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Artista: LUIS LAGARTO   (ca. 1556 - ca. 1620)

Técnica: Acuarela sobre papel
Tipo de objeto: Pintura
Créditos: Museo Nacional de Arte, INBA Transferencia, 2000. ExPinacoteca Virreinal de San Diego.
Descripción

 

Beatriz Berddt León Mariscal. Catálogo comentado del acervo del Museo Nacional de Arte Pintura Nueva España T. II pp. 349

Descripción

Rodeado de tronos y ángeles desnudos, con alas finamente coloreadas, Dios Padre observa desde el ámbito celeste el descenso de la paloma del Espíritu Santo hacia la Virgen María, justo en el momento en que tiene lugar el misterio de la Encarnación. Puesto que hacia ella emanan unos rayos, el gesto de sus manos muestra cierto asombro, si bien la expresión del rostro refleja tranquilidad tras haber aceptado la voluntad divina. Ella se encuentra de hinojos sobre un cojín encarnado, frente a un reclinatorio con un atril, sobre el cual están una Biblia abierta y un jarrón con flores. A su izquierda y en el primer plano de la composición, hay un cestillo de labores en donde se advierte que la futura Madre de Dios por momentos se ocupaba en hilar. Frente a ella se presenta san Gabriel, quien, además de señalar hacia el cielo con la mano derecha, lleva un bastón de mensajero rodeado por una filacteria en donde está inscrito su saludo. Tanto la Señora como el arcángel de alargado y estilizado cuerpo están vestidos con magnificencia, conforme se observa en sus joyas y en el minucioso bordado con hilos de oro de sus túnicas y mantos. La escena tiene lugar en la habitación de un palacio renacentista construido en mármol, con altas columnas de orden corintio, con fuste estriado y capitel y basamento dorados; cierra el espacio una balaustrada que contrasta con el fondo negro.

Comentario

El tema de la Anunciación o salutación angélica se ha difundido mucho en el arte cristiano pues recrea el momento inicial de la vida humana de Jesús. En el Medioevo se le dedicaron a su devoción iglesias y órdenes de caballería, designándosele como imagen tutelar de fabricantes de loza o porcelana, carteros y mensajeros. La primera referencia al pasaje procede del Evangelio canónico de san Lucas (I, 26-38), en donde el autor, además de redactar una detallada descripción de la infancia de Jesús, reconstruyó en doce versículos el diálogo que sostuvieron san Gabriel y María: una vez que el heraldo divino se le presentó, le pidió que no temiera y le reveló su mensaje, mismo que la Virgen acató al asumir que era sierva de Dios.

  Iconográficamente, desde el siglo XIV un lirio o azucena sustituyó al cetro o bastón de oro cincelado que llevaba san Gabriel acorde a su condición de mensajero, rasgo anacrónico que Lagarto reutilizó en esta acuarela, a la par de incluir alrededor del atributo una filacteria con el saludo "Dios te salve, llena de gracia", detalle que resalta el carácter de la misión del arcángel. Si bien a partir de a éste se le ubicó en el cielo con el objeto de añadir majestad a la escena, el miniaturista andaluz optó por recurrir nuevamente a una fórmula medieval al representarlo parado y a la izquierda de la composición. San Gabriel levanta la mano hacia el cielo en actitud oratoria, gesto que imprime mayor elocuencia y relieve a lo que ha de decir, pero que es también un buen motivo para que el artista aproveche recursos del lenguaje formal manierista, conforme se observa en la alargada figura y el estilizado movimiento de la criatura celestial.

  Acorde a la tradición occidental, a la futura Madre de Dios se le observa leyendo la Biblia, la cual está abierta sobre un atril. De esta forma el espectador alcanza a leer un pasaje del libro profético de Isaías en donde se vaticinaba que una virgen habría de concebir, razón por la cual ¿y dado que san Gabriel no lleva el lirio de la pureza en la mano¿ hay un florero con azucenas, lirios y rosas que simboliza el vientre de María. Asimismo, la presencia del cestillo de labores procede del evangelio apócrifo del Pseudo Mateo, en uno de cuyos capítulos se describe que los sacerdotes entregaron seda, jacinto, lino, escarlata y púrpura a las jóvenes del templo para que confeccionaran un velo, mas al tocarle esta última tela a la esposa de José se anticipaba que sería "reina de las vírgenes".

