Museo Nacional de Arte

Retrato del niño Pablo Aranda




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Retrato del niño Pablo Aranda

Retrato del niño Pablo Aranda

Artista: HERMENEGILDO BUSTOS   (1832 - 1907)

Fecha: 1887
Técnica: Óleo sobre lámina
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo constitutivo, 1982
Descripción

Descripción

De enormes ojos, un niño de tres años es retratado viendo al espectador, con amplias y regorderas mejillas, su pelo rizado y abundante. Cejicunto, de ojos negros y expresivos, su nariz recta y ancha contrasta con la diminuta boca de labios carnosos. Las orejas son pequeñas y podemos ver completamente la de lado izquierdo. Lleva puesto lo que pareciera un traje negro del que sobresale una camisa blanca a la manera de un alzacuello.

Comentario

El retrato fue pintado dos meses despues de cumplir tres años y el traje que lelva puesta guarda relación con su presentación ante la iglesia. La familia Aranda, perteneciente a la élite del acomodada de la región, lo que meustra que en los primeros años Bustos, viajo por varios pueblos haciendo sus retratos.

Retrato a gran parte de la familia Aranda por dos generaciónes. El cuadro proviene de la colección de frnacisco Orozco Muñoz, quien nació en San Frnacisco del Rincón en 1884 y comenzo a coleccioanr la obra de Bustos a principios del siglo XX, fue en casa de una pariente donde encontro el calendario de 1894 deshojado.

La orba fue adquirida por el INBA en 1956

Inscripciones

En el reverso Nació Pablo Aranda / el día 3 0de junio de 1884 / y se retrató, el 28 de / Agosto de 1887. su es/ tatura, una vara y /tres cuartos de pulga-/da de alto. / hijo de don sabino A-/randa. // Hermenegildo Bustos pintó de /aficionado

Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 67

Descripción:

"Bustos se enfrentó a la representación de la apariencia física de sus paisanos, con la misma ambición de veracidad empleada para pintar bodegones y cometas. Si revisamos cronológicamente las sucesivas fases de su obra retratística, advertimos que hay una coherencia entre ellas. Sin embargo, en el tratamiento naturalista que desarrolla desde lo año cincuenta hasta el retrato de Luciano Barajas y su hijo Pedro (1872), podemos notar, en su pintura, una expresión aún contenida de su verismo, pues si bien éste transcribe exactamente las fisonomías, está todavía marcado por elementos iconográficos de una tradición anterior a la obra bustiana, la cual contiene un inventario de las joyas y accesorios que portan los sujetos. Durante este periodo, se complementan rostros y atuendos. A la imagen del personaje, se suma la inscripción que el pintor añade en el anverso y reverso del cuadro, indicándonos la fecha de realización y, en algunos, la edad del sujeto: "Se hizo este retrato el día 9 de junio de 1854, teniendo de edad 27 años 11 meses y 25 días".

Durante 22 años utilizó indistintamente lámina o tela como soporte y casi siempre presenta las figuras en tres cuartos de perfil sobre un formato rectangular.

No es un hecho aislado que Bustos realizara una pintura a partir de algún dibujo previo y sin contar con la presencia del modelo.

Para los años sesenta, Hermenegildo Bustos debió tener ya una bien ganada fama de retratista y un prestigio, consolidado por el parecido fiel que logra del sujeto, y creo, también, por la manera que presenta a sus modelos. Fue siempre "un prodigioso descriptor de hombres", como lo llama Paul Westheim: esta habilidad la constatamos durante toda su obra; sin embargo, durante esta etapa el tratamiento objetivo de sus rostros aún tiene el contrapeso de las formulas convencionales que el pintor impone al cuerpo de los sujetos, lo mismo que a sus manos ocupadas invariablemente por un objeto o bien con ademanes solemnes o afectivos. No hay que perder de vista que estamos ante un pintor "de encargo", y como tal tuvo que sujetarse en cierta medida a los deseos del solicitante y de cómo éste quiso o esperaba reconocerse en el retrato. Hermenegildo Bustos sabía perfectamente lo que debía o no pintar para complacer a sus clientes. En este periodo no sólo plasma rostros sino que refleja las mentalidades en los atributos que depositó en las manos de sus retratados. Por ejemplo, la mayoría de las mujeres pintadas por Bustos portan un libro, amén de la discreta coquetería de Mujer con flores (1862).

El pintor distingue a estas mujeres, exhaltando la peculiaridad de sus rostros. Sin embargo, un rasgo común las unifica…

Los hombres pintados por Bustos no necesitan enfatizar su religiosidad, sino su posición social y sus logros.

Todas estas referencias manifestadas por medio de objetos en los cuales subyacen contenidos que los trascienden, remite inevitablemente a las convenciones plásticas empleadas en los retratos de finales del siglo XVIII, a los trabajos de José María Estrada y, en general, a la pintura anónima jalisciense (de esta última, sobre todo, el tipo de información que aparece en la leyenda en la parte inferior de los cuadros).

Sin embargo, en este periodo Bustos no es totalmente fiel a la tradición, sino que la renueva con su deseo naturalista, actitud que le permite, tomar una distancia frente al pasado, para producir retratos de un realismo nítido, más acorde con los cambios de gusto que impone el siglo XIX. Por ejemplo, el hecho que desplace al reverso de la tela la tradicional leyenda escrita al frente, lo faculta para crear imágenes más limpias, más "reales", pues elimina la tensión en la superficie del cuadro, entre lo literario y lo propiamente pictórico."

(Aceves Piña, Gutierre, 1993, p. 16-18)