Museo Nacional de Arte

Descanso




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Artista: ADOLFO MEXIAC   (1927)

Fecha: 1951
Técnica: Linóleo
Tipo de objeto: Estampa
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Donación al INBA, 1999
Descripción

(p.67) El campesino doliente

Sin embargo, en la obra de Francisco Goitia, un caso distintivo en el arte mexicano del siglo XX, encontramos representaciones de la vida rural y del campesino que destacan su abyección, su abandono y su desesperación, frente a los acontecimientos de la Revolución y el México moderno. Originario de Zacatecas, este artista fue formado en la Academia de San Carlos y viajó a Europa para completar su educación artística durante la lucha armada. A su regreso a México, se compenetró con el tema indígena, trabajando de 1918 a 1925 con Manual Gamio como dibujante durante sus excavaciones arqueológicas, y registrando la cultura autóctona contemporánea desde una perspectiva artística. Su producción, a diferencia de la mayoría de sus coetáneos, presenta una visión amarga y triste del impacto de la guerra en el campo, sin idealizaciones ni distanciamientos simbólicos, como es el caso de Paisaje de Zacatecas con ahorcados II (ca.1914). Aquí Goitia nos pone de frente – sin perspectivas dramáticas- un entorno árido y semidesértico en el que dos cadáveres cualgan de árboles secos y truncos, transmitiendo una atmósfera de desolación. Asimismo, en Tata Jesucristo (1926), la oscuridad fragmenta a los cuerpos de dos figuras indígenas agachadas entre rezo y llanto, evocando una visión trágica y dramática, sin pintoresquismos, de la religiosidad popular, como único recurso ante la pobreza y la muerte. Entre los pocos herederos de esta mirada desengañada se encuentra Adolfo Mexiac, pintor, dibujante y grabados, quien, en el contexto politizado del Taller de la Gráfica Popular, realizó obras como la litografía La pena (1959) y Descanso (1957) que se acercan a la visión trágica del campesinado que encontramos en Tata Jesicristo. De manera semejante, en el ámbito de la escultura, encontramos también ejemplos como Campesino sacrificado de Francisco Arturo Marín, que contrasta con la visión utópica de la mayoría de las representaciones de este sector social.

: Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 69

Descripción:

"Otra versión del hecho rural explora un sentimiento y una tonalidad dramática. El movimiento muralista dio amplia cuenta de ello: más Orozco y Siqueiros. Así se conjugaron miradas al fenómeno regional o provincial, en donde no había esperanza y si una manera de ilustrar un México bárbaro. Tímido pero de personalidad impactante, Francisco Goitia plasmó sin concesión alguna su Paisaje zacatecano con ahorcados, seguido de la desgarradora imagen de las mujeres campesinas en Tata Jesucristo."

Pasada la primera mitad del siglo XX, la secuela de esta visión cobrará formas y líneas enérgicas con episodios escultóricos como Campesino sacrificado de Francisco Arturo Marín, y las estampas de Adolfo Mexiac con toda su carga rebelde y de renuncia.

Si como enseño Donatello a Leonardo da Vinci, el cometido del arte no reside en la belleza sino en la expresión del rasgo inconfundible aunque ello resulte irritante, toda esta versión interior, íntima, intestina, subjetiva, apasionada, auténtica, por momentos literal, nos heredó un catálogo de artistas donde estará latente aquella imagen de la Madre tierra, voraz y agreste. La producción plástica que tuvo en la ruralidad motivo privilegiado de su expresión, encontró, sí, la subjetividad como sustrato de los productos salidos de la creatividad individual; voluntad de afirmación del artista; la preocupación por la sinceridad; el énfasis más que en la belleza en la verdad; y la idea latente de que la finalidad del arte era la de expresar la personalidad del artista y su circunstancia. Una forma de conciencia nacionalista que por aquellos años impregnó las "novedades" que hablaban de una Patria, no suave."

(López Velarde Estrada, Mónica, 2003, p. 30-35)

"… en la obra de Francisco Goitia, un caso distintivo en el arte mexicano del siglo XX, encontramos representaciones de la vida rural y del campesinado que destacan su abyección, su abandono y su desesperación, frente a los acontecimientos de la Revolución y el México moderno. Originario de Zacatecas, este artista fue formado en la Academia de San Carlos y viajó a Europa para completar su educación artística durante la lucha armada. A su regreso a México, se compenetró con el tema indígena, trabajando de 1918 a 1925 con Manuel Gamio como dibujante durante sus excavaciones arqueológicas, y registrando la cultura autóctona contemporánea desde una perspectiva artística. Su producción, a diferencia de la mayoría de sus coetáneos, presenta una visión amarga y triste del impacto de la guerra en el campo, sin idealizaciones ni distanciamientos simbólicos, como es el caso de Paisaje de Zacatecas con ahorcados II (ca. 1914). Aquí Goitia nos pone de frente –sin perspectivas dramáticas- un entorno árido y semidesértico en el que dos cadáveres cuelgan de árboles secos y truncos, transmitiendo una atmósfera de desolación. Asimismo, en Tata Jesucristo (1926), la oscuridad fragmenta a los cuerpos de dos figuras indígenas agachadas entre rezo y llanto, evocando una visión trágica y dramática, sin pintoresquismos, de la religiosidad popular, como único recurso ante la pobreza y la muerte. Entre los pocos herederos de esta mirada desengañada se encuentra Adolfo Mexiac, pintor, dibujante y grabador, quien, en el contexto politizado del Taller de la Gráfica Popular, realizó obras como la litografía La pena (1959) y Descanso (1957) que se acercan a la visión trágica del campesinado que encontramos en Tata Jesucristo. De manejar semejante, en el ámbito de la escultura, encontramos también ejemplos como Campesino sacrificado de Francisco Arturo Marín, que contrasta con la visión utópica de la mayoría de las representación de este sector social."

(Cordero Reiman, Karen, 2003, p. 67)