Museo Nacional de Arte

Retrato de Epigmenio Ortis




Búsqueda Avanzada

Retrato de Epigmenio Ortis

David Álvarez Lopezlena

Retrato de Epigmenio Ortis

Artista: HERMENEGILDO BUSTOS   (1832 - 1907)

Fecha: 1895
Técnica: Óleo sobre lámina
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA. Transferencia CENCROPAM, 2004.
Descripción

El señor Ortiz, de treinta y un años y cuatro meses de acuerdo a la inscripción, fue retratado en un formato oval, de medio cuerpo, ligeramente de tres cuartos girado hacia su derecha y orientado la vista hacia el espectador. La mirada y el semblante transmiten un carácter flexible y una expresión adusta.

            De rasgo y tez  mestizo-morena, el alto cuello sostiene una gran cabeza ovoide en desproporción al frágil cuerpo adolescente de hombros caídos. La frente es amplia, la nariz es desmesurada y ancha; labios gruesos, pómulos marcados y un bigote tupido: delgado y afilado de los extremos ¿tipo Napoleón III.  El cabello es corto y negro, bien peinado de raya al lado; de oreja grande (la visible) y cejas pobladas que coronan una mirada penetrante al más puro estilo psicológico de Bustos.

            El personaje viste elegante, con una levita gris tipo Oxford abotonada sólo del extremo superior; un corbatín negro y una camisa de un blanco deslumbrante. El tratamiento verista de la carnación es evidentemente similar al depurado estilo pictórico-fisonomista del aficionado artista de la comunidad de Purísima del Rincón, Guanajuato.


Archivo del Departamento de Documentación del Acervo. Víctor T. Rodríguez Rangel

Si José Hermenegildo de la Luz Bustos fue realmente el que pintó esta obra sobre la lámina, y lo pongo en duda por los resultados arrancados en el Laboratorio de Investigaciones Estéticas de la UNAM de cara a la exposición La materia del arte¿[1], la realizó a los sesenta y tres años de edad, en la última etapa de su vida la cual duró la longeva cantidad de setenta y cinco años. Se sabe de su lucidez y fortaleza física hasta el momento mismo de su muerte, y debió de ser así para realizar esta notable obra que encierra el perfeccionamiento estilístico que la experiencia de décadas de actividad artística dan, y una paciencia subrayable para el dibujo controlado y depurado de las facciones en la dimensión de veracidad que presentó su labor retratística.

            La practica como pintor de Bustos, para esos años, seguía limitándose al ámbito provinciano y marginal de su pueblo[2]; no se sabe de su perfeccionamiento en una academia, por lo que siempre ha resultado un artista atractivo para los que impugnaron contra las rigurosidades ortodoxas del clasicismo académico en la postrevolución.

  Este hombre, fielmente reproducido, debió de haber sido parte de esa comunidad de unos diez mil habitantes en la que Bustos retrató a no pocos de ellos, quienes, como Fausto Ramírez lo indica: ¿la suma de todos ellos componen la imagen verista de una comunidad anclada en un tiempo, un espacio y una cultura, que nos sobrecoge por su intensidad psicológica¿.[3] Los ojos de los coterráneos a los que reprodujo, son como transparentes ventanas que nos permiten percibir la singularidad psíquica del individuo y el carácter colectivo de aquellos habitantes periféricos de la sociedad urbana.

            Si la obra no fue ejecutada por Bustos, el creador se encargó de imitar con fidelidad las cualidades distintivas del guanajuatense, -el impostor mismo debió de ser un gran artista- incluso en la inscripción, imitando su rúbrica. La fisonomía de este hombre encaja con la tipología de la región, que tiene mucho de la mezcla entre tarascos-otomíes con andaluces y castellanos. Habría que ver en los archivos parroquiales o civiles de la localidad del sur-poniente del estado, si Epigmenio Ortiz realmente existió, aventurándose la inscripción, en caso de ser de un pincel distinto, a especificar el año del nacimiento. Quiero pensar que si en el siglo XX, por los motivos que fuesen, se intentó ampliar por medio de la imitación la producción de este artista popular con notable ingenio y precisión, los creadores artísticos e intelectuales de la ¿escuela bustiana¿ del siglo XX debieron de tomar en cuenta el reproducir un personaje que realmente hubiera existido en ese pueblo, aunque esta no fuese su fisonomía, pues al querer engrandecer y dar a la luz la expresión ingenua-creadora de Bustos, no serían pocos los investigadores del arte que rastrearían paulatinamente en archivos los datos consignados en las inscripciones integradas a los trabajos del retratista.

            Piezas claves en la valoración del trabajo pictórico retratístico de Bustos, en el ámbito nacionalista de la década de los veinte del rescate del artista popular libre de los cánones formales de la academia decimonónica, fueron sin duda el político, intelectual y coleccionista guanajuatense Francisco Orozco Muñoz y el icono de la Escuela Mexicana Moderna, Diego Rivera. Este último, en 1926, escribió:

     [¿] mi amigo el  delicado poeta  y escritor  de arte, Francisco  Orozco  Muñoz, localizó,

                     descubrió,  un genialísimo caso en un simpático pueblo grande del estado de Guanajuato.

                     Allí  floreció  este  maestro  dueño de  un oficio no menos  perfecto que  el  de  cualquier

                     flamenco primitivo [¿]  El maestro  de la villa  X  cubría su cabeza para pasear  con un

                     sombrero de  auténtico de origen  malayo que mi amigo Orozco  recogió y  guarda como

                     una valiosísima reliquia.[4]

Con algo de intriga, protegiendo el hallazgo del amigo y que lo hace cómplice,  Rivera no nombra ni al artista, ni a la población, pero es la primera referencia en los medios de su existencia.