  En una atmósfera de clara luminosidad, Lagarto mostró a María en su papel de receptora de la voluntad divina, justamente en el momento en que la palabra de Dios entra en su cuerpo. Acorde a un uso común en la plástica de la época, el autor asoció el tema de la Anunciación con el de la Encarnación, pues una vez que la Virgen aceptó la revelación de san Gabriel operó el Verbo y tuvo lugar la concepción sin mancha: "No bien hubo pronunciado la Virgen con toda humildad estas palabras, el Verbo de Dios penetró en ella por la oreja, y la naturaleza intima de su cuerpo, con todos sus sentidos fue santificada y purificada como el oro en el crisol. Quedó convertida en un templo santo, inmaculado, mansión del Verbo divino."1 Con relación a lo anterior, la paloma del Espíritu Santo en descenso era una modelo iconográfico tradicional, si bien en el plano celeste se advierte nuevamente el interés de Lagarto por aprovechar recursos formales del manierismo, conforme se observa en el tratamiento del ángel que está de espaldas o en la estilizada posición de sus compañeros celestiales.

  Por otra parte, el miniaturista concibió un entorno que no corresponde con la sencilla casa de José y María en Nazaret, pues diseñó una arquitectura palaciega, misma que da idea de lo que debió ser su labor como escenógrafo, aunado a que permite confirmar que era un hombre cultivado, conocedor de tratadistas como Alberti y Serlio. A la par de ser un buen ejercicio de perspectiva, en el escenario se observa también la influencia italiana del artista andaluz, pues el uso de decorados suntuosos seguía una tradición del arte bizantino que pervivió en Italia, a diferencia de otros lugares de Europa en donde el episodio se representó en un ámbito de mayor intimidad o en un templo, capilla u oratorio. En este sentido, el propio Guillermo Tovar de Teresa ha señalado las semejanzas y diferencias entre esta imagen y una estampa del grabador, arquitecto y pintor boloñés Domenico Tibaldi (1541-1583 ) , "a su vez asociada a una pintura de Orazio, Samachinni y otra versión de Agostino Carracci".

  El iluminador, calígrafo y poeta Luis Lagarto realizó esta obra ¿de temática muy gustada en el virreinato¿ cuando aún se encontraba trabajando en los libros de coro de la catedral de Puebla. Un año después, cuando terminó su contrato en 1611, retomó La Anunciación como modelo para realizar otra acuarela similar, mas añadió un jardín exterior con un templete y un pavo real, a la par de hacer modificaciones en la disposición de figuras en el plano celeste y en algunos aspectos ornamentales y de vestuario. Naturalmente ambas se asemejan en su temática e iconografía, pero sorprenden entre otras razones por la definición de su dibujo, la cuidadosa aplicación y el equilibrio del colorido, el virtuosismo de los detalles, la destreza en el manejo espacial y el refinamiento de los personajes, aspectos que le han valido a Lagarto el ser considerado como uno de los mejores representantes del manierismo en la Nueva España.

  Conforme lo consignó en 1934 ManuelToussaint, la obra perteneció a la colección Olavarrieta;3 Agustín Velásquez Chávez también la registró como parte del acervo de la Escuela de Artes Plásticas. En la década de los años sesenta se incorporó a la Pinacoteca Virreinal de San Diego 

Inscripciones

[En la filacteria del bastón que porta san Gabriel:]

AVE GRATIA PLENA.

[En el libro frente a la Virgen María:]

Ecce / virgo / conci/piet / etpa//riet / Jili / oc / vaca/uitur