La contribución de José María Velasco al arte nacional, no sólo se orientó al género de paisaje y sus panorámicas del valle de México. Fue un hombre de su tiempo, interesado por el rumbo de las ciencias naturales y sociales en Europa y América. Siguió de cerca la evolución de ciertos conocimientos empíricos que conforman disciplinas modernas como la arqueología, antropología, botánica, geología y paleontología. Esta preocupación científica lo encumbró hasta altos peldaños, como fue la presidencia de la Sociedad Mexicana de Historia Natural en 1881.
Estas escenas forman parte de un cuerpo de diez bocetos previos a la ejecución de los amplios lienzos que se montaron en el cubo de la escalera del Instituto Geológico Nacional, frente a la Alameda de Santa María la Rivera (el hasta hoy Museo de Geología).
Son pinturas basadas en una serie de estampas del paleontólogo J. Hoffmann, publicadas en Viena, sobre la evolución de la flora y la fauna marina y terrestre. Una de ellas vislumbra un paisaje del periodo Cenozoico con la presencia de los primeros mamíferos sobre las superficie continental, mientras que la otra, es una vista de un paisaje nocturno, con luna llena, del Paleolítico Superior y en la que un grupo de Homo Sapiens gozan de las ventajas de haber aprendido a manipular el fuego junto a los orificios cavernarios que les sirven de resguardo. Estos hombres prehistóricos, graban sobre un colmillo de mamut y manufacturan objetos.
Como ilustrador científico, la obra de Velasco no puede ser minimizada en relación a sus paisajes, es una fuente inagotable para el estudio de la ciencia en México y su vinculación con el arte. Las obras ingresaron al Museo en 1982 adjudicadas como parte de su acervo constitutivo. [VRR]