Museo Nacional de Arte

Retablo de la Virgen de Guadalupe, fray Juan de Zumárraga y Juan Diego




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Retablo de la Virgen de Guadalupe, fray Juan de Zumárraga y Juan Diego

Retablo de la Virgen de Guadalupe, fray Juan de Zumárraga y Juan Diego

Artista: MIGUEL CABRERA   (ca.1695 - 1768)

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre lámina
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

Bajo un dosel de brocado con fleco de oro y flanqueada por un cortinaje plegado, se ve la imagen de la Virgen de Guadalupe de México guarnecida por su vidriera y un marco moldurado. Colocada en la calle central de un retablo salomónico, esta imagen es objeto de contemplación tanto de los ángeles que descorren el cortinaje como de los allí retratados. En el medio punto que corresponde al viso de un sagrario se ve la figura del Bautista ataviado con su pellico, con su concha en la mano y un cordero a sus pies. A ambos lados de la mesa del altar se sitúan las figuras de medio cuerpo de fray Juan de Zumárraga, en actitud orante, de rostro enjuto, tonsurado y ataviado tanto con la cruz y la esclavina episcopal como con el hábito de la orden franciscana, y de Juan Diego, arrobado, con las manos en el pecho, muy joven y vestido con una camisola rayada y su tilma blancuzca anudada

Comentario

Del mismo modo como se "triangulaba" el programa iconográfico de un retablo barroco, en esta pintura también se "cifra" un mensaje específico merced a sus dos dimensiones sugeridas: las figuras azoradas de Juan Diego (en tanto visionario del

Tepeyac) y del obispo (como testigo principal del estampamiento milagroso de la imagen) son, como cuenta la tradición, las de dos individuos "beneficiados" por una mariofanía. Este sentido que tiene la revelación de una imagen acheiropoieta (hecha por mano divina) está subrayado aún más por la actitud de los ángeles en vuelo que descorren el cortinaje que resguarda la imagen. Si estos "dos Juanes" contemplan absortos este privilegio concedido a sus personas, hay que recordar que un "tercer Juan" ¿el Bautista¿ fue el primer visionario mariano en anunciar públicamente el misterio de la Encarnación. Así, la presencia de san Juan Bautista queda explicada merced a los conceptos mariológicos que se escuchaban en la oratoria sagrada de entonces: "... sólo precursor divino entre los profetas, el mismo Bautista lo dirá haciendo cátedra del vientre de Isabel".1 Es decir, desde su etapa de gestación ¿y durante el pasaje de La visitación¿, "saltó de gozo" y predijo la misión corredentora de María; una suerte de teogonía cristiana recogida en la oración del

Magníficat. Por extensión, estos "tres Juanes" son actores y testigos de un nuevo portento americano: sus personas anuncian y confirman simbólicamente las apariciones guadalupanas de México y, sobre todo, la historicidad del milagro del estampamiento. Éste es, pues, un excelente ejemplo de la originalidad con que algunos artistas del mediodía dieciochesco transcribían las figuras del sermón a su representación plástica, atendiendo a las indicaciones precisas de sus mecenas, y no sólo para incrementar la piedad sino también un sentimiento de pertenencia social.

  Reproduce también plásticamente un esquema propio de la estampería devocional, que "retrataba" las imágenes de culto en sus propios altares, y participa genéricamente de la tradición de los "retablos pintados", escenográficos y efectistas muy peculiar en la Nueva España del siglo XVIII. Aunque carece de firma, la antigua atribución a Cabrera nos parece que sigue siendo incuestionable dada la calidad cromática y sobre todo por el valor dibujístico con que está manejado el pincel.

  Se desconoce la procedencia. Forma parte del acervo constitutivo del Museo Nacional de Arte desde 1982.