Museo Nacional de Arte

Santa Cecilia




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Santa Cecilia

Santa Cecilia

Artista: ANDRÉS DE CONCHA   (1568 - 1612)

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre tabla
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Transferencia, 2000. ExPinacoteca Virreinal de San Diego.
Descripción

 

María Teresa Suárez. Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte Pintura Nueva España T. II pp.174

Descripción

Dentro de una cuidadosa composición, la figura de santa Cecilia ocupa el centro de la pintura, vestida con gran elegancia y llevando un libro en la mano derecha; otros dos descansan en la mesa a su lado, uno con partituras. Su mirada se dirige hacia lo alto, mientras un ángel se dispone a colocarle una corona de rosas blancas. A la derecha de la composición, otro ángel toca un órgano positivo sobre el que cae un cortinaje. La parte superior, el reino celestial, está presidida por la Virgen María como figura central, sosteniendo al Niño Jesús y flanqueada por dos conjuntos de ángeles, algunos de los cuales tocan instrumentos musicales: los de la izquierda, el laúd, la flauta transversa y otro órgano positivo, y los de la derecha, el arpa, dos laúdes y otros dos cantan, acompañados de sus libros.

  Resaltan en su colorido los paños rojizos y verdes, en tonos metálicos, característicos del artista, asa como el efecto del cangiamento, comunes en el manierismo sobre todo veneciano, que mezcla colores complementarios especialmente en las vestimentas.

  Los juegos espaciales están marcados por las miradas de los angelillos que entran y salen del lugar constreñido a la escena; incluso el ángel de la izquierda mira más allá del cuadro. Otros elementos quedan también fuera de la escena, como el ala del ángel organista de la derecha y la pierna del que corona a la santa. El espacio es ampliado, de manera ilusoria, más allá de lo que el espectador puede apreciar.

Comentario 

 Las múltiples representaciones de santa Cecilia que florecieron desde fines del siglo xv tienen un punto común: relacionan a la santa con la música. Sin embargo, esta asociación está basada en la leyenda. La fuente más antigua es, al parecer, la Historia de la persecución vándala, escrita alrededor del año 486 por Bernardo de Vite.

Y  La historia narra que, el día de sus bodas, Cecilia deseaba conservar su virginidad y una música celestial, que sólo ella percibía, la reafirmó en este deseo. Sin embargo, las subsecuentes narraciones de la historia la involucraban más activamente con estos cantos, hasta convertirla en intérprete de los instrumentos musicales. Se cuenta que durante el banquete nupcial sólo ella escuchaba una música ultraterrena. Entre los acordes de las orquestas, dicen las viejas actas, entre el ritmo de las cítaras y los órganos, Cecilia cantaba también, repitiendo sin cesar la estrofa del salmista: "Que mi corazón y mi carne permanezcan puros, oh Señor, y que no me vea confundida en tu presencia." La cristiandad ha recogido emocionada estas palabras de la virgen, y para honrar aquel sublime concierto interior la ha proclamado reina y patrona de la armonía.

  Cuando su nuevo esposo, Valeriano, se acercó a la cámara nupcial, ella le dijo: "Mira: Cecilia es tu hermana, es la esposa de Cristo. Hay un ángel que me defiende, y que cortaría en un instante la flor lozana de tu juventud si intentases cualquier violencia contra mí." Algún tiempo después, debido a su fe, la santa sería condenada a morir en un caldañum, una sala de vapor sobrecalentado que debía asfixiarla (Santiago de la Vorágine habla de una caldera de agua hirviendo), pero como sobreviviera a ese tormento, un lictor recibió la orden de degollarla, y aun así la mártir sobrevivió tres días con el cuello cortado. Fue sepultada finalmente en el cementerio de San Calixto. Esto sucedió entre los años 220 y 223.

  La popularidad de la representación de Cecilia coincidió con su patronazgo sobre los músicos y lauderos, hacia fines del siglo XV. Generalmente aparece acompañada de algún instrumento musical, en particular de un órgano, como en el caso del óleo de Orazio Gentileschi de la colección de Samuel H. Kress, de Washington, y, como en el caso novohispano, es común la presencia de un ángel que la corona con flores blancas: rosas y lirios o azucenas, según lo especifica la historia. Puede ser también un ángel quien ejecuta el instrumento, mientras ella escucha "la música celestial, con los ojos elevados al cielo, como arrebatada en éxtasis", tal como sucede en este caso. También aquí su vestimenta recuerda la túnica y el manto de las doncellas romanas, y "el brocado tejido de oro", con el que fue encontrada al ser desenterrada en el siglo IX.

