de Diego Rivera. Editorial Renacimiento, México, 1959.

 

Favela, Ramón.  El joven e inquieto Diego María Rivera. (1907-1910).  Editorial secuencia, Museo Estudio Diego Rivera, Instituto Nacional de Bellas Artes, México, 1991.

 

Ramírez, Fausto.  "Hacia la gran exposición del Centenario de 1910: el arte mexicano en el cambio de siglo", en 1910 el arte en un año decisivo.  Catálogo de exposición, Museo Nacional de Arte, mayo-julio, 1991.

 

Ramírez, Fausto.  "Tradición y modernidad en la Escuela Nacional de Bellas Artes 1903-1912", en Las Academias de Arte. Instituto de Investigaciones Estéticas, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1985.

 

Wolfe, Bertram D.  La fabulosa vida de Diego Rivera. Editorial Diana-Secretaría de Educación Pública, México, 1986.

 

 


Guía del Museo Nacional de Arte. México 2006. Pág. 206-207. Margarita Arnal Fernández

Diego Rivera nace en la ciudad de Guanajuato el 8 de diciembre de 1886; años más tarde, la familia se traslada a vivir a la ciudad de México, donde Diego comienza las clases de pintura en la Escuela Nacional de Bellas Artes. En 1907 recibe una beca por parte del estado de Veracruz para ingresar al taller del artista español Eduardo Chicharro (1873-1849) y de esta manera perfeccionar sus estudios. Una vez en España, se entusiasma con la obra de Joaquín Sorolla (1863-1923) e Ignacio Zuloaga (1870-1945). Animados por la búsqueda de nuevos temas, Rivera y Chicharro emprenden un viaje por España, recorriendo diversas provincias de ese país. Existen cinco obras que marcan su paso por la ciudad de Ávila, que sin duda dejó gran impresión en el artista: La puerta de san Vicente de Ávila, Nocturno, La Virgen de la cabeza y, las dos que nos ocupan, La mañana de Ávila o El valle de Amblés y La hora tranquila o La calle de Ávila o Paisaje de Ávila. ¿ La amplia vista del valle de Amblés, localizado muy cerca de la ciudad de Ávila, es un claro ejemplo de las innovaciones artísticas que Rivera aprendió en su viaje por España. Al fondo se observa la sierra de Ávila, que se confunde con el cielo tan magistralmente logrado; debajo de la montaña se continúan los planos superpuestos al estilo de la pintura de José María Velasco, maestro de Diego en la Escuela Nacional de Bellas Artes. El río Adaja cruza diagonalmente el paisaje separando la obra en dos partes; del lado izquierdo se aprecia un árbol de alto tronco y poco frondoso, típico de esa región castiza. La superficie etérea, que el artista logra a través de suaves matices en las tonalidades, lleva al espectador a introducirse en la composición y refleja a la vez un paisaje desolado. ¿ En La calle de Ávila, realizada también en 1908, el autor describe un acogedor rincón de la misma ciudad; el eje central de la obra es la calle que, empinada, desvía la mirada del espectador hacia las casonas que se observan al fondo y corresponden a la arquitectura típica del lugar. Estas obras ingresaron al MUNAL como parte del acervo constitutivo en el año 1982.

 

Margarita Arnal Fernández