No dándoles oportunidad a posibles rivales coleccionista, tal parece que este par de personajes fraguaron todo el mito en extremo romántico punta de lanza que gira en torno a las inscripciones donde se remarca su origen indígena y su postura de artista ingenuo e independiente de cualquier academia; que intenta ¿ver si puede¿ pintar, con la humildad de la raza autóctona por delante. Serias investigaciones al respecto bien sustentadas quedan para quien le atraiga descifrar el derrotero de la valoración plástica de Bustos en el siglo XX.

 Todo lo anterior es analizado con talento por Esther Acevedo para los comentarios de obras de Bustos del acervo Munal[5], pesquisas que llevaron a pedir la participación del Laboratorio ya citado para la evaluación científica de los materiales (hito tecnológico para el estudio de la obra de arte)  y que dieron resultados que tienden a descontruir el discurso sobre Bustos en la historia del arte mexicano, esperando que en el futuro se aclare y se sustenten con más estudios alternos de peso la situación apócrifa de algunas inscripciones, intervención y repintes en algunas obras y, lo más impactante, obras como la aquí comentada que la categorizan en el rubro de la nula existencia de la mano del artista finisecular guanajuatense, señalando todo un proyecto oculto de mitificación del señor Hermenegildo.

No se duda de la existencia de Hermenegildo Bustos ni nadie se atreve a cuestionar las cualidades pictóricas, sobre todo en el retrato, que fascinan a propios y extraños; gentes serias como Walter Pach[6], Raquel Tibol, Esther Acevedo, Pascual Aceves Barajas[7] y su hijo Gutierre Aceves Piña[8], han realizado investigaciones rigurosas de fuentes de primera mano. La cuestión es que se hicieron en sus pinturas intervenciones de acuerdo a amoldar su estilo al discurso nacionalista-indigenista de la cultura oficial postrevolucionaria. A Rivera, Montenegro y  a otros, les urgía que por toda la provincia emergieran estos tipos de artistas del siglo XIX que según ellos representaran la verdadera inspiración popular mexicana en contraposición a las directrices de la Academia de San Carlos con planes de estudio europeizantes; de este fenómeno por ejemplo, se rescata del olvido en Jalisco al pintor José María Estrada.

Por lo que al presente compete, la organización museológica de la exposición La Materia del arte, incluyó objetivos particulares para la obra de Bustos muy revelantes y que tienden a mover en serio los cimientos historiográficos y estéticos de la producción del pintor del Bajío, que llevan a extender y cimentar los estudios de este nuevo discurso de cara a los resultados fríos de la tecnología moderna en el análisis de una obra para determinar su temporalidad, bosquejos ocultos y materiales primarios que son los recursos del creador.  Uno de los objetivos indica que: ¿Con el estudio de las obras de Hermenegildo Bustos se pretende comenzar un estudio amplio de las características técnicas y materiales de sus cuadros, a partir de un planteamiento inicial que abarca, por ahora, cinco categorías:¿

i.                     Obra original con intervención mínima

ii.                   Original manipulado

iii.                  Original con inscripciones apócrifas

iv.                 Atribuciones erróneas

v.                   Fabricaciones para la escuela bustiana

 

Como ya se ha mencionado, esta obra, de acuerdo a los primeros resultados, ha sido considerada en la quinta categoría, que, por obvias razones, es la más polémica, pues precisamente indica toda una planeación antitética para encumbrar bajo los conceptos ideológicos del indigenismo y de la verdadera inspiración de lo mexicano a este artista guanajuatense en las décadas del proyecto cultural nacionalista emanado de la Revolución Mexicana.



[1] La materia del arte: José María Velasco y Hermenegildo Bustos. Exposición en el Museo Nacional de Arte del 15 de junio al 3 de octubre de 2004. Participó el Laboratorio de Diagnóstico de Obras de Arte del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, arrancando los análisis de infrarrojo, rayos X y ultravioleta, que la inscripción es apócrifa y los materiales pictóricos empleados son del siglo XX.

[2]  Purísima del Rincón, Guanajuato. Raquel Tibol, Hermenegildo Bustos. Pintor del pueblo. Guanajuato, Gobierno del Estado de Guanajuato, 1981. Pág. 6.

[3]  Fausto Ramírez, ¿Cédula informativa para el retrato del Niño Pablo Aranda. Guión museológico del Museo Nacional de Arte, siglo XIX.

[4]  Cita tomada de Diego Rivera, ¿La pintura mexicana: el retrato¿, Mexican Folkways, Núm. 5. México, febrero-marzo de 1926, en Esther Acevedo, ¿Comentario a Hermenegildo Bustos, Autorretrato¿, Catálogo Comentado del Acervo de Museo Nacional de Arte, Pintura, Siglo XIX. Tomo 1. México, MUNAL, 2002. Págs 70-71.

[5]  Esther Acevedo, ibidem.

[6]  Walter Pach, ¿Descubrimiento de un pintor americano¿ en Cuadernos Americanos. Noviembre-diciembre, 1942.

[7]  Pascual Aceves Barajas, Hermenegildo Bustos. 2 ed. Guanajuato, Instituto de Cultura de Guanajuato, 1996.

[8]  Gutierre Aceves Piña, Hermenegildo Bustos 1832-1907. Exposición en el Museo Nacional de Arte. México, INBA-MUNAL, 1993.