  Junto con el rey David, Cecilia ocupa un lugar privilegiado en la decoración de coros y cajas de órgano, preparadas para recibir pinturas y esculturas con motivos religiosos, principalmente inspirados en la Biblia y en la hagiografía y leyendas de estos santos músicos. En el segundo panel de la caja de órgano decorada por Roelof van Zijl (1608) en Utrecht, ella se sienta sola frente a un enorme instrumento, absorta en profundas meditaciones. De acuerdo con esta tradición, habría que mencionar el caso excepcional del órgano neogótico de la catedral de Lille, en Francia, en cuya parte superior se ha representado al ángel que desciende a la habitación y corona a la virgen y a su prometido Valeriano, también con lirios y rosas. En otro tablero, la santa es condenada al martirio por Almaquio, gobernador de Roma, sentado a los pies de una estatua de Júpiter.

  En los inicios del siglo XVII, un suceso excepcional le dio un nuevo impulso a su culto. Al abrir el féretro que conservaba su cuerpo desde el año 821, cuando fue trasladado del cementerio de San Calixto a la basílica que ahora lleva su nombre, en el Trastévere, éste se encontraba intacto, recostado del lado derecho con la cabeza cortada a medias. Esta imagen fue la inspiración para la escultura que realizó Stefano Maderno en mármol, y que se encuentra en esa iglesia de Roma. Según Réau, esta historia puede ser dudosa.

  En él contrapone la música mundana con la música celeste, por lo que coloca los instrumentos musicales en el suelo "mientras Cecilia dirige su mirada hacia el cielo, donde tiene lugar el concierto angélico. El cielo se entreabre apenas, la divinidad no es visible." Ella cobra el carácter de nexo de unión, pero los dos mundos no se mezclan. Lo que Cecilia ve es un secreto. Se ha pensado que Concha pudo conocer esta composición de Rafael gracias al grabado de Marco Antonio Raimondi, basado en un cartón del artista renacentista.

  Según Guillermo Tovar, las características estilísticas de Concha lo convierten en un representante del Renacimiento tardío, "un romanista, un artista influenciado por la escuela Ítalo-flamenca sevillana",14 muy probablemente en contacto con artistas como Pedro de Campaña, Fernando Sturmio y Luis de Vargas en Sevilla. Los dos primeros, originarios de Flandes, se formaron en Italia y los encontramos trabajando en Sevilla hacia la cuarta década del siglo XVI, con gran aceptación por parte de los artistas españoles. 

Este equilibrio entre expresividad y contención es una de las características que aprenderá Concha de sus maestros. A la vez, la poética contrarreformista pareciera superar esta dicotomía entre clasicismo y emocionalismo situando "el acontecimiento religioso en un mundo conceptual, fuera del tiempo o 'sin tiempo'. Se trata de representar el lugar inexistente del milagro y la visión."

  La figura de santa Cecilia recuerda la representación de las santas Justa y Rufina de Sturmio, en la catedral de Sevilla, en el porte de la figura, la forma en que los paños se ciñen al cuerpo con gran elegancia e incluso marcan los senos, siguiendo una tradición más asociada con la Virgen que con las santas mártires. En cuanto a su colocación dentro de la composición, recuerda las pinturas de esponsorios místicos, como los de santa Catalina, incluso con la presencia de un ángel intermediario entre el Niño Jesús y la santa.

  Durante muchos años, esta pintura fue atribuida a Simón Pereyns,17 principalmente por Toussaint, que la relacionaba con Huejotzingo, antes que la figura de Concha se definiera gracias al estudio de sus pinturas, principalmente las de los retablos de Yanhuitlán e incluso Coixdahuaca, que muestran semejantes tonos colorísticos y el conocimiento de la composición, que no es tan evidente en Pereyns.

  Por otra parte, las representaciones novohispanas de la santa no son muy abundantes. No parece haber inspirado una gran devoción ni siquiera en relación con la música. Habría que mencionar algunas obras posteriores; dos pinturas del siglo XVII, una de ellas de Juan Tinoco que muestra a la santa con su esposo san Valeriano, en la catedral de Puebla, y un medallón anónimo en el templo de Yauhquemecan, en Tlaxcala. También está representada dentro de la decoración de la capilla del Rosario en Puebla y como talla en madera estofada en el retablo del templo de Ozumba. Un medallón con su efigie remata la caja de órgano de Santa Prisca, en Taxco, y, por último, aparece en dos óleos del siglo XVIII: uno en el templo de Nuestra Señora de la Salud en Pátzcuaro y otro en el de Santo Domingo en Puebla.

  Se tiene la certeza que la pintura aquí representada pertenecía al templo de San Agustín,18 probablemente como cuadro de coro, de donde pasó a formar parte de las colecciones de la Academia de San Carlos. Fue una pieza muy valorada dentro del acervo de la Pinacoteca Virreinal.