Museo Nacional de Arte

La Virgen del Rosario con Santa Catalina de Alejandria y Santa Catalina




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La Virgen del Rosario con Santa Catalina de Alejandria y Santa Catalina

La Virgen del Rosario con Santa Catalina de Alejandria y Santa Catalina

Artista: LUIS LAGARTO   (ca. 1556 - ca. 1620)

Técnica: Acuarela sobre papel
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Transferencia, 2000. ExPinacoteca Virreinal de San Diego.
Descripción

 

Beatriz Berndt León Mariscal. Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte Pintura Nueva España T. II pp. 353

Descripción

La Virgen del Rosario y el Niño se encuentran al centro de la composición presentando el atributo que da nombre a dicha advocación mariana. La Señora está parada sobre la luna y sobre el dragón apocalíptico; tiene puesta una corona sobre la que aparecen doce estrellas y se encuentra ataviada con un manto cerúleo y túnica rosa con ribetes finamente bordados con hilos de seda y oro, en los que destacan óvalos con la minuciosa representación de los misterios gozosos, dolorosos y gloriosos. A su espalda se observa un resplandor y a su alrededor hay 19 angelillos con alas de colores ¿algunos desnudos y otros elegantemente vestidos¿ cargando símbolos relativos a la pureza inmaculada de María. En la parte superior del nubloso plano celeste y rodeados por rayos están la paloma del Espíritu Santo y Dios Padre dando su bendición, en tanto dos tronos se ubican en los ángulos derecho e izquierdo. A la diestra en el plano terrestre está santa Catalina de Siena, coronada de espinas y con hábito dominico, que no corresponde a su condición de terciaria, quien voltea hacia la Virgen del Rosario con el objeto de mostrar su corazón sostenido en una mano, así como la vara de tres azucenas que detiene con la otra. Enfrente de ella está santa Catalina de Alejandría, cuya efigie ha desaparecido en buena medida, mas permite ver aún atributos como su corona, la rueda dentada con la cual se le pretendía torturar y la espada que recuerda su decapitación. Ambas figuras llevan aureola y están frente a un paisaje verde claro con montes, árboles, hierbas y un río.

Comentario

El andaluz Luis Lagarto realizó esta obra en 1611, el último año que trabajó como iluminador de libros de coro de la catedral de Puebla de los Ángeles. Dentro de su amplia producción de acuarelas sobre vitela pintó algunas con el tema e iconografía de la Tota Pulchra, como el caso que nos ocupa, en donde rodean a la Virgen del Rosario numerosos ángeles con símbolos que recuerdan que María fue concebida impoluta por gracia de Dios.

  Lagarto presentó a esta advocación con algunos atributos de la Mujer Apocalíptica, como las doce estrellas, los rayos solares y el que esté parada sobre la luna, rasgos que también corresponden a la Inmaculada Concepción junto con la presencia de la Santísima Trinidad. Si bien la Señora pisa al dragón en señal de triunfo, el artista puso especial énfasis en el simbolismo de la pureza de María vigente a partir del último cuarto del siglo XV en el arte francés, italiano y flamenco. A lo largo de la siguiente centuria, éste cobró más popularidad, pues los monarcas hispanos asumieron paulatinamente la defensa del culto, además de que en el Concilio de Trento se estableció oficialmente que la Virgen fue concebida sin pecado original.2

  La nueva tipología mariana no retomó episodios del Antiguo Testamento, sino detalles de sus distintos libros sagrados a partir de los cuales se elaboraron otras representaciones simbólicas para nombrar a la Madre de Dios. En pintura de Navarra y en gráfica de Valencia y Zaragoza se advierte que desde el arranque del siglo XVI estas alegorías se aprovecharon a manera de escudo de armas de María, gestándose paulatinamente la iconografía de la Tota Pulchra. Si bien la rogativa en honor a la Virgen de Loreto data de 1576, algunas figuras alegóricas se ajustaron con el tiempo hasta que en el XVII existió un tipo definitivo de Purísima, siendo en esa centuria cuando su representación alcanzó mayor importancia en la plástica española.

