Museo Nacional de Arte

Al día siguiente con un bellísimo crepúsculo llegamos a dos cerros, Veracruz.




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Al día siguiente con un bellísimo crepúsculo llegamos a dos cerros, Veracruz.

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Al día siguiente con un bellísimo crepúsculo llegamos a dos cerros, Veracruz.

Artista: RAMÓN CANO MANILLA   (1888 - 1974)

Fecha: s/f
Técnica: Óleo sobre cartón
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Acervo Constitutivo, 1982
Descripción

Imagen localizada en el catálogo de la exposición página 23

Descripción:

"Cano Manilla se muestra crítico y realista. Prisiones de Valle Nacional. Bello capítulo de mi vida ofrece anécdotas juveniles que refieren sus convicciones morales y éticas. El libro expone la miserable existencia que padecían los reclusos, sobre todo de origen campesino, en la época porfirista, descrita mediante un realismo verista y conmovedor. (FIG. 5)

Los relatos destacan el trato inhumano que sufrió mientras era trasladado a prisión, donde fue obligado a realizar trabajos en una hacienda tabacalera. Así recuerda el pintor el recorrido en tren hacia el Infierno Verde:

El tren seguía, seguía siempre rodando y silbando. El sol despedía rayos de fuego para hacer de aquel carro una cámara de horroroso tormento.

Nosotros seguíamos sudando, sudando a chorros, pero en el más lamentable silencio… Nadie se quejaba ni protestaba.

La temporada en prisión fue para Cano Manilla una terrible diligencia que lo enfrentó a los más bajos instintos del ser humano, personificados en los capataces, quienes cometían los más atroces actos de salvajismo.

La singularidad de Cano Manilla está en que no sólo documentó sus experiencias en una obra escrita, como Prisiones de Valle Nacional…, sino a través de 54 pequeños y elocuentes cromos, a los que anexó una breve leyenda a manera de exvoto. Este grupo –que se encuentra en el Museo Nacional de Arte del Instituto Nacional de Bellas Artes- ha sido calificado como "único en el mundo" y ha recibido el título de "Autobiografía pictórica".

Los cromos que ilustran Prisiones de Valle Nacional…, elaborados bajo parámetros primitivistas que van desde las brillantes entonaciones hasta los lúgubres claroscuros, muestran, a través de una factura espontánea, su gozo frente a lo bello de la naturaleza, su fresca y candorosa forma de percibir su vida y, al mismo tiempo, los lóbregos y dramáticos episodios de su juventud."

Uno de ellos recrea el paisaje matizado de brillantes tonalidades amarillas y rojas, en el que aparecen Ramón Cano y su compañero de viaje a su arribo al puerto de Veracruz. "Al día siguiente ya muy tarde con un bellísimo crepúsculo llegamos a (Dos Cerros, Veracruz). (FIG. 6)

Hay otros momentos dignos de evocación: "Al llegar al puerto me causaron admiración los grandes barcos y pensaba que en uno de ellos me sería fácil dar la vuelta al mundo". (FIG. 7) Cano Manilla representa el momento con una imagen marina complementada con grandes navíos. En otro registra la hora en que firma para enrolarse como voluntario en la prisión de Valle Nacional. La escena reproduce una pequeña tienda de abarrotes en donde el pintor, de pie frente al mostrador, está por estampar su firma para seguir a su compañero de viaje. Al calce del cuadro se lee: "Al saber yo que a Don José Mendoza lo mandarían a (Valle Nacional, Oaxaca), firmé contrato en (los aztecas) para ir como voluntario a trabajar en ese maldito presidio, y así no abandonar a mi compañero". (FIG. 8)

Junto a este grupo de obras está, por supuesto, su reconocida obra de caballete."

(González Matute, Laura, 2013, p. 21, 24)

"Hacia 1930, Ramón Cano era ya un artista que había ganado fama internacional gracias a la medalla recibida en la Exposición Iberoamericana de Sevilla. Su participación como maestro de Dibujo Preparatorio en las Escuelas de Pintura al Aire Libre, desde 1924, hizo que en 1930 ocupara la dirección del plantel de Los Reyes, Coyoacán, donde su estética y práctica docente siguieron íntimamente ligados. Fue en ese año que pintó la obra por la que tal vez es más reconocido: su serie autobiográfica. (FIG. 22) La conforman 54 cuadros de pequeño formato que representan hechos de su infancia y juventud en los estados de Puebla y Veracruz, entre 1892 y 1905. A cada óleo le acompaña un título que sirve para describir la escena del cuadro, además de indicar el año en el que el hecho ocurrió originalmente.

A tono con el resto de su producción artística, la serie exalta la vida campesina, además de tener una intención didáctica y moralizante. La serie se puede confrontar con el libro Prisiones de Valle Nacional que Cano Manilla escribió en 1955, en el cual narra las escenas de los cuadros de la serie con una ingenuidad casi infantil:

Estas páginas que han sido escritas con la misma ingenuidad que las hubiera escrito un niño, abrigan dos esperanzas:

1ª. Que siendo su contenido de un profundo sentido humano, y de un deseo muy grande y sincero de mejoramiento social, puedan llegar a servir para adquirir una vez más, con su pequeñísimo grano de arena, esa chispa de origen divino que, en 1910, conmovió en extremo a otro de la República el corazón dormido, si se quiere, pero no muerto de todos los mexicanos.

La Revolución destruyó, y borró todo lo que era necesario destruir, quemar y borrar para hacer de México, de acuerdo con la sublime ideología que la abanderó, un país fuerte, floreciente, culto, estimado y respetado, para ocupar el lugar que tan dignamente merece en el consorcio de todas las naciones del mundo.

En estas páginas, escritas con tanto verismo por haber sido realmente vividas por su autor, y que están al margen de toda fantasía, […] encontrará el lector mexicano o de otros países, motivos tan claros como la luz del día, para ser justificable, urgentísimo o imprescindible, la erupción de este último titánico volcán que, al reventar, produjo el milagro de cambiar de una manera total, hasta los cimientos, la vida de nuestro querido México.

En segundo lugar, el autor desea de todo corazón que, muy especialmente los jóvenes mexicanos, encuentren al leer estas páginas motivos suficientes para pensar antes de obrar.

Su autobiografía pictórica expresa los diferentes aspectos de la vida campesina. Cano Manilla se convierte en pintor y protagonista, en primer lugar, de la vida hogareña, las escenas escolares, el juego y las actividades al aire libre. En los cuadros que corresponden a su adolescencia se refiere al trabajo del campo, como arriero, vaquero, domador de caballos, al marcar el ganado, en el aserradero, etcétera. Incluye también las fiestas y los huapangos. Llama la atención una pequeña versión de La danza de Xóchitl-Pitzáhuac en donde se lee: "Cuando mis padres apadrinaban a los inditos en sus bodas, yo bailaba el Xochitl Pitzáhuac con mis comadres las inditas" (FIG. 23). El cuadro se fecha en 1929, por lo que puede considerarse un ejercicio del cuadro que llevó a gran formato un año más tarde. Escenas que narran las aventuras y los problemas que Cano Manilla vivió con su amigo José Mendoza conforman la última parte de la serie autobiográfica. Termina el grupo con un cuadro en donde se retrata a sí mismo como una persona madura, en su estudio, rodeado de sus óleos y de una de las pocas esculturas que hizo al final de su carrera."

(Garay Molina, Claudia, 2013, p. 51-52)