  En esta acuarela, Lagarto rodeó a la Virgen del Rosario de 19 estilizados ángeles que portan símbolos ¿sin filacterias, pues quizá su significado era ya conocido¿ con los que se compara a María con cuerpos celestes, objetos naturales e inanimados: Electa ut sol, "Escogida como el sol" (Cant 6, 9); Speculum sine macula, "Espejo sin mancha" (Sab 7, 26); Pulchra ut luna, "Hermosa como la luna" (Cant 6,9); Stella maris, "Estrella del mar" (himno litúrgico); Palma exaltata, "Palma extendida" (Eclo 24, 18); Hortus conclusus, "Huerto cerrado" (Cant 4, 1 2); Fons hortuum, "Fuente de los huertos" (Cant 4, 1 j ) ; Porta coelum, "Puerta del cielo" (Gen 28, 17); Plantatio rosee, "Plantación de rosas" (Eclo 24, 1 8); Scalce, "Escalera" (Gen 28, 12); Templum Spiritus Sanctum, "Templo del Espíritu Santo" (1 Cor 6, 19); Cedrus exaltata, "Elevada como cedro" (Eclo 24, 17); Sicut lilium ínter spinas, "Como lirio entre espinas" (Cant 2, 2); Puteus aquarum viventium, "Pozo de aguas vivas" (Cant 4, 1 5); Virga JesseJloruit, "Floreció la vara de Jesé" (Is 1 1 , 1); Civitas Dei, "Ciudad de Dios (Sal 86, 3); Cupressus in Sion, "Ciprés en Sión" (Eclo 24, 17); Turris Davis cum propugnaculis, "Torre de David con baluartes" (Cant 4, 4); Oliva speciosa, "Olivo hermoso" (Eclo 24, 19).

  Por su parte, la devoción a la Virgen del Rosario data del final del siglo XV, por lo que su origen y difusión resultan paralelos a los de la Inmaculada. Al parecer, los dominicos fomentaron su piedad al favorecer el establecimiento de numerosas cofradías, además de que el papa Pío V le atribuyó hacia 157 1 el mérito de la victoria de Lepanto sobre la flota del Imperio otomano. Lagarto representó a la Virgen con una iconografía que se distanció de efigies en las que estaba sentada con el Niño o abría su manto en señal de protección, pero que era afín a las imágenes en que aparecía con la Santísima Trinidad y personajes seculares o sagrados a manera de cortejo suplicante. Puesto que el culto a los santos estuvo íntimamente vinculado a esta advocación mariana,  a sus pies aparecen dos figuras de la vida activa y contemplativa que cuentan en su hagiografía con el conocido pasaje de los desposorios místicos: santa Catalina de Alejandría mártir -acaso censurada- ¿ y santa Catalina de Siena, escritora mística y asceta.

  El calígrafo e iluminador andaluz pudo realizar las acuarelas a solicitud de un particular o de la orden de Santo Domingo, uniendo en una misma composición la iconografía de la Inmaculada y del Rosario, devociones contemporáneas que habían cobrado fuerza al inicio del siglo XVII. No obstante, antes de su llegada a la Nueva España, ya existían representaciones de la Tota Pulchra tanto en la pintura mural (por ejemplo en el convento franciscano de San Miguel en Huejotzingo) como en obra de caballete (el caso del óleo conocido como la Benedicta de Actopan [p. 206] o el lienzo de 1576 atribuido a Francisco Morales, pertenecientes al acervo del Museo Nacional del Virreinato, INAH). Por su parte, Andrés de Concha pintó en un lienzo con la Virgen del Rosario para el retablo mayor de templo de Santo Domingo en Yanhuitlán, Oaxaca.

  En el catálogo de pintura novohispana del Museo Nacional de Artes Plásticas editado en 1934, Manuel Toussaint registró que la acuarela sobre vitela procedía originalmente de la colección Olavarrieta.4 En la década de los años sesenta, la obra pasó a formar parte del acervo de la Pinacoteca Virreinal de San Diego